viernes, 21 de julio de 2017

LESBOGRAMAS


[Anne F. Garréta, Ni un día, EDA libros, trad.: Sara Martín Menduiña, 2017, págs. 149]

Extrañar el lenguaje es un medio de desnaturalizarlo y mostrar al desnudo los artificios y trampas que contiene y a los que sus usuarios atribuimos un nivel de veracidad totalmente imaginaria. Extrañar los artificios del lenguaje y jugar con la arbitrariedad del signo lingüístico y con las posibilidades de la literatura fue la práctica deliberada del Oulipo, un grupo internacional de ludópatas de la palabra escrita que constituyeron bajo estas siglas originales uno de los laboratorios más potentes de invención y creación literaria del siglo XX.
Uno de los juegos más frecuentes entre los oulipianos era el lipograma. De origen latino, la técnica consistía en excluir una letra, normalmente una vocal, de la escritura de un texto, ya fuera poema o novela. Anne Garréta, miembro del grupo desde 2000, escribió esta novela premiada empleando muchas técnicas y licencias basadas en la retórica, pero sobre todo imponiendo el “lesbograma” como traba creativa. El libro se compone, por tanto, de doce ejercicios de lo que un pedante derridiano llamaría “lesbogramatología”, o lo que es lo mismo: ejercicios estilísticos de deconstrucción de la supuesta naturalidad del lenguaje realizados en clave lésbica, esto es, ejecutados con la intención lúdica de denunciar la falacia patriarcal del lenguaje heredado y expresar al mismo tiempo, con lógica ironía, las paradojas de la experiencia lesbiana del lenguaje y el mundo.
La autora se impone la obligación de invocar la presencia de una mujer que la haya deseado, o haya sido deseada por ella, o con la que haya mantenido relaciones amorosas, mediante el procedimiento de dedicarle cinco horas diarias a la escritura de los recuerdos de cada una de esas mujeres espectrales. Pero el orden alfabético de las iniciales de los nombres femeninos termina imponiendo su ley sobre el orden numérico de las noches de la escritura, discrepancia entre series narrativas que el índice acredita para hacer aún más juguetón el dispositivo. Al final, la autora confiesa haber hecho trampas, ya que no ha cumplido con la constricción de escritura impuesta ni tampoco ha sido capaz de rememorar a todas las mujeres que hubiera deseado, ni mucho menos de hacerlo sin emplear la ficción.
Esta última confesión desbarata toda la veracidad del libro e invita a sospechar que todo es inventado, o podría serlo, y que en el fondo importa muy poco, ya que lo verdaderamente esencial es la manera con que la sintaxis sinuosa e insidiosa de la autora va cercando la anomalía de su deseo hacia otras mujeres mediante expedientes que convierten a esta falsa novela, más allá de su adscripción estética, en una muestra consumada de arte libertino. Esa tradición tan francesa que conjuga, desde el siglo dieciocho, del modo menos cartesiano imaginable, la inteligencia y el placer, las ideas y los sentidos, la mente y el cuerpo.
Una investigación intelectual en torno del conocimiento subjetivo de la carne y el sexo, como examinan las admirables novelas de Crébillon y, en especial, “Los extravíos del corazón y el espíritu”, citada por Garréta (p. 103), sobre la que el gran comparatista René Étiemble escribió con sutil ironía: “lo esencial, lo mejor, Crébillon lo ha puesto en el análisis refinado de los sentimientos que se ejercen o de los sofismas que se encadenan a fin de llegar a donde uno piensa”.
Ahí donde se piensa, en efecto, es donde llega Garréta con la escritura y el cuerpo, como Chantal Akerman en su cine, en este estupendo libro que es también un método y un discurso del método para la vida y la creación.

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