martes, 17 de julio de 2018

REALISMO IMPOSIBLE



[Fredric Jameson, Las antinomias del realismo, Akal, trad.: Juan Mari Madariaga, 2018, págs. 368]


In the postmodern, where the original no longer exists and everything is an image, there can no longer be any question either of the accuracy or truth of representation, or of any aesthetic of mimesis either. Deleuze “puissance du faux” is a misnomer to the degree that, where the true is ontologically absent, there can be nothing false or fictive either: such concepts no longer apply to a world of simulacra, where only the names remain, like time capsules deposited by aliens who have no history or chronology in our sense in the first place. [En la posmodernidad, donde el original ya no existe y todo es imagen, ya no puede haber ninguna pregunta sobre la exactitud o veracidad de la representación, ni sobre cualquier estética de mímesis. La “potencia de lo falso” de Deleuze es un nombre inapropiado en la medida en que, donde lo verdadero está ontológicamente ausente, tampoco puede haber nada falso o ficticio: tales conceptos ya no se aplican a un mundo de simulacros, donde solo permanecen los nombres, como cápsulas del tiempo depositados por extraterrestres que no tienen historia o cronología en nuestro sentido, en primer lugar.]

-Fredric Jameson, Las antinomias del realismo- 

          Como todos los grandes libros, este ofrece dos modos de lectura complementarios. Uno, más horizontal, tratando de abarcar el ambicioso arco temporal trazado por su discurso, desde el siglo diecinueve hasta comienzos del veintiuno. Otro, más vertical, disfrutando a fondo del placer de sumergirse en cada capítulo del libro en busca de tesoros escondidos entre sus abarrotados anaqueles. 
No es la primera vez que Fredric Jameson, el mayor teórico literario y analista cultural de los últimos cincuenta años, se enfrenta a su temática preferida: el realismo. Ya lo hizo en importantes libros anteriores como El inconsciente político (1989) y en ensayos específicos repartidos por su inmensa bibliografía (ver, por ejemplo, como uno de los más logrados y extensos, "The Existence of Italy" incluido en la segunda parte de Signatures of the Visible). Pero sí es la primera vez en que lo aborda desde una perspectiva renovadora donde influye menos la matriz marxista, esencial a su pensamiento dialéctico, y donde la aguda inteligencia de la cultura posmoderna le proporciona una visión menos sesgada y más contemporánea del tema.
El título lo dice todo, pero el prólogo avisa a los lectores que esperen encontrar en este magnífico tratado una justificación estética de la novela realista en nuestro tiempo. En las dos partes asimétricas del libro, Jameson no solo se propone analizar las grandezas y miserias del realismo decimonónico, y validar su importancia histórica, sino revisar y corregir las teorías antagónicas de maestros como Eric Auerbach, Mijaíl Bajtín o György Lukács.
Al principio de todo, está la problemática historia de amor entre la realidad y la novela de la que nacería un hijo adulterino llamado “novela realista”. Sus primeras muestras logradas, como Balzac, marcaron una pauta de registro notarial de la sociedad burguesa que solo se consumaría cuando sus seguidores refinaron el estilo con que representar las nuevas experiencias de aquella época. Si Zola y Flaubert representan la cúspide del realismo decimonónico es por su poderío al afrontar, con innovadora técnica narrativa y lenguaje hipersensible, las patologías, grietas, derivas, pasiones y pulsiones destructivas de un mundo, como el burgués, que se creía perfecto y eterno.
En Zola, subraya Jameson, la ficción experimental capta la pluralidad de los afectos de una manera inédita, produciendo en cada novela una exuberante descripción de las vivencias corporales de todos los estratos sociales, prestando especial atención a las clases excluidas. En este sentido, es significativa para la literatura española la reivindicación del menospreciado Galdós y de una de sus novelas menos estudiadas y representativas (La de Bringas) dentro de sus Novelas contemporáneas. Jameson valora en la obra de Galdós su inteligencia para capitalizar, en su condición de realista tardío, los éxitos artísticos de sus antecesores y llevarlos más lejos, democratizando el protagonismo de los personajes en sintonía con la tendencia igualitaria de la sociedad española.
El fin del realismo, como señala Jameson,  coincide con el momento de su realización suprema, cuando Joyce logra fundir la estética realista de Flaubert y la sensibilidad naturalista de Zola con el vanguardismo del siglo veinte al escribir la grandiosa Ulises (1922). Desde entonces, el realismo se disipa como narrativa en crisis y es suplantado por formas falsas de representación de la realidad que se autodenominan “realistas”, o por formas convencionales de la cultura de masas que fingen tener contacto auténtico con la realidad, o con la historia, aunque solo reproduzcan sus estereotipos y clichés.

Como diagnostica Jameson, en la situación actual el realismo se ha enredado en sus propios bucles lógicos y el espejo mágico de Stendhal, roto en mil pedazos y sus fragmentos diseminados a lo largo de un camino largo y tortuoso, apenas si refleja su misma inexistencia o la inconsistencia de la realidad: “Si es verdad social o conocimiento lo que queremos del realismo, pronto descubriremos que lo que obtenemos es ideología; si buscamos belleza o satisfacción estética, rápidamente descubriremos que tratamos con estilos obsoletos o con pura decoración (si no distracción). Y si buscamos historia -ya sea historia social o historia de las formas literarias- entonces nos enfrentamos con preguntas sobre el pasado e incluso sobre el acceso a él que, por incontestables que sean, nos llevan mucho más allá de la literatura y la teoría y parecen exigir un compromiso con nuestro propio presente”.
En el último capítulo, el más instructivo y valioso de todos, Jameson pone a prueba su pensamiento sobre la literatura al analizar un artefacto novelesco tan complejo, prodigioso y fascinante como El atlas de las nubes (2004), de David Mitchell, a fin de postular una solución a las antinomias literarias de nuestro tiempo mediante una síntesis dialéctica de realismo posmoderno, polifonía narrativa, relato historicista y ciencia ficción. La novela histórica del presente debería incluir en su proyecto narrativo la visión del futuro que dicho presente ya presiente, como una maldición inscrita en su devenir.

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