jueves, 9 de septiembre de 2021

GAMBITO AFGANO

 [Publicado en medios de Vocento el martes 7 de septiembre] 

            Todos los talibanes son hombres, luego todos los hombres son talibanes. Esta es la lógica aplastante de la izquierda global. No nos engañemos. Los talibanes no representan solo una expresión acendrada de odio a las mujeres. Los talibanes son esa milicia armada que toma el poder político de un país, en nombre de creencias fanáticas, y sojuzga a las mujeres con leyes medievales y las enjaula, en casa o en el burka, privándolas de la libertad de decidir y actuar por su cuenta. A este lado del paraíso, en cambio, existen hombres misóginos, sin duda, acosadores natos, maltratadores infames, violadores y asesinos atroces de mujeres, pero nada similar a los talibanes. No hay aquí ninguna ley que reconozca al hombre el derecho a ejercer la violencia impune contra la mujer. Esa es la principal diferencia.

La generación milenial, por su parte, la voz más activa en defensa de las causas más justas, vive tan preocupada por la “cancelación” del patriarcado como por la cancelación de su cuenta de Netflix. Y ahí reside una parte del problema. La guerra ideológica se ha transformado en guerra de ficciones y las series son la forma de ficción preferida de nuestro tiempo. Todas las mujeres que denuncian las semejanzas entre talibanes y hombres occidentales, a ambas orillas del Atlántico, actúan convencidas de que habitan en el horrible mundo de “El cuento de la criada”, esa distopía diseñada como una dictadura patriarcal.

Puestos a recomendar series más estimulantes e instructivas mencionaría “Gambito de dama”, un prodigio femenino de inteligencia y sensibilidad, y “Bruja escarlata y Visión”, una de las propuestas más originales del año, donde la mujer tiene todo el poder para construir un mundo conforme a sus deseos. Estas imaginativas series, como “Dickinson” y tantas otras, nos enseñan mucho más sobre la situación real y el complejo papel de las mujeres en nuestra sociedad, así como sobre las conquistas del feminismo, que todos los discursos falsarios o victimistas que padecemos a diario.

Veinte años después del 11-S, volvemos a estar en la “zona cero” y a los ciudadanos occidentales no nos queda otra, frente a la amenaza de las culturas más atrasadas y opresivas, que seguir avanzando en derechos y libertades y radicalizando los valores democráticos que sustentan nuestro modo de vida. El caso afgano podría servirnos de vacuna eficaz y ayudarnos a comprender los verdaderos fines de la política del siglo XXI. Quienes huyen de la ficción, decía Godard, se refugian en la realidad. 

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