martes, 24 de julio de 2018

SEXO ORACULAR



De todos es sabido que los hombres cosifican a las mujeres. Pero ninguna de nuestras evaluaciones de pechos y piernas de las féminas puede compararse con el frío cálculo de una mujer en el mercado del semen. 

-J. Eugenides, "Jeringa de cocina"-

 [Jeffrey Eugenides, Denuncia inmediata, Anagrama, trad.: Jesús Zulaika, 2018, págs. 315]

Las vírgenes suicidas cumple veinticinco años y esta excelente recopilación de diez relatos, publicada mientras Eugenides afronta la tarea hercúlea de escribir su cuarta novela, permite evaluar el designio original de su obra con una perspectiva panorámica.
Un sector de la crítica anglosajona señala que el dinero es el motivo recurrente de la literatura de Eugenides. En mi opinión, sin negar la importancia de la economía en el diseño de sus tramas, el gran tema de Eugenides, haciendo un guiño a su apellido griego, es el sexo, aunque solo aparezca de refilón en sus historias, como suplemento a la vida racional de sus protagonistas, gente de clase media enfrentada a dilemas que la especie humana conoce y padece desde los orígenes de la cultura. En sus ficciones, el sexo entra por las ventanas, como un intruso, por más que sus personajes les cierren las puertas con llave y candado si hace falta. 
En su magistral trilogía novelesca (Las vírgenes suicidas, Middlesex y La trama nupcial) completa un ciclo fascinante que replica las estaciones mentales de un (im)posible viaje a la madurez sexual de la especie. El gen de Eugenides, o el principio genético de su narrativa: desde el primitivo tabú de la virginidad y sus agresiones y transgresiones sociales, o la dudosa poesía intersex y sus perversiones prosaicas, hasta la prosa conyugal desengañada y más, mucho más allá.
El sexo no es, por supuesto, la representación del sexo, pornográfica o no, sino la sexualidad humana, la división en géneros incompatibles, la urgencia del deseo erótico y la pulsión genuina de reproducirse, la genética egoísta y las miserias del afecto y el sentimiento, el simulacro del amor y los ceremoniales colectivos que conjuran la atracción carnal entre cuerpos y la hacen socialmente aceptable y útil. En esto, Eugenides es extraordinario. No existe otro escritor comparable en agudeza y sensibilidad, ingenio e inventiva narrativa, así como en expresión de emociones y sensaciones.


Eugenides estudió en la Universidad de Brown, donde aprendió con el maestro Jack Hawkes todo lo que necesita conocer un discípulo sobre la literatura y la vida para poder hacer una contribución significativa a la historia de su arte. En esa prestigiosa universidad debió entrar en contacto con las avanzadas teorías científicas de Anne Fausto-Sterling sobre la multiplicidad sexual, y familiarizarse, de paso, con las tesis neodarwinistas de Richard Dawkins. Muchos de los relatos más logrados de esta colección demuestran que sus torturados personajes, antes o después de experimentar conflictos financieros, deben afrontar los rituales iniciáticos del sexo, sus trampas mentales y desafíos afrodisíacos.
“Jeringa de cocina” (1995), escrito después de Las vírgenes suicidas, escenifica los problemas de una cuarentona italoamericana para ser madre cuando ya ha realizado sus propósitos profesionales y decide organizar una fiesta de inseminación en su apartamento durante la que un donante seleccionado depositará su semilla en una taza. El narrador es un antiguo amante y la ironía sobre la masculinidad está servida desde el título (ver cita más arriba). “La vulva oracular” (1999), un relato perturbador y polémico, precursor intelectual de Middlesex (2003), su exitosa segunda novela, es de lectura obligatoria hoy. Un supuesto experto en los misterios genitales de la intersexualidad ve refutadas sus teorías culturales no solo por una rival potente sino por las prácticas ancestrales de una tribu guatemalteca donde la escisión de los sexos es radical (hombres y mujeres viven separados en chozas distintas dentro del poblado) y los futuros hombres se vigorizan durante la infancia y la adolescencia mediante orgiásticas ingestiones de semen.
Y dos relatos más recientes, “Buscad al malo” (2013), sobre la imposibilidad ontológica de la pareja y el matrimonio vista desde la perspectiva del miembro masculino, y “Denuncia inmediata” (2017), sobre la falsa violación de una menor y la corrección política como nueva conciencia colectiva o tribunal social, revelan una vez más cómo la fascinante narrativa de Eugenides extrae toda su fuerza del laberinto hipermoderno del Eros. La serenidad espiritual que transmite otro gran relato de la serie (“Correo aéreo”; 1996) se relativiza cuando el lector recuerda que su ascético héroe (Mitchell Grammaticus) es el pretendiente fallido de la protagonista de la última novela de Eugenides (La trama nupcial; 2011), donde la complejidad sentimental de las relaciones, el desencuentro sexual y el devenir de la vida alcanzan un éxtasis irrepetible.

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