miércoles, 18 de diciembre de 2019

GRETA Y BORIS



 [Publicado ayer en medios de Vocento]

Los mercados se felicitan por la victoria de Boris Johnson, lo repiten todos los medios con sorpresa, y yo me río a carcajadas. Cómo no iba a ser así. A nadie que cotice en bolsa le importa demasiado el Brexit. Solo perjudica a los que no tienen nada. En la economía global, la libre circulación de la pasta financiera, burlando fronteras, está siempre garantizada. A día de hoy, si perteneces a la UE es porque no puedes hacer otra cosa mejor. Es lo que le pasa a España. El Brexit de Johnson y su aplastante plebiscito han metido el dedo gordo en la llaga invisible de la UE. El proyecto europeo inventado en el siglo XX, respondiendo a una geopolítica antigua, ya no funciona como proclaman sus líderes, con Lagarde y compañía al mando de una maquinaria viciada.
Mientras tanto, se monta en Madrid el paripé contra el cambio climático y los políticos brindan con champán a la salud de sus partidos y sus puestos de poder. Pura farsa para convencer a los votantes de que se están tomando decisiones eficaces a la hora de frenar el reloj de la destrucción. No conviene escandalizarse mucho. La gente se entrega al desenfreno de las rebajas del “Black Friday” sin acordarse de los mensajes apocalípticos de Greta Thunberg, una santa visionaria de la causa climática. Juntarla con Javier Bardem, el comunista de Hollywood, esa especie amenazada de extinción, al menos demostró que para el mundo del espectáculo ella es una actriz más. No olvidemos que la niña Greta tuvo su epifanía ecológica delante de una pantalla. Después del efecto nocivo que esas imágenes causaron en su cerebro no entiendo cómo a nadie se le ha ocurrido prohibir ese tipo de pornografía científica para menores. O restringir su audiencia a los adultos que hayan demostrado un cinismo a prueba de cualquier bombardeo ideológico. Un programa televisivo presentado por Bardem sería el único medio realmente educativo sobre el tema para niños ingenuos y niñas hipersensibles.
Seamos realistas. En el espacio navideño, pletórico de luces publicitarias y escaparates repletos de viandas y regalos, nadie puede escuchar los gritos autistas de Greta Thunberg. Así va el mundo. Hasta Boris Johnson, tras el clímax electoral, está empezando a cambiar de perspectiva. Es dudoso, sin embargo, que la niña Greta y papá Boris encuentren un remedio milagroso contra la catástrofe en curso. Todo depende de nosotros. La próxima vez que participes en una orgía consumista no pienses en la cara de asco de Greta, ni en la sonrisa complaciente de Trump o de Nadia Calviño, la ministra amiga de poderosos banqueros. Piensa, más bien, en millones de animalitos agonizando entre desechos de plástico. O, si no funciona, imagina a tus descendientes sobreviviendo a duras penas en un planeta muerto como los de Star Wars. Hazle caso al Jedi. Hazle caso a Greta.

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