[Catherine Lacey, Biografía de X, Alfaguara, trad.: Núria Molines Galarza, 2024, págs. 450]
Hubo una época en que se abogó por una literatura
en la que se introdujeran factores de impureza y desestabilización, efectos cercanos
al malestar, la perplejidad o el vértigo. Es interesante recordar esto,
precisamente, al aparecer en español uno de los fenómenos recientes de la
literatura norteamericana. Si hay una obra contemporánea que responda a esta
estética de la ambigüedad y la turbación, es esta excéntrica y exuberante
biografía novelesca de una artista imaginaria. Una artista que personifica en
su devenir polifacético las vertiginosas metamorfosis del arte americano de la
segunda mitad del siglo XX. De un modo tan enigmático como su sobrenombre, X
sería así la hipóstasis ficcional de una multitud de artistas singulares como
Cindy Sherman, Sherrie Levine, Kathy Acker, Laurie Anderson y tantas y tantas
otras mujeres artistas que marcaron su tiempo con la impronta de la creatividad
más original y provocativa.
Es irónico que Lacey se propusiera, en primer
lugar, la biografía como género en el que prodigar sus deseos de contar la vida
de una mujer notoria y que, tras discutirlo con una profesora de escritura
creativa, llegara a la conclusión de que sus pretensiones desbordaban los
límites de una escritura biográfica convencional. Como si reconociera, en
cierto modo, que para ponerse a escribir sobre la vida de una artista que
correspondiera a las dimensiones que su imaginación le imponía necesitara
recurrir a los poderes plenos de la invención y la ficción, añadiendo la
metaficción como marco donde esta extraordinaria historia cobraría todo su
sentido.
De ese modo, surge esta novela espléndida
concebida como la biografía apócrifa de un personaje múltiple nacido en un
mundo que es y no es el mundo americano del siglo XX, pero que podría acabar
siendo la América fracturada del siglo XXI. No contenta, pues, con fundir en la
identidad de su artista prodigiosa las peculiaridades de sus modelos
históricos, Lacey sintió la necesidad artística de trastocar las coordenadas
espaciotemporales de su país en el siglo pasado, rediseñando la geografía
conforme a una triple división política: el Territorio del Norte, democrático y
progresista, el Territorio del Sur, reaccionario y racista, y el Territorio del
Oeste, equidistante y autárquico. Las murallas ideológicas y culturales que
separan los tres territorios citados permiten cartografiar un espacio estadounidense
reinventado para conformarse a las exigencias de la ficción. La biografiada X
sería así una rebelde nativa del mundo sureño huida en su juventud a causa de
un acto terrorista y acogida al mundo libre del Norte bajo una identidad
múltiple que no deja de mutar a lo largo de su exitosa vida en una de sus
capitales más creativas y vibrantes (Nueva York).
Creado el personaje y recreado el entorno nacional, Lacey procede a inventar la figura idónea para narrar su historia personal y seguir los pasos de la protagonista desde el origen. C. M. Lucca, la narradora de la tortuosa vida y personalidad mutante de X, es su esposa legal, la compañera fiel antes de su muerte y perseverante investigadora de sus misterios existenciales tras su muerte. Finalmente, la novela que lee el lector es doble: la que firma Lacey no es sino el producto de las revelaciones que va acumulando la narradora de ficción a lo largo de la trama sobre una mujer a la que no ha conocido de verdad hasta que ya era demasiado tarde. Esta primera novela, fechada en 2005, es una novela de amor, descubrimiento y desengaño. La segunda novela, en cambio, la novela de Lacey de 2023, es una brillante novela sobre el arte y la vida de ingeniosa fabulación y lucidez total.
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