[Slavoj Žižek, El coraje
de la desesperanza (Crónicas del año en que actuamos peligrosamente),
Anagrama, trad.: Damià Alou, 2018, págs. 403]
La urgencia de la
situación actual no debería servir en modo alguno como excusa: una situación
urgente es el momento para pensar. No debería darnos
miedo darle la vuelta a la famosa tesis XI de Marx: “hasta ahora hemos
intentado cambiar nuestro mundo demasiado deprisa; ha llegado el momento de
reinterpretarlo de manera autocrítica, examinando nuestra propia
responsabilidad (izquierdista)”.
-S. Z., Coraje, p.
358-
A medida que el capitalismo se ha hecho global,
el discurso de la izquierda que nació para oponerse a él se ha ido volviendo
cada vez más estrecho. El porqué de esta paradoja ideológica es lo que analiza
Žižek de manera tan lúcida como exhaustiva en esta renovada entrega de su
faceta de pensador político. Los buenos lectores del maestro esloveno ya
conocemos su último libro filosófico (“La incontinencia del vacío”), aún
inédito en español, pero esta provocativa propuesta de lectura del presente que
data de 2017 no resulta coyuntural sino insuperable. Nada de lo acaecido desde
entonces le resta aciertos, ni existe en el horizonte cognitivo de estos años novedad
seria que refute la visión crítica enunciada aquí.
Para entender con precisión la pertinencia de
este esfuerzo de exégesis surfera de las olas intempestivas de la actualidad
hay que retrotraerse a otro libro suyo, de hace más de un lustro, “El año que soñamos peligrosamente”. El año 2011 fue para Žižek aquel donde se impuso en el
mundo el signo de la insurrección popular con las revueltas egipcia y tunecina,
los indignados españoles, las protestas contra el capitalismo financiero de
Wall Street y contra las políticas de austeridad dictadas por la UE. Y también
cuando amenazas aciagas, señales ominosas y “sueños oscuros y destructivos”
hicieron su siniestra aparición a todo lo largo y ancho de Europa. Así que este
libro nace, en principio, de la constatación de un fracaso que ya se intuía
entonces pero ahora es casi definitivo. Ninguna de aquellas protestas ha
desembocado en ningún proceso de emancipación real. Más bien al contrario, las
soluciones se han convertido en nuevos problemas y estos han alcanzado un nivel
de enredo inconcebible. Y los signos negativos no hacen sino agravarse.
La situación geopolítica del presente se
definiría así, con categorías en parte inspiradas por ese otro gran pensador
actual (Peter Sloterdijk), como la de un capitalismo globalizado que después de
dar la vuelta al mundo con el imperialismo se ha apropiado de él país a país
imponiendo la idea ubicua del mercado como gran reorganizador de la realidad. Y
aliándose, al mismo tiempo, con las culturas locales o nacionales más tradicionales,
renunciando a los valores ilustrados de ascendencia europea, para poder funcionar
sin estorbos. Como sentencia con acierto: “La cruel ironía del antieurocentrismo es que, en nombre del anticolonialismo, se critica a Occidente justo en el momento histórico en que el capitalismo global ya no necesita los valores culturales occidentales para funcionar sin problemas”.
Žižek se atreve a proponer a Europa, en un gesto dialéctico ya esbozado
en libros anteriores, como enclave trascendental de la batalla mundial, no tan
incruenta como algunos pretenden, por el control económico y político entre
chinos, americanos y rusos. El desconcierto y las políticas erráticas, los
síntomas de parálisis o impotencia europeas, son nociones que Žižek moviliza en
su diagnóstico implacable de los fallos de la UE. Como buen consumidor de
teleseries, Žižek acaba el libro en un cliffhanger que simboliza así mismo la
imposibilidad inmediata como la urgente necesidad de recuperar el proyecto de
una Europa centrada en “su legado de emancipación radical y universal”.
Lo que Žižek propone no es tanto la reinvención
del comunismo, su aparente objetivo intelectual, como la creación de un nuevo sentido
común que regenere la política, la economía, la sociedad y, por supuesto, la
cultura. Un sentido común que redefina sus clichés a partir de los nuevos
conflictos y antagonismos del género, la clase social, la raza o la etnia y la
religión con el fin de tener un punto común de pensamiento. Comunismo entendido,
por consiguiente, como valor común e intercomunicación universal pese a todas
las diferencias existentes en el complejo mundo del siglo XXI. Como dijo el difunto TomWolfe refiriéndose a McLuhan en los años sesenta: ¿y si tiene razón?...