jueves, 11 de noviembre de 2021

UTOPÍA FEMENINA

 

[Joanna Russ, El hombre hembra, Nova, trad.: Maribel Martínez, 2021, págs. 272] 

Larga es la historia literaria de las utopías femeninas. Larga es la historia de este género narrativo que ha expresado como ninguno la inquietud e incomodidad de las mujeres respecto de su papel en la sociedad patriarcal. Desde Margaret Cavendish, la duquesa de Newcastle, en pleno siglo XVII, hasta Ursula Le Guin y Marge Piercy, ya en los años sesenta y setenta, pasando por Mary Bradley, Elizabeth Corbett y Charlotte Perkins Gilman, en el siglo XIX, la ficción especulativa ha sido la forma de escritura preferida para representar mundos alternativos donde la nueva organización social reconociera las virtudes y talentos del género femenino y no disminuyera sus poderes.

Joanna Russ (1937-2011) fue una de las más heterodoxas e inventivas escritoras de esta gran tradición literaria. Una autora que escribió sin complejos desde planteamientos feministas y abiertamente lésbicos, cuestionando de manera radical tanto los vicios y depravación del patriarcado como las simplezas de una crítica biempensante del mismo que no tomara conciencia del grado de complicidad que la milenaria relación de opresión padecida por las mujeres generaba en estas, de manera consciente o inconsciente. De ahí la eficacia de recurrir a la complejidad técnica de la ficción para rehuir los riesgos del panfleto.

Gracias a esta actitud estética de (auto)exigencia y provocación constante, Russ logró escribir El hombre hembra (1975), una novela altamente subversiva y sarcástica sobre la hegemonía patriarcal y sus alternativas y disidencias éticas que preserva hoy, cuando la censura al patriarcado es un lugar común, toda su fuerza narrativa y su pertinencia intelectual. Considerada, además, el gran clásico de la ciencia ficción feminista, la trascendencia de sus postulados y la originalidad de su estilo superan con creces los límites y estrecheces de esa adscripción genérica.

El hombre hembra cuenta en nueve partes las fases creativas de su gestación como libro: los vagidos finales de este, enunciados con la voz de la autora, concluyen la novela con un bucle metaficcional que añade inteligencia e ironía autocrítica al relato. La génesis del libro, sin embargo, la producen la intersección espaciotemporal de las vidas de cuatro mujeres distintas que viven en mundos totalmente incompatibles y el bombardeo sistemático de la linealidad lógica de la historia, rasgo dominante de la ideología patriarcal y la mentalidad masculina.

Las cuatro Jotas, las cuatro protagonistas cuyo nombre comienza con la letra J, son cuatro versiones de la misma mujer existiendo en mundos paralelos: la indecisa Jeannine, una heterosexual paradigmática en sus dudas, tristezas y frustraciones, vive en una ucronía de la Tierra sumida aún en la Depresión económica de los años treinta y donde la segunda guerra mundial no ha tenido lugar; la lesbiana Janet y la asesina Jael provendrían, respectivamente, de una utopía (Whileaway) donde los hombres se habrían extinguido y las mujeres compartirían todo, el sexo y el trabajo, la reproducción y la educación, y de una distopía donde el mundo se dividiría en dos territorios (Manland y Womanland) habitados exclusivamente por cada uno de los sexos en guerra fría y desavenencia permanente; y, finalmente, Joan, avatar de la propia escritora en el universo de la ficción, quien habitaría el planeta Tierra en los años setenta del siglo XX en los que se estaba escribiendo esta fascinante novela.

Como dice el agudo escritor y crítico Adam Roberts, autor de una joya narrativa de la ciencia ficción contemporánea (The Thing Itself), en El hombre hembra los personajes femeninos se deslizan de un mundo a otro con una desenvoltura fantástica y Russ muestra de ese modo a sus lectoras, destinatarias privilegiadas del seductor artefacto, cómo el cambio de las circunstancias sociales comporta una modificación radical del ser de la mujer. 

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