Allegados somos todos, queramos o no. Mira que lo tenía fácil el ministro Illa a la hora de definir el concepto de allegado. Cómplice necesario de una ocasión festiva. Las orgías belgas de las últimas semanas muestran que el desmadre y la covid hacen tan buena pareja como el rey emérito y los Emiratos Árabes. Ventajas de la gran Europa libertina de la política transnacional. Allegados todos, eurodiputados aviesos y diplomáticos traviesos, nalgas a pelo y ninguna mascarilla a la vista. Ya lo decía Jorge Manrique: “allegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos”. Negra Navidad. Allegarse es sinónimo de muerte y cualquier compañía se vuelve ahora un peligro para la salud. Cuanto más te allegas más arriesgas la vida de quien se te arrima en busca de ese calor animal que escasea el resto del año y solo irradiamos a la sombra de las luces navideñas. No falla.
El buenismo
es la devoción de nuestro tiempo. Y el buenismo de fachada, promovido por el
gobierno sanchista y sus allegados mediáticos, se preocupa mucho por la soledad
en fechas tan familiares. Siente un allegado a su mesa, es el eslogan publicitario
de estas entrañables fiestas. Nadie debe quedarse solo. Ni el lobo estepario de
barriada, festejando sus fechorías machistas con cava y caviar, ni los
inmigrantes recién llegados en pateras mafiosas, ni los directivos
farmacéuticos que vacunan sus cuentas corrientes con dosis millonarias a cuenta
de la salud global. Esta lucha política contra el aislamiento social es tan
congruente como la defensa a ultranza de la monarquía pese a los desafueros
financieros del rey emérito. Así el confinamiento de enero se hará con
fundamento científico. No saben sumar muertos ni allegados, pero ya computan las
cifras de la tercera ola de la pandemia como estímulo a la vacunación forzosa.
El buenismo doctrinario hace que nos conmueva hasta el destino del Borbón expatriado. Solo y abandonado en la suntuosa suite imperial con vistas al golfo Pérsico. Abrumado por la maldad y la mezquindad humanas como el rey Lear. Sánchez finge socorrerlo mientras Iglesias lo guillotina. Pertenecen al mismo equipo, pero no juegan el mismo partido ni la misma liga. Es evidente. A medida que se acerca fin de año, tragamos saliva y nos preparamos para la catástrofe anunciada. Las alegres orgías de Bruselas sirven al menos para desatascar el chute de millardos que es, junto con la vacuna salvadora, el regalo mágico de Reyes que todos esperan con ilusión. Buenismo rima con cinismo.
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