martes, 21 de junio de 2016

PAROXISMO


[Chuck Palahniuk, Eres hermosa, Random House, trad.: Javier Calvo, 2016, págs. 247]

Recomiendo leer esta novela en sesiones intensivas, alternándola (para tener una experiencia lo más completa posible de la explosiva cuestión en juego) con el consumo dosificado de la excitante primera temporada de The Girlfriend Experience

Palahniuk es un moralista. Un moralista sin moralina, eso sí. Un moralista provocador e irreverente, no un monaguillo fariseo disfrazado de escritor de éxito, ni un sacerdote de la corrección política o un pastor propagandista del buen rollo biempensante y el apostolado sentimental de la izquierda y la derecha. Todo lo contrario.
Palahniuk es un moralista intempestivo de la estirpe de Sade, Burroughs, Ballard o Coover. Alguien que utiliza las técnicas y recursos de la ficción para conducir al límite de lo posible un experimento literario que se propone transgredir y vulnerar los códigos morales mayoritarios con el fin de crear un retrato de la vida contemporánea tan correctivo como corrosivo.
Cuando Palahniuk se enfrentó al rechazo editorial, en sus comienzos, debido al perturbador contenido de su primera novela, aprendió la lección principal de un novelista auténtico. Nunca cedas sobre tus deseos de fastidiar al orden cultural establecido. Ni tampoco conviertas la transgresión o la subversión en fines estéticos. Son solo efectos especiales del juego narrativo desplegado. Cuando Monstruos invisibles fue repudiada por un sistema editorial timorato, en vez de ablandar su literatura, Palahniuk la hizo aún más desafiante y atrevida y de ahí surgió, hace ya veinte años, el violento manifiesto de El club de la lucha, adaptada después al cine con suprema malicia por David Fincher.
En su nueva novela, la factoría Palahniuk no solo no se arredra en el ritmo incesante de producción sino que da un paso adelante para afrontar una desaforada sátira sobre las relaciones peligrosas del sexo y el consumo, el sexo como motor del consumo y el consumo como sucedáneo del sexo.
¿Qué tema más delicado puede haber para un moralista de signo inconformista que el placer femenino? O lo que es lo mismo: la libertad absoluta de la mujer para eludir su función reproductora y su condición de objeto de deseo masculino y, al mismo tiempo, ofrecer a su cuerpo la plenitud sexual y sensorial que la cultura patriarcal ha reprimido durante siglos en pro de la monogamia, la maternidad y el cuidado de la prole.
La trama puede parecer grotesca o estrafalaria (una innovadora y adictiva marca de juguetes sexuales manipula los deseos de las consumidoras hasta convertirlas en insaciables prisioneras de sus placeres privados), pero en las diestras manos de Palahniuk esta indagación en los misterios libidinales de la psique femenina y el subyacente poder masculino se transforma en el relato del empoderamiento de su quijotesca heroína, la inefable Penny Harrigan, esa chica ingenua que actúa convencida de que jamás “en la historia de la humanidad había existido una mejor época para ser mujer”.
            El clímax clitoridiano de Penny, su ascenso irónico de joven modosa a gran reina global del goce femenino guiada por un omnímodo multimillonario, trasunto de Donald Trump, demuestra que Palahniuk explota hasta el paroxismo los mecanismos íntimos de la novela destinada a las mujeres, desde las modas de la Ilustración dieciochesca, con las Pamelas, Shamelas y Clarisas de rigor, a los modos anacrónicos de las pálidas Anastasias del espectral Grey, dudosa saga de éxito mundial sobre la que Palahniuk vierte aquí comentarios mordaces.
Como su maestro Ira Levin, autor de Las poseídas de Stepford, con la que esta novela guarda estrecho parentesco, Palahniuk sabe que el medio más eficaz de afrontar un “Gran Problema” es crear una metáfora narrativa que no asfixie ni desespere al lector haciéndole sentir impotencia moral.
Eres hermosa aborda sin prejuicios un asunto traumático de nuestro tiempo (el “exceso artificial de estimulación” como forma efectiva de servidumbre en la sociedad de consumo), pero lo hace con tal sentido del humor e ingenio narrativo que acaba convenciendo al lector de que se puede vivir en este mundo sin sucumbir a sus peores síndromes.
Lo dicho: Palahniuk, un moralista sin moralina.

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