jueves, 27 de enero de 2011

MEA CULPA


MIS 21 “GUILTY PLEASURES” DE LA DÉCADA (2001-2010)


Ton style c´est ton cul, c´est ton cul, c´est ton cul.

-Léo Ferré-


Auto Focus (P. Schrader)

Amanecer de los muertos (Z. Snyder)

Bug (W. Friedkin)

El caballero oscuro (C. Nolan)

Choses Secrètes (J. C. Brisseau)

Cloverfield (M. Reeves)

La dalia negra (B. De Palma)

Domino (T. Scott)

Dumplings (F. Chan)

Fantasmas de Marte (J. Carpenter)

Gamer (Neveldine/Taylor)

La isla (M. Bay)

Jennifer´s Body (K. Kusama)

Miami Vice (M. Mann)

Piraña 3D (A. Aja)

Resacón en las Vegas (T. Phillips)

Rollerball (J. McTiernan)

A Snake of June (S. Tsukamoto)

Sweeney Todd (T. Burton)

La última casa a la izquierda (D. Iliadis)

La venganza del Sith (G. Lucas)


PD1: En mi lista A de la década debía haber incluido, y se me pasó, Auto Focus, de Paul Schrader, uno de los directores más subestimados del Nuevo Hollywood, la incluyo ahora en primera línea de esta lista alternativa (saltándome el orden alfabético que la rige) como provocación junto con otras que así mismo podrían haber estado allí pero ocupan aquí un puesto meritorio. Es una gran película y también un jubiloso “placer culpable” por algo que entenderán sin esfuerzo todos los que la hayan visto y la recuerden. Como lo es también A Snake of June, de Shinya Tsukamoto, una fantasía erótica masculina bastante extrema sobre la mujer como sujeto deseante (y no sólo como objeto de deseo) digna de la literatura de Tanizaki, Bataille o Klossowski (por eso elijo la imagen de la bellísima Asuka Kurosawa en pleno orgasmo pluvial para ilustrar esta dudosa categoría del (mal) gusto). No en vano, el miedo al placer del otro es uno de los motivos recurrentes de la vida contemporánea…

PD2: Elogio del francés, sí. Culpable, sin duda. En estos tiempos puritanos, o de puritanismo rampante, solapado, insidioso, es inevitable sentirse culpable por todo, o fantasear con la impunidad imposible, con la libertad inimaginable ya como horizonte colectivo. El francés, el cine francés, el estilo francés (“c´est ton cul, c´est ton cul, c´est ton culte”, como este Ferré se atreve a corregir al gran Ferré cantante) es la norma creativa europea. Lo siento, pero no hay comparación. Quizá por eso, como dicen en voz baja algunos malintencionados, parecería existir una conspiración de productores, distribuidores, gestores y exhibidores para dejarlo fuera de juego. Para imponer una imagen de marca francesa que no compita en el mercado local con (ni haga mella en) la imagen de marca española (con lo que cuesta ya venderla). Una versión importable que no hace daño, que tipifica y empobrece la imagen interna del producto extranjero. Excluyendo por sistema lo más creativo de su producción. No me pronuncio, sólo constato. Fracaso de la política cultural europea, encierro nacional de las mónadas territoriales que componen el mapa adocenado de la UE. El estilo del mejor cine francés, en efecto, pervirtiendo de nuevo a Ferré: “ton cul c´est ton coeur”. Y es ése, en gran parte, su atractivo, su encanto y seducción, al menos para mí. Magníficas películas que nunca se verán en salas españolas, infinitamente mejores que muchas de las que se estrenan sin problemas. Una pequeña muestra: Tiresia, Sombre, Trouble Every Day, Twentynine Palms, De la guerre, À ma soeur!, Le pornographe, Lady Chatterley, Choses secrètes, Enter the Void, Reyes y reinas, Tournée, Les anges exterminateurs, Les derniers jours du monde... Esta última, un prodigio narrativo absorbente, la acabo de ver, con asombro, y no sé si se estrenará alguna vez y eso que se presenta como coproducción franco-española e incluye al gran Sergi López en su espléndido reparto. [Me indican los más enchufados a la maquinaria de los estrenos que se acaba de estrenar, lo desconocía. De todos modos, su estreno debe de ser tan clandestino que apenas si refuta mi opinión.]

PD3: Entre tanto, me espera Bad Biology, lo último del rey del gore barato de los ochenta y noventa, Frank Henenlotter. La historia de una psicópata asesina con múltiples clítoris que encuentra, tras no pocas desventuras sexuales, su explosiva media naranja en otro asesino psicópata de pene teratológico. Era inevitable. Dos décadas de corrección política a ultranza sólo podían acabar produciendo este retorno brutal de lo reprimido. Los que están al mando y toman decisiones no conocen la verdadera naturaleza humana, o la niegan, que es peor. Están jugando con fuego…

PD4: Dígalo si no Louis-Ferdinand Céline, que es en realidad quien me procura el título del post, ahora vituperado de nuevo en Francia por la ideología higiénica que infecta como un virus por igual los idearios de la derecha de Sarkozy y la izquierda de Ségolène Royal. Y yo me alegro de lo que está pasando: jamás un escritor como Céline debe ser recuperado por el estado, por la cultura, por las instituciones, por los políticos, por el poder. Su grandeza es simétrica a su infamia, a su vileza, a su abyección (pace Kristeva), a su genialidad maléfica, a su escandalosa intransigencia, a su corrosiva (falta de) moral, a su odio (totalitario) y su infinito desprecio al (mezquino) género humano. Todos los que lo admiramos, si este verbo cabe aplicarlo al caso sin incurrir en descrédito inmediato, lo queremos salvaje, inasimilable, indócil, intratable, asocial, patológico (elija cada cual, según sus gustos, el adjetivo más adecuado). Leer a Céline ha de ser una experiencia revulsiva, incluso repulsiva, emética, visceral, desagradable, perturbadora, radical. El día en que le erijan en la plaza pública un monumento socialdemócrata, nacional-católico o neoliberal, importan cada vez menos las diferencias, ese día su fuerza negativa comenzará a desinflarse, a perder el poder de trastornar con su terrible franqueza nuestras pequeñas categorías, nuestros ridículos consuelos, nuestro miedo atávico a la amarga verdad de nuestra (sobrevalorada) condición. Nuestra expansiva y contagiosa cursilería, en suma, nuestro idealismo degradado, pequeño-burgués, demagógico. Con Sade no se atreven, desde luego. A este energúmeno no hay forma de domarlo ni, por supuesto, de acomodarlo al no-pensamiento dominante…


CODA (con re-coña): Prosiguen las denuncias de los imbéciles contra este blog, y la vigilancia ceñuda de Blogger, mientras su influencia crece en la red y se expande el número de sus lectores y seguidores. Así da gusto enfrentarse a la canalla…

lunes, 17 de enero de 2011

CINE PARA CIBORGS (1)


En plan Bouvard y Pécuchet, como más me gusta, doy mis listas de cine del año y de la década en una primera entrega, y además unos cuantos comentarios, no demasiados, las listas son bastante elocuentes, según creo (si no incluyo en ellas películas que admiro como En tierra hostil, El silencio de Lorna, Un tipo serio o Two Lovers es porque ya las incluí, adelantado que soy, en mis listas del año pasado; los comentarios que las acompañan son válidos en su mayoría, con lo que he preferido no repetirlos). En la segunda entrega, doy las listas de algunos amigos cinéfilos (por orden alfabético: José Ramón Ortiz, Revista Shangrilá, Alvy Singer) cuyas opiniones respeto y valoro mucho, a pesar de las discrepancias (algunas serias, sobre todo en lo que respecta a Copia certificada, una película que, sinceramente, no soporto; me alegra mucho, sin embargo, que ninguno de ellos haya incluido en su lista personal una medianía narrativa y visual del calibre de El escritor de Roman Polanski, en la que algunos críticos parecen haber encontrado un filón ideológico digno de estudio). Conjugando todas las listas y algunas listezas añadidas, cualquier aficionado podrá construirse una visión bastante exacta del estado de cosas en este dominio tan controvertido como sujeto, por fortuna, a los vaivenes de la moda o el gusto.


PELÍCULAS ESTRENADAS EN SALAS (PANTALLAS) ESPAÑOLAS EN 2010


1. Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas (A. Weerasethakul)/ La red social (D. Fincher)


2. Mad Men 4ª temporada (M. Weiner) / Bad Romance (F. Lawrence)


3. Splice (V. Natali)


4. Film Socialisme (J. L. Godard)


5. Shutter Island (M. Scorsese) / Let Me In (M. Reeves)


6. Chloe (A. Egoyan)


7. Teniente corrupto (W. Herzog) / Un profeta (J. Audiard)


8. Machete (R. Rodríguez)


9. Kick Ass (M. Vaughn) / Scott Pilgrim contra el mundo (E. Bright)


10. Tron Legacy (J. Kosinski)/ Origen (C. Nolan)



PELÍCULAS NO ESTRENADAS EN SALAS (PANTALLAS) ESPAÑOLAS EN 2010


1. Enter the Void (G. Noé) / Mother (Bong Joon-ho)


2. Carlos (O. Assayas)


3. Les herbes folles (A. Resnais)


4. Tournée (M. Amalric) / Black Swan (D. Aronofsky)


5. The Killler Inside Me (M. Winterbottom)


6. Kinatay/Lola (Brillante Mendoza)


7. The Housemaid (Im Sang-soo)/ I Saw the Devil (Kim Ji-woon)


8. Visage (Tsai Ming Liang)/ Vengeance (J. To)


9. White Material (C. Denis)


10. A Serbian Film (Srdjan Spasojevic) / The Life and Death of a Porno Gang (Mladen Djordjevic)



MIS 21 PELÍCULAS/DIRECTORES DE LA DÉCADA (2001-2010)


Situando a David Lynch y a Mulholland Drive, con diferencia, a la cabeza de mis directores y películas de la década, procedo a dar el resto de mi selecta veintena de titulares clasificada por orden alfabético. [No necesito decir que ninguna de estas películas me ha defraudado en la revisión, más bien al contrario, y ése es el criterio fundamental para enlistarlas. Si no incluyo una película tan importante como In the mood for love es, simplemente, porque para mí cierra en lo estético y no sólo en lo cronológico la década de los noventa, así como el film de Lynch abría en todos los sentidos esta década recién terminada.]:


2046 (Wong Kar-wai)


El arca rusa (Alexander Sokurov)


Cowards Bend the Knee (Guy Maddin)


Demonlover (Olivier Assayas)


Dogville (Lars Von Trier)


Eternal Sunshine of the Spotless Mind (Michel Gondry)


Grindhouse (Quentin Tarantino, Robert Rodríguez, Rob Zombie, Edgar Bright, Eli Roth)


Ichi the Killer (Takashi Miike)


I´m not there (Todd Haynes)


La inglesa y el duque (Eric Rohmer)


Inland Empire (David Lynch)


Kill Bill (Quentin Tarantino)


Nightwatching (Peter Greenaway)


Pozos de ambición (Paul Thomas Anderson)


Redacted (Brian de Palma)


El sabor de la sandía (Tsai Ming Liang)


Southland Tales (Richard Kelly)


Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas (Apichatpong Weerasethakul)

The World (Jia Zhang-ke)

Zodiac (David Fincher)

…Y (en un muy digno banquillo, a la espera de su oportunidad): Adaptation (Spike Jonze), À ma soeur! (Catherine Breillat), Les amants réguliers (Philippe Garrel), Las armonías de Werckmeister (Béla Tarr), Batalla en el cielo (Carlos Reygadas), Caché (Michael Haneke), Elephant (Gus Van Sant), Les herbes folles (A. Resnais), Una historia de la violencia (D. Cronenberg), The Host (Bong Joon-ho), Infiltrados (M. Scorsese), Kairo (Kiyoshi Kurosawa), Ken Park (L. Clark), Klimt (R. Ruiz), Millenium Mambo (Hou Hsiao Hsien), Old Boy (Park Chan-wook), Reyes y reinas (Arnaud Desplechin), Serbis (B. Mendoza), Los Tenenbaums (Wes Anderson), Trouble Every Day (Claire Denis), Twentynine Palms (Bruno Dumont), The Village (M. N. Shyamalan), Woman on the beach (Hong Sang-soo)...

El cine quizá ya no me interese tanto si sólo pienso en él como modo de representación. Me interesa mucho más, en cambio, como encefalograma social y cultural del presente, y, sobre todo, como radiografía estética, como estado, potencia y devenir de (todas) las imágenes, sin olvidar sus cada vez más sofisticados mecanismos de producción y reproducción. En este sentido, mi canon se desplaza sin complejos entre Tío Boonmee y Bad Romance, Serbis y Tron, Film Socialisme y 2046, Southland Tales y El arca rusa, Mulholland Drive y Enter the void, Redacted y Mad Men, Splice e Inland Empire, etc. Múltiples sistemas y tipos de imágenes tan diferenciados y quizá antitéticos que concibo mejor como puntos límite y líneas de fuga del imaginario visual, como muestras de lo que, en suma, ve o puede ver (o hasta dónde puede hacerlo y en qué condiciones) el ojo contemporáneo. La mirada neobarroca del “ojo tecnológico mundial” (Christine Buci-Glucksmann) desplegándose en todo tipo de pantallas y no sólo, ni preferentemente, en las salas de cine. Imágenes generadas integrando los diversos grados de lo real y lo virtual, o de una cristalina fusión de ambas dimensiones de la experiencia. En el fondo, nada expresa mejor la idea de lo contemporáneo que una imagen hiperrealista engastada en un dispositivo de ficción que ostenta con espectacularidad todos sus artificios…

Para concluir, mis revisiones cinéfilas más estimulantes del año: Claude Chabrol (Le Boucher, Les noces rouges, Les biches, Une partie de plaisir, La mujer infiel, Al anochecer, Les bonnes femmes, entre otras obras maestras de uno de los grandes narradores de la historia del cine), Carmelo Bene (Salomé, Nostra Signora dei Turchi, Un Amleto di meno, el cine barroco y paroxístico del singular Bene era el paso estético lógico tras las inmensas creaciones de Fellini y Pasolini, coetáneo de Paradjanov y Syberberg, con un toque de Los diablos de Ken Russell), y Raoul Ruiz (Treasure Island, Mammame, La chouette aveugle, Mémoire des apparences, La ville des pirates, L´Hypothése du tableau volé, The Golden Boat, Les trois couronnes du matelot, L´oeil qui ment, entre otras maravillas de este creador de asombrosas imágenes y mundos barrocos; por desgracia no he podido ver aún Mystères de Lisbonne, pero deseo con todas mis fuerzas que no sea la última película de uno de los directores más prolíficos y fascinantes de la historia moderna del cine, a quien además tuve la suerte de conocer y tratar a finales de los ochenta y comienzos de los noventa)…

CINE PARA CIBORGS (2)


JOSÉ RAMÓN ORTIZ

Películas 2010

The Killer Inside Me (Michael Winterbottom, Muse Productions, USA/UK/Suecia )

Shutter Island (Martin Scorsese, Paramount Pictures, USA)

Biutiful (Alejandro González Iñarritú, Menageatroz, España/México)

Kick-Ass (Matthew Vaughn, Marv Films, UK/USA)

Exit Through the Gift Shop (Banksy, Paranoid Pictures, USA/UK)

Inception (Christopher Nolan, Warner Bros. Pictures, USA/UK)

The Social Network (David Fincher, Columbia Pictures, USA)

Sans laisser de traces (Grégoire Vigneron, Fidélité Films, Francia)

Green Zone (Paul Greengrass, Universal Pictures, USA/España)

The American (Anton Corbijn, Focus Features, USA)


Menciones especiales de fanático: Machete (Robert Rodríguez), y Scott Pilgrim Vs. The World (Edgar Wright)


Películas 2001-2010

Mulholland Dr. (David Lynch, 2001)

Donnie Darko (Richard Kelly, 2001)

L'Emploi du Temps (Laurent Cantet, 2001)

The Vengeance Trilogy (Park Chan-Wook, 2002-2005)

Kill Bill (Quentin Tarantino 2003-2004)

Le temps du loup (Michael Haneke, 2003)

Dogville (Lars von Trier, 2003)

Shaun of the Dead (Edgar Wright, 2004)

A History of Violence (David Cronemberg, 2005)

The Departed (Martin Scorsese, 2006)

Marie Antoinette (Sofia Coppola, 2006)

Sukiyaki Western Django (Takeshi Miike, 2007)

Luz silenciosa (Carlos Reygadas, 2007)

Zodiac (David Fincher, 2007)

There Will Be Blood (Paul Thomas Anderson, 2007)

No Country for Old Men (Joel y Ethan Cohen, 2007)

The Dark Knight (Christopher Nolan, 2008)

The Limits of Control (Jim Jarmusch, 2009)

The Killer Inside Me (Michael Winterbottom, 2010)

Biutiful (Alejandro González Iñarritu, 2010)


REVISTA SHANGRILA/SHANGRILA EDICIONES

2010

Uncle Booonmee recuerda sus vidas pasadas (Apichatpong Weerasethakul)

Poesía (Lee Changdong)

Film socialisme (Jean-Luc Godard)

El silencio de Lorna (Luc y Jean-Pierre Dardenne)

Shutter Island (Martin Scorsese)

Canino (Yorgos Lanthimos)

Copia conforme (Abbas Kiarostami)

Vincere (Marco Bellochio)

Two lovers (James Gray)

Aita (José María de Orbe)


DÉCADA

Armonías de Werkmeister (Béla Tarr, 2000)

Yi Yi (Edward Yang, 2000)

Elogio del amor (Jean-Luc Godard, 2001)

Al oeste de los raíles (Wang Bing, 2003)

Shara (Naomi Kawase, 2003)

Saraband (Ingmar Bergman, 2003)

Tropical malady (Apichatpong Weerasethakul, 2004)

Million dollar baby (Clint Eastwood, 2004)

Moolaadé (Ousmane Sembene, 2004)

Eleni (Theo Angelopoulos, 2004)

Les amants réguliers (Philippe Garrel, 2005)

El nuevo mundo (Terrence Malick, 2005)

Naturaleza muerta (Jia Zhang-ke, 2006)

Juventud en marcha (Pedro Costa, 2006)

Woman on the beach (Hong Sang-soo, 2006)

La noche es nuestra (James Gray, 2007)

El incidente (M. Night Shyamalan, 2008)

Historias extraordinarias (Mariano Llinás, 2008)

Of Time and the City (Terence Davies, 2008)

Desgracia (Steve Jacobs, 2009)


ALVY SINGER


Del año español (lamento no tener a mano el norteamericano, snif)


1. Film Socialisme.


2. La Red Social.


3. Un tipo serio.


4. Copia Certificada.


5. Toy Story 3.


6. Canino (Kynodontas).


7. Scott Pilgrim vs. the World


8. Shutter Island


9. Tron Legacy


10. Sherlock Holmes.


De la década.


1. A.I. (Spielberg)


2. Mulholland Drive (Lynch)


3. Notre Musique (Godard)


4. In the Mood for Love (Kar-Wai)


5. Un conte de Nöel (Desplechin)


6. Death Proof (Tarantino)


7. Eternal Sunshine of The Spotless Mind (Gondry)


8. Synecdoche New York (Kaufmann)


9. Before Sunset (Linklater)


10. The Saddest Music in the World (Maddin)


11. Le Voyage du Ballon Rouge (Hiao-Hien)


12. L'heure d'éte (Assayas)


13. The Life Aquatic with Steve Zissou (Wes Anderson)


14. Adaptation (Jonze)


15. Antichrist (Von Trier)


16. Ponyo (Miyazaki)


17. Un tipo serio (Coen Bros.)


18 Copia Certificada (Kiarostami)


19. Los Límites del control (Jarmusch)


20. La Red Social (Fincher)

jueves, 6 de enero de 2011

LITERATURA PARA CIBORGS


La literatura del 21

La literatura sigue siendo un instrumento privilegiado para conocer si de verdad vivimos en el siglo veintiuno. O, más bien, para conocer por qué no del todo, o no tanto como creemos, o no tanto como se nos dice. Hagamos un experimento. Pensemos por un momento en cuántos de los libros que hemos leído durante este último año nos hacen sentir ciudadanos de pleno derecho del siglo veintiuno y no residuos del veinte. O del diecinueve, que de todo hay. No cabe duda de que todo ello nos serviría para entender de una vez qué es lo que queremos ser. A dónde queremos pertenecer. En suma, si esto del siglo veintiuno es o no una tomadura de pelo en toda regla. Una superstición vendida por publicitarios desaprensivos a toda una cultura. Un subproducto degenerado de nuestra creencia en la linealidad del tiempo. Lo primero de todo, por tanto, es darse cuenta de que ya hemos consumido la primera década de ese siglo veintiuno anunciado con pompa y esplendor como la gran novedad durante buena parte del veinte. Perplejidad, asombro, desesperación son sentimientos legítimos, sin duda, respecto de la velocidad con que el futuro, antes de colmar todas sus promesas e ilusiones, ya se nos ha escapado de entre las manos.

Les propongo un recorrido literario (otro más!) por lo más significativo del año que termina y luego deciden sobre las grandes cuestiones del día en esta materia, que, como es sabido, se refieren todas al futuro del libro y a su sustitución más o menos ventajosa por el libro electrónico. Muchos han entendido ya, porque éste ha sido el año de su consagración comercial, que el porvenir editorial pasa por dispositivos informáticos y tabletas mágicas que nos devuelven, al mismo tiempo, al origen mítico de la escritura y la lectura. Pero antes de dirimir estas cuestiones tecnológicas habría que seguir preguntándose qué merece la pena leer y qué no, qué parte de lo que se escribe garantiza en el mismo lote placer, conocimiento e inteligencia, o por lo menos no insulta la inteligencia del lector ni estimula sus respuestas más conformistas. De nada sirve, en este sentido, inventar sofisticados aparatos para difundir al infinito las obras más despreciables o anodinas de la creatividad humana. Piénsenlo bien. En todo caso, éstos son algunos de los libros que, en cualquier formato, no decepcionarán a los buenos lectores. (Otra versión de lo mismo, con algunas variaciones significativas)

Año 10

En El error (Mondadori), César Aira vuelve a demostrar que es uno de los más inventivos y paradójicos fabuladores hispanos, un heredero singular de la excentricidad artística de Marcel Duchamp y Macedonio Fernández. Un escritor con un desparpajo inaudito en nuestras letras. Por otra parte, Ricardo Piglia confirma en Blanco nocturno (Anagrama) por qué es uno de los grandes narradores argentinos del presente, un heredero intelectual de Borges que ha sabido amasar con originalidad la influencia de Arlt y Cortázar en una fórmula intransferible.

El Premio Nobel a Mario Vargas Llosa no va a descubrirnos a estas alturas al maestro peruano. Sus lectores sabemos que el merecido premio de premios se lo han dado al autor de La casa verde y Conversación en la catedral y Pantaleón y las visitadoras y La tía Julia y el escribidor, entre otras obras maestras de hace tres, cuatro o cinco décadas. El sueño del celta (Alfaguara) es una obra digna, sin duda, la novela impecable de un gran profesional que ya ha hecho, en sentido creativo, todo lo que tenía que hacer y ahora se dedica a urdir historias interesantes y técnicas infalibles con el fin de ofrecer productos de alta calidad al mercado en el que cree como en un ente benéfico.

Muy distinto es el caso de Guillermo Cabrera Infante. Mucho tiempo he esperado la aparición de Cuerpos divinos (Galaxia Gutenberg). Anunciado en innumerables ocasiones a lo largo de su vida como gran proyecto narrativo de su autor, había acabado haciéndome una idea del libro quizá excesiva. En todo caso diferente, como un inabarcable conjunto de galaxias textuales en expansión hacia el infinito. El texto unitario que se ha publicado al fin bajo ese nombre participa más de la idea de finitud, de secuencia temporal unificada, y, con toda probabilidad, sólo ofrece una (magnífica, eso sí) limitada muestra de lo que habría sido el corpus gigantesco de Cuerpos divinos en caso de publicarse bajo el control artístico de su difunto autor. Cinco años después de su muerte y a cuarenta y dos de su alejamiento oficial del régimen castrista, Cabrera Infante continúa siendo el escritor en español más revolucionario del siglo veinte. Y esta obra póstuma, de título tan incitante, confirma sin tapujos la singularidad creativa de su autor desde la promiscuidad autobiográfica de la narración, el compromiso disidente y el desdén evidente a cualquier forma de pudor o hipocresía moral.

Cuando no habían pasado dos años de la muerte traumática del escritor norteamericano David Foster Wallace, la recepción en España de La broma infinita (Mondadori) vio realizarse el milagro comercial de llegar a una tercera edición. Durante más de un lustro, esta novela enciclopédica y cómica a partes iguales cargó con la lacra de su ilegibilidad aparente y su extensión inabarcable, de modo que apenas logró liquidar existencias mientras las más rutinarias mercancías literarias campaban a sus anchas en librerías y supermercados humillando con sus resultados al mamotreto americano de Wallace. Es irónico que el suicidio del autor, su fama póstuma, haya relanzado al menos la compra de esta novela y el interés de la editorial española por ponerlo de nuevo al alcance de un lector que ahora sí, al parecer, se encuentra en condiciones de asumir los desafíos estéticos de esta novela genial. Coincidiendo con esto, se anuncia la publicación de El rey pálido (Mondadori), póstuma e interminable novela de Wallace ambientada en una oficina del fisco de Illinois a mediados de los ochenta. Promete ser, junto con Libertad (Salamandra) de su colega generacional y rival estético Jonathan Franzen, uno de los libros importantes del nuevo año.

A la factoría de transgresiones de Chuck Palahniuk, como al futuro prometido, no hay quien le siga el ritmo de producción. El lector español ha podido disfrutar este año, con retraso, de Snuff (Mondadori), publicada originalmente en 2008. Desde entonces Palahniuk ha publicado dos novelas más: Pygmy, sobre terroristas coreanos infiltrados en el corazón vulnerable de América, y Tell-All, con el imperativo mediático de contarlo todo como eslogan narrativo de una historia localizada en el sanctasanctórum del Hollywood actual. Y ya anuncia otra novela (Damned) para 2011. Snuff es una novela hilarante ambientada en el mundo del porno. Después de tantas novelas parecía necesario que Palahniuk se atreviera a afrontar por fin la verdad de su estética narrativa confrontándola con su análoga audiovisual: la pornografía como espectáculo paradigmático de una cultura que privilegia la sensación extrema, la imagen gráfica y la máxima exposición de la carne.

Muy recomendables, antes o después de leer Snuff, son los ensayos €®O$ de Eloy Fernández Porta y Pornotopía de Beatriz Preciado, ambos premiados por Anagrama. En €®O$, ese tratado imprescindible sobre la vida contemporánea, el pensamiento de Fernández Porta se perfila como el más pertinente y productivo para lo que él mismo denomina “la era del mercado afectivo”. Una cultura de los afectos, las emociones y los sentimientos mediatizada por la relación con la tecnología y el mercado. Fernández Porta acumula en este libro toneladas de inteligencia crítica e hilarantes efectos verbales para un análisis exhaustivo de la estupidez sentimental en la era del consumo expansivo. Por su parte, Preciado aplica en Pornotopía el escalpelo de la crítica de género a la vida y obra de Hugh Hefner, el “playboy” que calentó los rigores de la guerra fría con un proyecto fundado en la exhibición pública y masiva de la desnudez femenina como carburante para la erección masculina y sus fantasías de poder sobre la realidad.

Para satisfacción de los amantes de la literatura, dos de los más grandes novelistas vivos han visto traducidas novelas este año. El primero es Thomas Pynchon. Contraluz (Tusquets) ha tardado cuatro años en ser traducido al español. La espera ha merecido la pena, desde luego. La traducción de Vicente Campos es magnífica, a la altura verbal de la que es la gran novela de la década y una de las cumbres de su encumbrado autor. Lo extraño, como han señalado algunos perspicaces analistas, ha sido la frialdad de la recepción por parte de la crítica española (de lo que daría otra prueba lamentable, por si quedaban dudas, las votaciones de mejores libros del año de algunos suplementos culturales, realizadas, para mayor bochorno, no sólo por críticos o periodistas sino también por escritores). El fallo es imperdonable, desde luego. Si los críticos y, en general, los lectores más o menos especializados ya no están capacitados para hacer justicia estética a una obra de esta envergadura y esta ambición creativas, mientras celebran con perversa satisfacción obras infinitamente menores, habría que empezar a pensar que la bancarrota literaria es total. El fenómeno de esta corrupción del gusto se agiganta, además, año tras año, con los éxitos sucedáneos, los reiterados galardones a la mediocridad y la espuria sobreabundancia del mercado editorial. No sabría decir cuál es el problema con exactitud. Si la disuasión derivada de las mil doscientas páginas de la novela, o la tendencia, ya denunciada por Kundera, a negar e ignorar la grandeza artística cuando se la tiene ante los ojos por parte de quienes ya no la pueden soportar. Una morbosa ceguera cultural en la que la mayoría de los concernidos muestra pereza intelectual, desidia estética y cortedad de miras. No cabe duda de que Contraluz es la demostración más contundente que pueda imaginarse de que la novela es el género literario supremo. Superior a la poesía y al teatro y a la simple narración o al ensayo por su inmenso potencial de absorción y combinación de discursos de heterogénea procedencia. Con obras totalizadoras y arriesgadas como ésta, y no con el anodino lote que abarrota las librerías, podría asegurarse que la literatura como tal, en papel o en tableta, tiene algún futuro que no sea su odiosa disolución en las formas banales del espectáculo y el entretenimiento masivos para ciborgs que se niegan a reconocer su condición. Como anuncia el genial epígrafe de la novela, citando a Thelonius Monk: “Siempre es de noche; si no, no necesitaríamos luz”.

El segundo autor es Don DeLillo. Punto Omega (Seix-Barral) es una intensa y deslumbrante parábola sobre el tiempo y el poder de destrucción del tiempo concentrada en la revelación del desierto como reloj mineral, cronología de piedra, tiempo cero o lugar de muerte universal. Inspirándose en la estrategia del artista Douglas Gordon en su instalación sobre Psicosis, DeLillo logra incorporar el cine a su dispositivo narrativo haciendo que la fórmula comercial de explotar el sensacionalismo criminal derivado de Hitchcock se neutralice imponiendo los tiempos muertos y los espacios vacíos de Antonioni (La aventura). Y todo esto con el fin de denunciar, sin concesiones, las patologías públicas y privadas que condujeron a la desastrosa guerra de Irak y al estado de cosas de un país sumido, como secuela de sus errores históricos y de sus creencias fundacionales, en una crisis devastadora. De cualquier modo, las obscenas filtraciones de Wikileaks apenas si pueden sorprender, por más que pretendan imponer la fuerza de lo fáctico sobre lo simbólico, a los lectores versados en la novelística de DeLillo.

Si leemos, como siniestro epílogo de todo esto, Suites imperiales (Mondadori), la nueva novela de Bret Easton Ellis, la imagen del imperio en declive evidente se vuelve un desnudo integral en una película de bajo presupuesto. En esta visión sulfúrea de Hollywood todo está en compraventa, o es objeto de especulación efectiva e intercambio constante, de comercio provechoso para todas las partes implicadas, desde las almas intangibles de guionistas, directores y productores hasta los cuerpos hermosos y deseables de los actores y las actrices y las sustancias ilegales que los mantienen a todos en frenético movimiento. Después de leerla, los cotilleos publicitarios de la meca del cine comercial parecerán nimiedades triviales en comparación con todo lo que ocultan al público para preservar su aura mediática.

Para 2011 se anuncia la publicación en español de la nueva novela de Michel Houellebecq, El mapa y el territorio (Anagrama), donde, más allá de las denuncias de los resentidos y el menosprecio de los resabiados de siempre, encontraremos a un Houellebecq menos tempestuoso e intempestivo, capaz de observar en el espejo de la literatura, sin inmutarse, su brutal asesinato y la putrefacción de su cadáver descuartizado y, en paralelo, el ingreso de la Europa senil del futuro inmediato en la banalidad total y definitiva (una Europa laminada por el capitalismo y la tecnocracia). La valentía y honestidad del gesto le han valido el último premio Goncourt, galardón algo desprestigiado, como tantos otros, por el mal uso de los jurados, excepto cuando lo ganan, como es el caso, un autor mayor y una obra meritoria.