lunes, 27 de mayo de 2013

EL MUNDO EN MANOS DE ALGORITMOS FINANCIEROS



Te defines como un “agente provocador” de la literatura. ¿Qué te propones provocar?

Provocar hoy es tan fácil que no tiene ningún mérito proclamarte o, peor aún, que te proclamen “agente provocador”. Nunca me ha excitado mucho eso de epatar al burgués o al pequeñoburgués. El pequeñoburgués nació epatado y espantado y no merece la pena quitarle el sueño con bagatelas artísticas. Lo que sí me gustaría es provocar a los amos, los dueños del negocio, pero estos, por su propia supervivencia, no suelen frecuentar el arte ni el pensamiento contemporáneo. Por otra parte, provocar es una forma de incitar el pensamiento de los otros, así como una forma de resistir a la función moral que se asigna hoy a los artistas en una sociedad cada vez más hipócrita, regida por valores contradictorios. Cuando más la depredación campa por sus respetos en la escena social, más tienden todas las voces autorizadas a describir la carnicería como si fuera un picnic dominical en una pradera de Disney o de Pixar. Cuando el Bien se ha transformado en la máscara o el camuflaje del Mal, el artista con un mínimo de inteligencia crítica tiene la obligación de no jugar a este juego amañado, no participar de la farsa colectiva más de lo imprescindible, incluso dinamitar el escenario donde la impostura más descarada se presenta como única realidad posible. Pero cuidado, debe hacerlo sin tomarse a sí mismo por un profeta ni un mesías, responsable de denunciar los males de este mundo. Este es el peligro de su posición. En el momento en que se tome muy en serio su papel de enemigo del sistema, por un perverso bucle muy típico de esta cultura, el mismo sistema se encargará de recuperarlo y explotarlo en su beneficio. Nada se valora más en los mercadillos financieros de la creación que la postura pública del antagonista insobornable e intransigente, el intelectual responsable que vocea sus denuncias en todos los foros a los que lo invitan. Se vende muy bien y es muy eficaz esa actitud. Se puede incluso explotar moralmente, sin perjuicio de sus beneficios económicos. Al carecer de trascendencia real, las críticas del insurgente y el revolucionario se transforman en monerías y bufonadas ante un espejo complaciente. Así que tampoco deben contarse la inocencia ni la ingenuidad (Beckett existió para algo) entre los atributos del artista contemporáneo...
 
[Seguir leyendo la entrevista con Rubén Pujol en Revista Madriz]

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