domingo, 25 de noviembre de 2018

TRAMPAS


[Publicado en medios de Vocento el martes 20 de noviembre]

Dejémonos de trampas. Trump no es un demonio ni el espíritu maligno que denuncian sus enemigos. Trump no es un enfermo tampoco, aunque luzca esa pinta de albino desgreñado, sino el síntoma del malestar que corrompe la vida democrática. Por eso los demócratas no saben cómo librarse del grotesco personaje y conjurar su nefasta influencia. Trump es todo menos una casualidad histórica. Es alguien que ha penetrado el misterio de la vida americana con mentalidad publicitaria para venderle al pueblo lo que más echa en falta. Un simulacro de autenticidad. La fractura americana es radical. Sus votantes representan esa facción del país que profesa el cristianismo, el patriotismo, el racismo, el culto a la armas y cree que el mundo exterior es hostil y asilvestrado. La facción liberal, que votó a Obama por decencia y se negó a votar a Clinton por lo mismo, vive en grandes ciudades, sostiene un credo multicultural, suscribe el ideario LGTBIQ+, la nueva norma sexual, y piensa que el mundo es alegre y multicolor como sus manifestaciones callejeras.
Entre tramposos anda el juego político del momento. Como era previsible, al frente del CIS el presidente Sánchez colocó a un propagandista de su causa. El pez gordo electoral no se le puede escapar al equilibrista Sánchez y si hace falta, como demuestran sus polémicos decretos y presupuestos, está dispuesto a pescar tiburones con dinamita. Tezanos es un chef de múltiples recursos y sabe que el gusto culinario actual recomienda las viandas poco hechas. Hasta ahora el CIS ingería los datos crudos y la digestión estadística no le causaba acidez ni vómitos. Al sondear la Andalucía bipolar regida por el chip de Susana Díaz, Tezanos cambia el algoritmo engañoso, como es lógico. Aquí las encuestas sin cocinar se atragantan y hay que recurrir al sartenazo y la freidora grasienta para que el pescado fresco no sepa demasiado japonés al paladar regional.
Trump, otro pescador ambicioso, ya ha cebado el anzuelo para revalidar su tremendo mandato en 2020. Ha cedido la Cámara de Representantes a los demócratas para compartir el desgaste y el descrédito. Trump es ese presidente performativo que rellena el vacío mental de los electores con tuits majaderos y provocaciones pueriles dando tiempo a la economía a que imponga su autoridad. Así los adversarios quedan en evidencia como políticos de retórica pretenciosa y valores inútiles. Cuando los votantes tengan que elegir al candidato demócrata se quedarán en casa por hastío, pero los devotos de Trump, adictos a los exabruptos del líder, irán en masa a votar como zombis al energúmeno que, si alguien no lo remedia, acabará con la democracia americana, como pretende Putin. Mientras la democracia siga girando en círculos viciosos sin remediar los males endémicos que la aquejan, los orates, los tramposos y los falsarios estarán al mando del negocio.

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