lunes, 3 de diciembre de 2012

TEST DE RORSCHACH

La revista electrónica Número cero me somete al Test de Rorschach de un puñado de imágenes seleccionadas a propósito para poder diagnosticar mis posibles males mentales. El test comienza, no por casualidad, con Jesús Franco...

La vampira libertina. La mente pornográfica de Jess Franco filmó este orgasmo terminal como un acto de rebeldía política. El otro Franco de nuestra historia moderna construiría, con su mirada obsesiva y fetichista, una alternativa imaginaria a todas las represiones impuestas por la tenebrosa tiranía de su antagonista. A la postre, el mirón disfruta de mucho más poder que el déspota y obtiene más placer carnal que el conquistador compulsivo. Esta imagen perturbadora escenifica el triunfo del parasitismo orgiástico frente al parasitismo esterilizante de la normativa puritana. Con ello, Jess Franco afirma su creencia en el ojo que goza de la libertad sin prejuicios, cautivo hasta el paroxismo del poder visual del objeto de deseo que pretende capturar con su objetivo cinematográfico. Esta es la ley pulsional de su cine vampírico, con carismáticas figuras masculinas y femeninas enarbolando sus principios libertinos de apropiación ardiente del cuerpo del otro. En otro sentido, la imagen fascinante de ese rostro demoníaco enfrentándose a la cámara con gesto provocador, como una fiera sorprendida en pleno trance instintivo, la boca embadurnada de sangre y quizá de otros flujos venéreos, expresa el terror más acendrado en el hombre: la plenitud sexual de la mujer. Es también una muestra del poder revulsivo y la belleza convulsa que el cine libidinalmente reaccionario de nuestro tiempo ha perdido para siempre. No conviene olvidar que Jess Franco obtuvo sus mayores logros artísticos en el exilio, en tiempos de contraculturas contestatarias y liberación de las costumbres. Con la normalización posterior, su cine marginal de bajo presupuesto económico y altos presupuestos amorales se volvió intolerable para el nuevo régimen espectacular. Jess Franco es, junto con Buñuel, el cineasta español de visión más disolvente y subversiva.
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