viernes, 24 de mayo de 2024

PADRE CIENCIA, MADRE NATURALEZA

 

Texto leído en la presentación de Madre de corazón atómico en el Centro Cultural La Malagueta el pasado jueves 16 de mayo. 

Gracias a Txema Martín y a Virginia Quero, estupendos anfitriones, y a Agustín Fernández Mallo, no menos estupendo invitado. 

[Agustín Fernández Mallo, Madre de corazón atómico, Seix Barral, 2024, págs. 239]

          Así es. Padre Ciencia y Madre Naturaleza, y no de otro modo, como sanciona la última página del libro, cuando la historia de amor de sesenta años de sus padres revela al autor no solo la verdad de la vida y la verdad del amor, sino la verdad de su ser como hijo de ambos. Es el ser del artista. El hijo novelista, tal como lo entiende el padre, sin mucho aprecio por esa actividad. Esta es también la historia de amor de un hijo por su padre y, en un momento dado, también la historia de amor del hijo por su madre centenaria. No podía ser de otra manera, nos dice, por mucho que la historia del padre pueda eclipsar en apariencia a la de la madre. Padre, madre e hijo, la sacrosanta trinidad de la vida y la cultura. La naturaleza, la ciencia y el arte. La cuadratura del círculo, lo particular se hace universal.

Es un mito cultural, un relato antropológico primordial lo que este libro nos cuenta barajando los datos de la memoria y los documentos disponibles con un lenguaje riguroso y depurado al límite por la “navaja de Ockham” de los tropos y los conceptos, como pretendía Wittgenstein, uno de los héroes intelectuales de Fernández Mallo, un lenguaje pulido que busca la exactitud verbal y prescinde del adorno superfluo. El libro constituye un auténtico ejercicio de purgación, en todos los sentidos del término, en el que el hijo demuestra al padre, más allá de la muerte, la utilidad del arte para la vida y la identidad de fondo, cerebral, entre las ideas del arte y las ideas de la ciencia.

El padre de Fernández Mallo era veterinario y eso permite al hijo, poeta y científico, abrir las puertas de su libro a los animales (vacas, cerdos, gatos, canarios y garrapatas, en especial) y hablar de la relación con el animal, el animal que somos en el fondo y el animal que criamos y cuidamos, como si no fuera lo mismo, en cierto modo. Las vacas y los ojos de las vacas ocupan un lugar destacado en el libro. En la portada, citando con ironía la portada vacuna del disco homónimo de Pink Floyd (Atom Heart Mother; 1970), donde aparece el disfraz de una vaca colgado a secar de la cuerda de un tendedero frente al paisaje montañoso de cumbres nevadas. Y, por extensión semántica, en el título, donde se invoca a la madre real y a la madre naturaleza, tomado en préstamo del título de la suite reproducida en la cara A del quinto disco de Pink Floyd, inspirado a su vez en la anécdota periodística sobre una mujer embarazada que sobrevivía gracias a un corazón radiactivo. Naturaleza y artificio, binomio esencial del libro.

Existe una ley kafkiana del artista que dice que, cuando el padre ha realizado al máximo las posibilidades de la acción entendida como actividad útil, engendrará un hijo inclinado al arte, a la realización de la inutilidad simbólica en su máxima potencia. Así el padre de Fernández Mallo, veterinario que viajó en 1967 a Estados Unidos en busca de una veintena de vacas y las trajo en un avión de hélice a la Galicia de entonces sobrevolando el Atlántico, días antes del nacimiento de su único hijo varón. Así Fernández Mallo, quien ha escrito este libro personalísimo para darle vida y cuerpo de nuevo al padre difunto a través de la evocación “postpoética” de esta insólita hazaña.

Y, por otra parte, está el misterio cifrado en el corazón del libro, la intriga esencial sin resolver. En un momento crítico, el hijo descubre una contradicción entre el relato oral que el padre le ha hecho del episodio clave del libro y el relato escrito guardado en una de sus carpetas de documentos. El desliz se refiere al ganado transportado, cerdos en lugar de vacas. El hijo, paralizado, prefiere no desentrañar el secreto de ese error. Cerdos o vacas, vacas o cerdos, ese gran misterio crea la incertidumbre del libro, relato poético hecho por una mente científica, o relato científico hecho por una mente poética. Ese enigma construye además la idea de la existencia de un orden de realidad, la escritura, donde todo encuentra su lugar. Un lugar paradójico, en definitiva, donde el arte y la ciencia, lo objetivo y lo subjetivo, lo real y lo imaginario, laten al mismo ritmo musical y se reconocen en las mismas imágenes. El pudor filial no le impide comprender que su padre, en el fondo, le acaba de entregar un don precioso. La fabulación. El poder de fabular. Qué mejor regalo para un novelista.

viernes, 10 de mayo de 2024

CHINA ES EL FUTURO


Hao Jingfang (1984). Estudió Física, pero es doctora en Macroeconomía. En 2016 se convirtió en la primera mujer china ganadora de un Premio Hugo por la traducción al inglés de la ficción breve “Entre los pliegues de Pekín” (publicada en chino en 2012). Su relato “Planetas invisibles”, una reescritura en clave de ciencia ficción de Las ciudades invisibles de Ítalo Calvino, fue incluido en la antología de ciencia ficción china Planetas invisibles (Ken Liu, 2017) y sus relatos “Entre los pliegues de Pekín” y “El tren de Año Nuevo” se encuentran recogidos en otra antología similar (Estrellas rotas; Ken Liu, 2020). Ha publicado las novelas de ficción científica Vagabundos (2011) y Saltonautas (2021), ambas traducidas al inglés por el infalible Ken Liu, uno de los más inventivos y originales escritores del género y, además, gran introductor de la ciencia ficción china en el mundo anglosajón. 

[Hao Jingfang, Saltonautas, Nova, trad.: David Tejera Expósito, 2024, págs. 448] 
        
Los pensamientos de vuestras mentes, las emociones que sentís, toda vuestra vida interior se encuentra en los griones.

-Hao Jingfang, Saltonautas, p. 261- 

China no perdió el tren de la historia. Al contrario, como demuestran sus avances del último siglo y la literatura especulativa más innovadora del momento, los chinos parecen subidos a un cohete fantástico que los transporta hacia un futuro del que se diría que lo saben todo y sobre el que poseen claves que nadie más conoce. Es lógica la predilección china actual por la ciencia ficción ya que este género anticipa visiones del futuro leídas en los signos del presente.
        En 1903, Lu Xun, el patriarca de la literatura china moderna, dijo: “El progreso del pueblo chino comienza con la ciencia ficción”. Y este fue el lema del proyecto político en que Mao y los suyos embarcaron al país durante tres décadas y que se llamó “salto adelante”. Durante mucho tiempo, en parte debido a los fracasos del régimen maoísta, los chinos desconfiaron de la idea de futuro y le volvieron la espalda a la ciencia ficción, como dice Fei Dao, uno de sus escritores más notables. Hubo que esperar hasta el siglo XXI para que los chinos dejaran de considerar vergonzosa la literatura que se ocupaba del futuro y comenzaran a experimentar un legítimo orgullo al ver cómo una de sus supernovas narrativas, El problema de los tres cuerpos (2008) de Liu Cixin, se convertía en un fenómeno de la literatura mundial.
        Después de eso, la ciencia ficción es una de las muestras del género que más interés ha suscitado dentro y fuera de China y donde la creatividad y el acervo milenario de la literatura china han encontrado un lugar privilegiado para expandirse. Y aquí es donde aparece la joven figura de Hao Jingfang, nacida en 1984, la primera ganadora asiática del prestigioso premio Hugo con su novela corta de temática distópica “En los pliegues de Pekín” (2012), traducida al inglés por Ken Liu, otro de los grandes adalides del género y gran introductor del mismo en Estados Unidos mediante diversas antologías y traducciones. Vagabundos, la primera novela de Hao, se publicó en 2016 y tuvo una gran acogida mundial tras ser traducida en 2020, y ahora acaba de aparecer, simultáneamente en Europa y Estados Unidos, Saltonautas (Jumpnauts), publicada en China en 2021.
        El ingenioso título de la novela es un juego de palabras encriptado en un hanzi o sinograma que combina el concepto de salto, en sentido cuántico, y el de tránsito, como circulación entre universos, con los sujetos humanos que realizan ese viaje especial. La novela tiene elementos que la adscriben a la narrativa juvenil y celebra, en este sentido, la visión de la tecnología y el futuro que sostiene con optimismo la juventud china. En el fondo, la doble hélice narrativa se entrelaza en torno a los ejes de la formación de un grupo de cuatro miembros (Yun Fan, Jiang Liu, Qi Fei y Chang Tian), cuya reunión se considera un experimento concebido en beneficio de la humanidad, y el encuentro con una civilización alienígena de nivel superior que descubre los secretos más reveladores del multiverso, la historia antigua y la energía (los griones, esas partículas fundamentales radicadas en la base de la materia, tan afectivas como informativas y comunicativas, que son el brillante hallazgo de la novela) con el fin de que extiendan la novedad del mensaje en el planeta Tierra.
    Por desgracia, la geopolítica terrestre sigue marcada por la división y el conflicto endémico entre facciones antagónicas, La Liga del Pacífico contra la Alianza Atlántica, pero la labor de los “saltonautas” logra concienciar al mundo de la conveniencia política de la paz y el desarrollo en favor del pueblo. Es una novela que expresa, de manera alegórica, el protagonismo absoluto que China se atribuye en el futuro de la humanidad. Ya solo por eso, merece ser leída con atención.