viernes, 28 de agosto de 2020

VACACIONES PERMANENTES



 [Publicado el martes 25 de agosto en medios de Vocento]

Las vacaciones hacen mucho daño. Vacaciones que son una victoria de los pies sobre la cabeza, como la Champions. Nadie quiere pensar. Pensar para qué. ¿Para darse cuenta de lo que se nos viene encima cuando acaben? Mejor seguir de vacaciones mentales. Ahora lo sabemos. Las mascarillas serán la prenda de moda en todas las estaciones del año. Vivimos hospitalizados hasta en la calle y los médicos se frotan las manos viendo en cada transeúnte un paciente potencial.
Deberíamos pasar página. ¿Pasar página, cómo se hace eso?, pregunta el mal estudiante que no sabe ni pasar de curso. Hay libros con páginas de plomo, imposibles de pasar. Esto pasa con la pandemia. El coronavirus está metiendo el dedo en la llaga de todas nuestras miserias. No hay modo de pasar página. Estamos atascados. Qué marasmo. No se puede pensar que las decenas de miles de muertos no iban a pasar factura, por más que los quiten de la vista como al emérito demérito. Solo Sánchez parece empeñado en salvarse y mantener el poder a toda costa. Es astuta su estrategia de ceder a las comunidades autónomas el control de una situación ingobernable. El presidente ha dado la orden de que inventen ellas y así vamos. Que reinventen, bajo la amenaza del covid, la educación, el turismo, los servicios sociales y sanitarios, el ocio nocturno. Y lo gestione cada una a su manera, a golpe de improvisación. No aprenden. Menudo desmadre. Después de lo sufrido, suspenden otra vez y nos condenan a esto. Esta dejadez. Esta dejación. Esta vacación permanente. Ya no sé si es por incompetencia o porque tienen un plan. Es difícil hacer peor las cosas. La inercia y la imprevisión en que vive instalado este gobierno, por interés de Sánchez, conducirán a un otoño de pesadilla nacional. La ruina y el desprestigio de un país pueden hipotecar el futuro de generaciones.
No sé cómo nos las arreglamos, la mala educación siempre brilla por su ausencia en los debates. Algunos gobernantes se llenan la boca hablando de la vuelta al cole, pero muchos políticos tendrían que volver a la escuela para hacer los deberes pendientes y aprender ciertas lecciones que han olvidado demasiado pronto o nunca les enseñaron. No nos preguntemos por qué la educación no es un problema para nadie en este país, basta con escuchar a la ministra cinco minutos para tener la respuesta. Preguntémonos, más bien, por qué nadie cree que sea una solución. Ya se sabe que los pueblos, como decía Marx, solo se plantean los problemas que pueden resolver.

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