miércoles, 9 de septiembre de 2020

MALA VIDA


[Publicado ayer en medios de Vocento]

            Tres cosas hay en la covida. Mala salud, dinero escaso y unos supuestos presupuestos. Una tomadura de pelo. No es porque no sirvan para nada sino porque solo sirven para lo que Sánchez quiere. Mientras unos venden el alma empresarial por el beneficio económico, Sánchez solo trabaja por el puro beneficio político. No hay más que estrategia y simulacro en su renovado anuncio de negociación de presupuestos. Lo vimos hace dos años, la jugada acabó en gatillazo electoral, y la historia se repite ahora como farsa al servicio del sanchismo. Es incomprensible que los presupuestos cobren esa trascendencia filosófica estando tan mal el país. Gobernar ya no es necesario, presupuestar sí. Escuchas pronunciarse sobre la cuestión a los tertulianos de un bando y otro y todos parecen a sueldo del dueño del BOE. La libertad de expresión se asfixia, amigo Redondo, si no le das aire libre.
            Hablando de simulacros. Una amiga chistosa me pregunta por la fecha de la moción de censura de Vox. Y le respondo sin pensarlo que la moción de censura no tiene fecha, ni quizá la tenga, solo tiene facha. Es una fachada rocambolesca. Como los presupuestos de Sánchez. Todo es fachada. Apariencia. Trampantojo publicitario. Así en la extrema derecha como en la izquierda. Qué maldición. Con las cifras del covid disparadas y la imagen de marca española bajo mínimos históricos. Hay que ser el cejijunto doctor Simón para entender lo que está pasando. El círculo vicioso de la economía y la salud. Nuestra ineficiencia para prevenir y gestionar es máxima. Estamos quedando ante el mundo como un fiasco total. Decenios luciéndonos en el faroleo sistemático y así nos va. Que la vida iba en serio, ahora lo comprendemos mejor. Da vergüenza pensarlo. No sé si lo merecemos.
Es evidente que le pedimos a la ciencia mucho más de lo que puede darnos. Hemos creído que una vez que habíamos renunciado a esperar la ayuda de la Providencia podíamos confiar en el socorro de la ciencia. No pidas a la ciencia lo que ni siquiera te atreverías a pedirle en voz baja a tu dios favorito en un momento de desgracia. La ciencia no es divina ni adivina. Ni lo pretende. Cuando se toma por tal la cosa no suele acabar bien. Hay que agradecerle que la modestia y la cautela se cuenten entre las virtudes de su método, pese a la soberbia de algunos de sus portavoces. Cuando el ser humano deja de creer en Dios, no es que crea más en sí mismo o crea en cualquier cosa, como decía Chesterton, es que se lo cree todo al pie de la letra.

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