[Adolfo Monje Justo, Francis Ford Coppola. Poética del
mito, Shangrila ed., págs. 385]
Hace cuarenta años, en enero de
1980, veía en una sala de cine por primera vez Apocalypse Now, una
de las películas que más trastornó mi mirada adolescente sobre el mundo, el
pensamiento y la creación.
Hace casi cuarenta y un años, en mayo de 1979,
un montaje inconcluso de Apocalypse Now le ganaba a Coppola su
segunda Palma de oro en el Festival de Cannes (la primera fue en 1974 por La
conversación, excéntrico homenaje al Blow Up de
Antonioni). Meses después se estrenó en salas un montaje que en aquel momento
se suponía definitivo y que fue recibido por los espectadores de entonces entre
el estupor, la perplejidad y el asombro. Coppola había rodado más de
noventa horas de metraje y había conseguido componer una versión satisfactoria
de apenas dos horas y media. Cuarenta años después, Apocalypse Now es
una obra que ha superado de tal manera a su autor que este, tras diversas
versiones, sigue sin encontrar el montaje definitivo (por más que desde el año
pasado se distribuya en 4K el supuesto Final Cut de la
película, de tres horas y cuarto de duración).
La condición de inconclusa, no obstante,
conviene a una obra artística que se abre a las posibilidades del significado y
la interpretación. Así Apocalypse Now, obra maestra de una nueva
literatura de las imágenes, representa un cine que aspiraba a ser tan poderoso
y creativo como la literatura y la filosofía juntas, sin dar de lado a la
pintura y a la música, para transformarse, en sintonía con los planteamientos
de sus maestros Welles, Kubrick y Syberberg, en un arte total.
Todo eso y mucho más nos enseñó el maestro
italoamericano a los espectadores cómplices de finales de los setenta, que
creíamos haberlo visto todo en una pantalla, tras una década de esplendor
inaudito, y aún nos quedaba explorar el inconsciente colectivo de una América
que no saldría ilesa de la guerra de Vietnam y del Watergate. Ese es el sentido
político de la palabra “apocalipsis” que atruena desde el título como una
condena fatal. Es la revelación de un apoteósico fin de ciclo, un más allá de
la experiencia viciada de una realidad corrupta, como escenificaban las
imágenes de la destrucción final en la versión primigenia (luego obliteradas por
razones para mí inexplicables). Hay quien señala que la época más creativa del
cine americano del siglo XX se inauguró con el 2001 de
Kubrick, un viaje cósmico hacia el infinito y la renovación, y se clausuró
con Apocalypse Now, un viaje dantesco al fin de la noche, un
descenso al infierno de la guerra, la historia y los mitos primordiales.
Este libro de Monje acierta al pretender
adentrarse bien armado en la jungla mitológica de una obra tan compleja como
esta y lo hace, además, organizando el análisis como un viaje por los grandes
mitos que la tradición y la literatura han construido para explicar la
existencia humana, la vida y la muerte, o los ciclos de decadencia y
renacimiento. El eterno retorno, en suma, de la vida en sus infinitas
metamorfosis y mutaciones. En este sentido, Monje parte del concepto genérico
de imaginario, tal como lo enunció Gilbert Durand, antropólogo defensor de las
poéticas del mito, como acervo de símbolos, ficciones y fábulas con que la
mente humana explica su presencia y su relación con el mundo. Y luego se apoya
en el filólogo folclorista Eleazar Meltinski, quien estudió la remitologización
de la literatura en el siglo XX, con obras maestras como el Ulises de
Joyce, La tierra baldía de Eliot o José y sus hermanos de
Thomas Mann.
Tras el exhaustivo análisis de Monje, queda en
evidencia que Apocalypse Now es una obra mitologizante de esta
clase: una creación híbrida donde la línea narrativa principal la suministra
una novela alegórica como El corazón de las tinieblas de
Conrad a la que se le van adhiriendo motivos míticos hasta constituir una
enciclopedia narrativa sobre la mitología humana. La única duda que plantea
este sólido estudio es si la fusión del mito tradicional, propio de sociedades
arcaicas, y la tecnología del cine, producto de una civilización avanzada, no funcionaría neutralizando el poder liberador y restaurador del mito,
convirtiéndolo en espectáculo de un estadio capitalista donde los mitos y sus
cultos han perdido influencia.
recuerdo haber leído el libro de su hija sobre el rodaje tan caótico. La película es una obra maestra sin dudas y me gustan las referencias a Kubrick también. Su 2001 sigue siendo mi peli preferida de toda la historia, saludos...
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