martes, 27 de noviembre de 2018

NUEVOS CLICHÉS


[Slavoj Žižek, El coraje de la desesperanza (Crónicas del año en que actuamos peligrosamente), Anagrama, trad.: Damià Alou, 2018, págs. 403]

La urgencia de la situación actual no debería servir en modo alguno como excusa: una situación urgente es el momento para pensar. No debería darnos miedo darle la vuelta a la famosa tesis XI de Marx: “hasta ahora hemos intentado cambiar nuestro mundo demasiado deprisa; ha llegado el momento de reinterpretarlo de manera autocrítica, examinando nuestra propia responsabilidad (izquierdista)”.

-S. Z., Coraje, p. 358-
           

A medida que el capitalismo se ha hecho global, el discurso de la izquierda que nació para oponerse a él se ha ido volviendo cada vez más estrecho. El porqué de esta paradoja ideológica es lo que analiza Žižek de manera tan lúcida como exhaustiva en esta renovada entrega de su faceta de pensador político. Los buenos lectores del maestro esloveno ya conocemos su último libro filosófico (“La incontinencia del vacío”), aún inédito en español, pero esta provocativa propuesta de lectura del presente que data de 2017 no resulta coyuntural sino insuperable. Nada de lo acaecido desde entonces le resta aciertos, ni existe en el horizonte cognitivo de estos años novedad seria que refute la visión crítica enunciada aquí.
Para entender con precisión la pertinencia de este esfuerzo de exégesis surfera de las olas intempestivas de la actualidad hay que retrotraerse a otro libro suyo, de hace más de un lustro, “El año que soñamos peligrosamente”. El año 2011 fue para Žižek aquel donde se impuso en el mundo el signo de la insurrección popular con las revueltas egipcia y tunecina, los indignados españoles, las protestas contra el capitalismo financiero de Wall Street y contra las políticas de austeridad dictadas por la UE. Y también cuando amenazas aciagas, señales ominosas y “sueños oscuros y destructivos” hicieron su siniestra aparición a todo lo largo y ancho de Europa. Así que este libro nace, en principio, de la constatación de un fracaso que ya se intuía entonces pero ahora es casi definitivo. Ninguna de aquellas protestas ha desembocado en ningún proceso de emancipación real. Más bien al contrario, las soluciones se han convertido en nuevos problemas y estos han alcanzado un nivel de enredo inconcebible. Y los signos negativos no hacen sino agravarse.
La situación geopolítica del presente se definiría así, con categorías en parte inspiradas por ese otro gran pensador actual (Peter Sloterdijk), como la de un capitalismo globalizado que después de dar la vuelta al mundo con el imperialismo se ha apropiado de él país a país imponiendo la idea ubicua del mercado como gran reorganizador de la realidad. Y aliándose, al mismo tiempo, con las culturas locales o nacionales más tradicionales, renunciando a los valores ilustrados de ascendencia europea, para poder funcionar sin estorbos. Como sentencia con acierto: “La cruel ironía del antieurocentrismo es que, en nombre del anticolonialismo, se critica a Occidente justo en el momento histórico en que el capitalismo global ya no necesita los valores culturales occidentales para funcionar sin problemas”.
Žižek se atreve a proponer a Europa, en un gesto dialéctico ya esbozado en libros anteriores, como enclave trascendental de la batalla mundial, no tan incruenta como algunos pretenden, por el control económico y político entre chinos, americanos y rusos. El desconcierto y las políticas erráticas, los síntomas de parálisis o impotencia europeas, son nociones que Žižek moviliza en su diagnóstico implacable de los fallos de la UE. Como buen consumidor de teleseries, Žižek acaba el libro en un cliffhanger que simboliza así mismo la imposibilidad inmediata como la urgente necesidad de recuperar el proyecto de una Europa centrada en “su legado de emancipación radical y universal”. 
Lo que Žižek propone no es tanto la reinvención del comunismo, su aparente objetivo intelectual, como la creación de un nuevo sentido común que regenere la política, la economía, la sociedad y, por supuesto, la cultura. Un sentido común que redefina sus clichés a partir de los nuevos conflictos y antagonismos del género, la clase social, la raza o la etnia y la religión con el fin de tener un punto común de pensamiento. Comunismo entendido, por consiguiente, como valor común e intercomunicación universal pese a todas las diferencias existentes en el complejo mundo del siglo XXI. Como dijo el difunto TomWolfe refiriéndose a McLuhan en los años sesenta: ¿y si tiene razón?...

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