martes, 12 de noviembre de 2019

MÁQUINAS TRISTES


[Ian McEwan, Máquinas como yo, Anagrama, trad.: Jesús Zulaika, 2019, págs. 355]

Uno de los logros extraliterarios más significativos de esta novela mainstream de McEwan es invertir el designio del famoso test de Turing, de tal modo que es ahora la conciencia de la máquina la que detecta y escanea, de manera implacable, las inconsistencias, deficiencias e insuficiencias de la identidad humana…

            No es casual que las ficciones más creativas sobre las distopías del presente y el futuro estén surgiendo en el Reino Unido. Si el contexto social y político lo propicia, o si lo favorece la larga tradición literaria desde la fundacional “Frankenstein”, son cuestiones menores en comparación con el vasto alcance de sus propuestas y la alta resolución de sus logros. Esta novela de McEwan se suma con brillantez al éxito de series como “Black Mirror” o “Years and Years”, películas como “Ex Machina” y al ingenio inglés de Jonathan Nolan que anima la serie americana “Westworld”, un parque temático poblado de androides esclavos.
Tras la aventura hamletiana de Cáscara de nuez, McEwan ha tenido la audacia de contar otra historia de las suyas insertando en la trama un componente extraño, una presencia anómala que produce un efecto perturbador en su habitual mundo de ficción. Para plantear su ecuación narrativa sobre la vida humana, McEwan recurre a dos factores entrelazados. En primer lugar, consciente de que todo abordaje de la ciencia-ficción desde parámetros convencionales exige el ajuste de sus menores detalles, el trastorno temporal. En vez de desplazar la trama a un futuro utópico o distópico, McEwan ha preferido crear una ucronía novelesca ambientada en unos imaginarios años ochenta donde ya existen internet y los teléfonos móviles, el Reino Unido es derrotado en la guerra de las Malvinas, Thatcher dimite, Carter gobierna, Alan Turing vive aún y la ciencia robótica comienza su andadura comercial poniendo a disposición de clientes adinerados criaturas de sexo masculino y femenino.
El segundo factor detonante de la novela, el más decisivo, es la incorporación de un facsímil antropomorfo, un androide llamado Adán, en la vida del protagonista y narrador, Charlie Friend: un treintañero a la deriva que acaba de abandonar la abogacía para dedicarse a la especulación inmobiliaria en internet. Charlie mantiene unas complicadas relaciones con su vecina veinteañera, la encantadora Miranda, hija díscola de un escritor decrépito y doctoranda de nombre shakespiriano con un pasado tortuoso. Este triángulo amoroso nada euclidiano se podría describir, gastando una broma bíblica, como Adán y Eva jugueteando en el jardín del Edén con la manzana de Apple. O, dicho de otro modo, revisando con sarcasmo ciertos episodios inquietantes de la novela: la tecnología no resolverá nunca las disfunciones de la pareja o el amor, ni la vida adulta, por supuesto.
Personajes como el robot Adán, dotado de una inteligencia superior que juzga las conductas humanas con parámetros éticos de un rigor sobrehumano, y como Alan Turing, el genial científico que, a pesar de su suicidio real, abrió las puertas del mundo a los algoritmos y la computación universal que revolucionaron el final del siglo XX y fundaron la era digital del XXI, proyectan los postulados de la narración hacia el pesimismo ontológico que suele dominar la aguda mirada de McEwan. De hecho, en una escena que revela hasta qué punto el robot no es solo un personaje de ficción sino un doble potencial del escritor, Adán, que ha adquirido el gusto por la escritura de haikus, comenta al protagonista que la novela en el futuro, cuando humanos y máquinas sean iguales y sus inteligencias se conecten de manera natural, la novela entendida al modo flaubertiano de McEwan, será un artefacto inútil y trasnochado, un residuo artístico de un tiempo histórico superado.
El profundo sentido de la ironía de McEwan hacia el desastre secular de la existencia humana y la promesa utópica de la vida y la inteligencia artificial se expresa en esta novela con devastadora lucidez.

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