El
resto es silencio. Mejor no decir nada tras el escándalo de la trans
intransigente y la nube de infamias e insultos generados contra ella por no ser
como debía ser. De lo que no se puede hablar en libertad, más vale callar. El
silencio no es oro, el silencio es plomo cuando gobierna la política de la
cancelación. Yo no digo mi cantar sino a quien conmigo va, lema medieval que
vuelve a la actualidad por culpa de un clima de opinión atenazado por el
totalitarismo del bien, la impostura del buen lado de la historia, el
estalinismo de la corrección política.
Al final,
la infiltrada no era la que creíamos, Arantxa Berradre, sino Karla Sofía
Gascón, la trans infiltrada en el mundo trans fanatizado. Los feroces ataques a
“Emilia Pérez”, que la acusan de ser un parque de atracciones al servicio del ideario
sexual más convencional, revelan su profunda incapacidad para comprender lo que
es la cultura popular, el valor estratégico de esta película en el contexto anodino
de la cultura que se dirige a la mayoría y no se encierra en el claustro fóbico
de lo sectario y lo minoritario. Una cultura creativa conectada a su tiempo
debe prescindir de militancias y panfletos y mirar la vida actual con los ojos
desnudos, sin prejuicios ni anteojeras.
Los medios
median, pero no remedian. El peligro real de las diatribas contra “Emilia
Pérez” es que no vuelvan a hacerse películas así. La doctrina trans, la nueva
teología del cuerpo andrógino, no se puede imponer como dogma opresivo para aplastar
la disidencia de su credo. Lo más irónico de toda esta movida, no obstante, es que
las mismas voces furiosas que critican a la película y al capitalismo por sus
excesos, sin complejos, defienden que la única solución al problema trans la
procuran dos ciencias capitalistas tan lucrativas como la medicina y la
farmacología.
Más allá del género en disputa, lo trans es una dimensión primordial de la vida que no amenaza ni a las mujeres ni a los hombres, sino que completa a los seres humanos y les otorga otra ración del paraíso prometido desde el origen. Toda mujer que se haga hombre, según el Evangelio gnóstico de Tomás, entrará en el Reino de los Cielos, y viceversa, me atrevo a proponer. Y sería una gran injusticia poética, por tanto, si Karla Sofía Gascón no ganara el Óscar a mejor actriz. El tío Óscar es la efigie de un hombre emasculado, como decía Cabrera Infante, el viernes se cumplen veinte años de su muerte, y le corresponde a Gascón de pleno derecho. Trans que te quiero trans.
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