Superada la cuarentena, la democracia española se abochorna con la
corrupción y las altas temperaturas.
La
temperatura sube sin parar y la realidad se reblandece como los cerebros.
Pasamos del calor al bochorno y al sofoco en cuestión de segundos. Por más que
se abaniquen la cara ante las cámaras, los consejeros de la mala educación
española no se aclaran. ¿Estamos en 2017 o en 1977? Viendo la tele pública
nadie sabría decirlo con exactitud. Un reportaje pomposo celebra la cuarentena
democrática como prueba de madurez nacional mientras en un canal privado se revela
que todo fue un tremendo amaño mediático para hacer que los votantes españoles eligieran
con inteligencia. La manipulación del ente es monumental.
Llamadme
pajillero, si queréis, pero el 15 de junio de 1977 yo tenía catorce años y mi
mayor preocupación no era el resultado de las elecciones sino el sustento imaginario
de mis erecciones. Era uno de esos adolescentes trastornados por el espectacular
despliegue de desnudos femeninos en las revistas de la época. Mientras mis
padres acudían en la calurosa tarde al colegio electoral más cercano para
desvirgar la primera urna de su vida de votantes, yo me la sacudía a muerte, como
el buen salvaje de Rousseau, examinando el despelote glorioso de mi guapa amante
de papel. Me las había arreglado antes para robar el último “Interviú” del
dormitorio paterno y quedarme a solas con la llamativa portada y la ardiente galería
de poses fotográficas alojada en las páginas interiores.
Yo no pensaba,
en pleno arrebato, en la importancia objetiva de la simultaneidad de ambas
acciones. Es evidente para mí desde hace tiempo. Más allá de la manipulación
mediática, lo que hizo de nosotros, los degenerados de entonces, unos
demócratas convencidos no fueron las argucias de Suárez, ni las tretas de sus
socios y aliados, sino las tetas impúdicas y la guarrería sexista del
“Interviú” y demás revistas eróticas. La energía libidinal es el fermento de cualquier
democracia. Una convicción atávica que entra por los ojos y se imprime en la
profundidad de la piel y en las sensaciones íntimas del cuerpo soberano. Igual
que la dictadura movilizó la represión católica y su hueste de taras morales para
fortalecerse, la democracia fomentó el libertinaje carnal y todo su gozoso
desparrame.
Ha pasado
el tiempo y ya nada es lo mismo, sin duda. Pero que no nos engañen otra vez con
fríos maquiavelismos televisivos. Todos los que vivimos aquellos intensos años
de inmadurez política sabemos perfectamente qué fue lo que cimentó el éxito de
la Transición. El capital sexual de la democracia y de sus líderes más deseados
se expandía por la sociedad como un flujo afrodisíaco, excepto entre las momias
nostálgicas del franquismo. Es bueno recordar esta historia tórrida ahora que algo
huele a podrido en la democracia española, como repite el mantra podemita, y la
única explicación, mira por dónde, no es el calor.
"En las piscinas privadas las chicas desnudan sus cuerpos al sol" Tra-la-la. Tra-la-la.
ResponderEliminarY tú, siendo de Málaga, te has tenido que poner las botas. Salvo que de chinorri fueras un membrillo. Que los hay ¡hasta en Málaga! Menos; esa es la verdad.
¿No serías un membrillo, no? Mira, Ferré, que me darías un disgusto.
Aunque... no sé, sé. Tanto Coover igual entraña un trauma adolescente.
Coover & Agata Lys. Quid pro quo. Los años... ;-)
Ya apuntaba el filósofo J. L. López Aranguren las posibles causas políticas en la permisividad de los desnudos femeninos: «El nuevo conservadurismo, que lo es sólo de posiciones privilegiadas, el inmovilismo derechista, es muy verosímil que, cuando se vea perdido en los otros terrenos, vaya a jugar la carta del erotismo como estupefaciente, como nuevo “opio del pueblo” y, especialmente, de la parte de éste más inquieta, menos tranquilizada con las drogas consistentes en gadgets, hobbies y bienestar a la americana. De este modo se haría un reparto de papeles y, digamos, de esferas de influencia: a los jóvenes se les entregaría el desarrollo del erotismo y, libres de toda inquietud, los hombres maduros y razonables tomarían a su cargo, sin intromisiones perturbadoras, el orden político. En definitiva la receta no es tan nueva como a primera vista pudiera parecer: se limita a reemplazar los viejos circenses por el striptease y las demás libertades sexuales públicas que, como aquéllos, ayudan a soportar la privación de la libertad política», "El erotismo y la liberación de la mujer", Barcelona, Ariel, 1982.
ResponderEliminarSaludos.
No me tire de la lengua, amigo Gracq, que nos pueden oír las malas lenguas. Yo me guardo mis recuerdos para cuando escriba mi novela memoriosa: "Málaga para un enfant terrible difunto"...
ResponderEliminarY qué manía con Coover, como si el hombre solo viviera fiestas orgiásticas en su prodigioso cerebro, lea La fiesta de Gerald, su mejor novela y la más querida por él, y dígame si no hay ahí más "coñocimiento" folletinesco que en toda la novelística española (con mi gozosa excepción, naturellement) de las dos últimas décadas...
Ay, amigo anónimo, la austeridad francfurtiana de los maestros de la generación anterior a la mía y de algunos monaguillos de las siguientes se correspondía en sus vidas privadas con bastante miseria y tristeza sexual. Tanto Aranguren como Tierno Galván fueron pacatos y gazmoños y, al mismo tiempo, según anécdotas que atesoro de testimonios confidenciales, bastante proclives al manoseo furtivo y el sobo indeseado or la víctima. En cualquier caso, la tesis no se sostiene y la conclusión es errónea: a los franquistas y a todos los puritanos del opus y adláteres siempre les asqueó el exhibicionismo sexual de los setenta. Lo que pasa es que la izquierda de los últimos años ha sometido al fenómeno del destape a una lectura tan vergonzante que casi prefiere uno las gélidas aguas del erotismo siberiano o el soviet tropical del machocastrismo en erección...
ResponderEliminarQue no, que no, lea Libertad, libertad, libertad, del difunto Juan Goytisolo y aprenderá muchas verdades sobre la época que hoy nos ocultan por discreción. Y no se olvide que el desembozo también afectó a la literatura: gracias a todo ese proceso las obras maestras del erotismo universal aparecieron en librerías españolas y no hablo solo de La lozana andaluza, denostada por los ultracatólicos catedráticos de literatura castiza...
Etc, etc, etc...