miércoles, 4 de enero de 2017

COSECHA DE PALABRAS


Mi columna de ayer en medios de Vocento.

Acaba el año 2016 y la palabra “populismo” es elegida para definirlo.

Populismo ha sido la palabra española de moda en 2016, me dice una vieja amiga en la fiesta de Nochevieja. La palabra que ha salido de todos los labios a todas horas ya no es “refugiados”. La palabra que ha resonado en todos los micrófonos y en todos los canales, en radios, televisiones y parlamentos, no es “terrorismo”. No me preguntes la razón, pero la palabra que ha sintonizado más gente en el año que concluye al fin no es “corrupción”, sentencia guiñándome un ojo pícaro. No seas populista, le replico irónico, sabiendo que seré malentendido al pronunciar esa palabra maldita justo en el momento en que el reloj madrileño comienza a escenificar la defunción de un año y el nacimiento de otro.
En el primer minuto del año nuevo, sin atender a las felicitaciones y selfis que nos acosan, mi amiga me vuelve a guiñar el mismo ojo crítico para anunciarme que en el extranjero las cosas son distintas. Van por delante. Ella lee prensa alemana, francesa, americana e inglesa y se cree bien informada. La palabra del año ahí no ha sido “populismo”. La palabra mágica con que se ganan elecciones y plebiscitos fuera del territorio nacional es “posverdad”, la secuela intelectual del populismo rampante. Y me lo anuncia sonriendo antes de abandonarme para irse a bailar con otros invitados en cuanto suena en el salón abarrotado lo último de Beyoncé.


Por suerte para todos, el DJ de la noche es experto en ciencias políticas y me acerco a él para ver con qué tiene pensado animar la fiesta de la primera madrugada del año. No digas una palabra, ya lo sé, es una desgracia, me dice al saludarme. Mi amigo publicó este otoño pasado un tratado político sobre el tema que ha vendido varios miles de ejemplares y venderá muchos más en 2017. 
Me atrevo a pedirle que ponga una canción de Radiohead y me comenta que si hace eso la gente dejará de bailar y la fiesta se morirá de aburrimiento. Le sugiero otras opciones y me señala con el dedo la lista interminable de canciones nacionales e internacionales de éxito asegurado que se ha molestado en seleccionar, saqueando Spotify, para mantener al personal entonado durante toda la velada.
Me aparto del pinchadiscos, cruzo entre los efusivos bailarines fingiendo compartir su pasión musical, y me siento en un sofá a saborear tranquilo el Macallan de 25 años que el anfitrión ha tenido la generosidad de servirme en un vaso especial. Mientras paladeo el primer sorbo me entretengo meditando seriamente en el sentido de las palabras y las ideas de moda. Inspirado por la fragancia del whisky de malta, se me ocurre que Escocia haría bien en segregarse del Reino Unido y unirse a la UE. También yo me siento populista esta noche.

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