martes, 28 de noviembre de 2023

SEXO Y MUERTE


  [Cormac McCarthy, El consejero, Random House, trad.: Luis Murillo Fort, 2023, págs. 136] 

Cormac McCarthy acaba de morir y se reedita El consejero. No es una novela al uso sino el primer guion cinematográfico escrito por McCarthy. Y supuso en 2013 el brillante regreso al territorio amoral de No es país para viejos tras la exitosa excursión por los páramos turísticos del apocalipsis, el pesimismo profético y el lirismo humanista de La carretera, que le ganó a su autor el reconocimiento masivo.

El consejero, leído como un lacónico ejercicio de cámara dominado por diálogos y acotaciones, confirma la visión del mundo de McCarthy, de un nihilismo radical, y reserva numerosas sorpresas narrativas para los aficionados a su literatura fronteriza. Esta fábula de turbia moraleja pretendería ilustrar, en parte, los motivos más cínicos de No es país para viejos. En apariencia menos violenta y más elíptica, la historia se centra en la trágica caída en desgracia de un abogado triunfador, a sueldo de diversos capos mafiosos, que decide participar en una suculenta operación de narcotráfico para ganar una fortuna y poder retirarse con su gran amor latino, Laura.

Sus socios en la empresa son dos vividores carismáticos (uno hispano, Reiner, y otro anglo, Westray) que han aprendido a minimizar en sus fastuosas vidas el peso del principio de realidad y a maximizar el placer, el lujo, el vicio, el refinamiento, la opulencia y el sexo. El obtuso Reiner mantiene turbulentas relaciones con la fémina fatal de la trama, la diosa felina llamada Malkina, una porteña portentosa cuyos padres fueron víctimas de la dictadura y que, desde entonces, como bailarina sicalíptica o como seductora distinguida, no ha dejado de vengarse de la infamia del mundo y de los seres inferiores que lo habitan. Este ángel exterminador de sexo ardiente y cerebro cibernético es uno de los personajes más fascinantes y complejos de la obra de McCarthy y es lamentable que el maestro de Providence no consagrara una novela íntegra a contarnos los sórdidos secretos de esta esfinge epicúrea.

Como está inscrito en su programa genético, la maquiavélica Malkina traiciona a su amante y a sus atolondrados socios y precipita con su gesto implacable una danza sanguinaria de crueldad y crimen que destruirá con sadismo a todos los implicados en el peligroso negocio. Si el consejero, la encarnación de la inocencia en su variante más estúpida, logra salvarse de la matanza no será sin padecer el castigo más terrible a su codicia desmesurada: su encantadora novia Laura, secuestrada como tantas mujeres a uno y otro lado de la frontera, protagonizará una atroz filmación snuff antes de que su cadáver decapitado sea arrojado como un desecho más a un vertedero mexicano.

McCarthy poseía una de las imaginaciones más violentas de la literatura contemporánea, solo comparable a la de James Ellroy. Pero en esta narración destinada a seducir al ojo ávido tanto como a la mente lúcida, con imágenes deslumbrantes como los elegantes guepardos cazando liebres en el desierto americano, McCarthy pone a prueba el vigor masculino de su truculencia erótica. El consejero está sembrado así de insinuaciones freudianas sobre la influencia del deseo carnal en los personajes, desde la atracción lésbica latente de la católica Laura por la atea Malkina hasta el fervor cunilingüista del abogado, o el donjuanismo depravado de los capos. Y, sobre todo, la alucinante evocación de la noche loca en que la depredadora Malkina, en una exhibición narcisista de poderío animal ante el macho dominante, se montó sobre el capó del Ferrari de Reiner y se masturbó contra el cristal del parabrisas, mientras el lúbrico mafioso, sentado al volante, observaba hipnotizado sus acrobáticas contorsiones. 

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