lunes, 11 de marzo de 2013

LA ERA ESTÉTICA


En una época convulsa y a la vez consensual como la nuestra es muy difícil comprender la importancia del arte y aún más de la estética. Es muy difícil convencer a una población castigada por el desempleo de que el arte se relaciona con la falta de ocupación, el tiempo inútil o desperdiciado no en la búsqueda desesperada de trabajo y dinero sino en la tarea improductiva de la contemplación y el desarrollo de las facultades sensoriales menos valoradas en el mercado laboral.
Como sugiere este espléndido tratado (Jacques Rancière, El malestar en la estética, Clave Intelectual, 2012), el descrédito de la estética lo causa, de un lado, el desprecio por la acción ineficaz, por aquella parte de la actividad humana ligada a la representación simbólica, y, de otro, la valoración capitalista de la actividad rentable, provechosa o lucrativa. No obstante, si algo se ha demostrado en las últimas décadas es que el mercado neoliberal puede conferir al arte un interés económico del que carecía en otros tiempos. De ese modo, el desprestigio actual de la estética es el programa compartido de dos facciones simétricas fácilmente identificables: los que defienden la politización militante de la producción artística, dentro o fuera de las instituciones que delimitan el espacio público de exposición, y los que privilegian el éxito financiero y la cotización comercial de obras y artistas como principales criterios de juicio estético.
 
Por fortuna, el mismo devenir del mundo se encarga de corregir estas posiciones demasiado dogmáticas o sesgadas. Como sostiene Rancière en la primera parte de este libro y confirma en la segunda al analizar las estéticas o inestéticas respectivas de pensadores de tanto fuste crítico como Alain Badiou y Jean-François Lyotard, la instalación de un “nuevo desorden” en la realidad favorece la conversión de la estética en forma suprema de pensamiento. La estética cuestionada por muchos no se ocupa, por tanto, de imponer falsas jerarquías ni de sancionar hegemonías del gusto, aun menos de marcar modas o tendencias entre el público consumidor, sino de acoplarse a la materialidad creativa de la experiencia artística, ya sea en la plástica, el cine o la literatura, con objeto de repensar las cuestiones fundamentales en un tiempo de grandes mutaciones culturales y desafíos éticos.
La paradoja conceptual de Rancière define el “régimen estético del arte” como dominio exclusivo donde el arte puede llegar a ser reconocido como tal al tiempo que se presenta como “cosa distinta” del arte, más allá o acá de la idea establecida de lo bello. Esto parecería un subterfugio intelectual para reinscribir en la estética una cierta influencia de la historia, el compromiso y la sociología, pero no es así. En realidad, la acertada estrategia de Rancière solo pretende sortear los escollos ideológicos que se interponen entre el arte y el pensamiento con el fin de restituir al primero la fuerza de transformación de la sensibilidad y la inteligencia que incorpora como promesa a menudo incumplida.
 
Como asegura Rancière, solo un arte contemporáneo, inseguro respecto de su función política y su ascendiente social, podría estar llamado a “una mayor intervención por el déficit mismo de la política propiamente dicha”. En suma, la estética del siglo veintiuno no propugna un arte solo para artistas, como Nietzsche, ni un arte liberador de la condición artística del individuo o la movilización revolucionaria de las masas, como las diversas vanguardias, sino un arte transfigurado para cada uno en experiencia política singular ante la ausencia de una auténtica política común.

2 comentarios:

  1. Un texto bello y elevado, todo hay que decirlo; pero, por curiosidad, ¿me podrías explicar en qué medida, en consideración a qué elementos formales o conceptuales, la obra de arte que acompaña en imágenes a esta entrada "repiensa las cuestiones fundamentales en un tiempo de grandes mutaciones culturales y desafíos éticos"? ¿Cuál es tu experiencia política singular ante tal obra?

    Saludos y muchas gracias

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  2. Entiéndelo como un gesto irónico de mi parte hacia mis propias palabras y/o hacia el artista elegido, el ahora nuevo ídolo de algunos...
    Saludos desde México, donde ahora ando...

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