miércoles, 6 de mayo de 2020

FINADOS Y CONFINADOS


[Publicado ayer en medios de Vocento]

Me duermo y me asalta una pesadilla espantosa. El fin del mundo. Nos desconfinamos sin control y recaemos en el horror de la pandemia. La economía quiebra y ya no la salva ni Tarantino. Se instaura entonces un estado policial encubierto. Me despierto aterrado. La vida anterior me parece un falso recuerdo. Quién me iba a decir que desearía con tantas ganas volver atrás. Como si la normalidad fuera una utopía. Esto es peor que “El ángel exterminador” de Buñuel. Como estar prisionero en la mente de un paranoico o en la fantasía de poder de un político megalómano. No hay precedentes. Es una crisis que afecta a todos los niveles de la realidad y necesitamos un nuevo diccionario para entenderla.
La pandemia es también mediática. Mientras se mantenía el suspense sobre la curva de muertes e infecciones y sus piruetas estadísticas, la masa confinada se excitaba con el último montaje cursi de la factoría Mediaset. Un culebrón sentimental que mostraba una vez más la utilidad educativa de la telebasura. Vivimos en un mundo donde nadie explica nada, aunque nos creamos saturados de información, y hasta la discusión sobre el inquietante origen del virus suena desfasada. La comunidad científica se debate entre acusar a la experimentación irresponsable en laboratorios o achacarlo al daño ecológico. Internet difunde polémicos artículos sobre el asunto, pero sus tesis discrepan tanto que cabe preguntarse si la primera víctima de esta catástrofe no será otra vez la verdad.
Y la geopolítica impone sus peligrosas estrategias. Chinos y norteamericanos se enfrentan sobre el tablero de ajedrez para conquistar la primacía a toda costa, buscando a los rusos como aliados. La Guerra Fría terminó hace treinta años, pero las mismas superpotencias que se disputaban entonces el control del planeta y sus energías de vida y muerte prosiguen hoy la guerra global por medios económicos, tecnológicos o biopolíticos como esta maldita pandemia. El nuevo orden mundial está reconfigurándose ante nuestros ojos y no sabemos verlo. No existe pastilla esotérica para esa clase de ceguera. Y los gobiernos se apiadan de nosotros y nos liberan por fases del encarcelamiento. Superando pantallas como en un videojuego tramposo. Los helicópteros policiales sobrevuelan la playa vigilando a la gente por si se desmadra. Los menores corren alegres por la orilla espantando gaviotas. Los mayores celebran el mediodía solar con gestos de victoria. La vida sigue. Es el film del mundo tal como lo conocemos.

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