lunes, 5 de septiembre de 2022

QUE VIVA RUSHDIE


[Publicado en medios de Vocento el martes 30 de agosto]

 En la playa no se habla de otra cosa. Cómo es posible que gobierno y PP no se pongan de acuerdo sobre la renovación de la cúpula del Poder judicial. Qué pena que a la gente playera no le interese la noticia más relevante del mes más indolente del año. El intento de asesinato de Salman Rushdie. Si no comprendemos que Rushdie es un escritor atado a un destino desde que escribió “Los versos satánicos”, tampoco entenderemos que ese destino es el nuestro, ciudadanos que quieren vivir libres en un mundo donde el fanatismo amenaza la vida. Como se ha visto en el homenaje a las víctimas de los atentados de Barcelona, existen pirados que prefieren acusar de asesino al Estado español antes que asumir la culpabilidad de los terroristas. La radicalización islamista no es achacable a causas sociales. El mal está, como enseña la literatura de Rushdie, en la repugnante ideología de los imanes, los yihadistas, los talibanes y los ayatolás que intoxican a los jóvenes con sus creencias fanáticas.

Algunos necios critican “Los versos satánicos” sin reconocer que el caso Rushdie pone de relieve una de las lacras más terribles del mundo contemporáneo. Hablo de la beligerancia musulmana contra todo lo que no corresponde a su sectaria interpretación de la vida y su sangriento compromiso con la muerte de individuos declarados enemigos de su credo y sus mitos. Pero también de la guerra intestina que divide a los partidarios de los derechos humanos y la libertad de aquellos otros que, esgrimiendo la tolerancia multicultural como excusa, niegan la hostilidad y la violencia de regímenes intolerantes, como el iraní, que fomentan el asesinato de mujeres y hombres en nombre de valores islámicos.

La genialidad de Rushdie en “Los versos satánicos” radica en haber sabido conjugar con humor, en el juego de la ficción, la mitología fundamentalista y la idolatría televisiva y cinematográfica. La ideología del integrismo coránico y la del espectáculo integrado, único ideario del poder en las democracias occidentales. Frente a ambas, Rushdie pone en escena la formidable ironía y ambigüedad de un relato irreverente que acaba relativizando cualquier posición de verdad absoluta, credulidad o fanatismo. Con esta novela carnavalesca, asociando un imaginario exuberante a la máxima libertad expresiva e intelectual, Rushdie nos hace a los ciudadanos del siglo XXI, amenazados por múltiples formas de irracionalidad, el regalo más inteligente. Ojalá se atrevan a darle el Premio Nobel este año. 

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