[Santiago Alba Rico, Ser
o no ser (cuerpo), Seix-Barral, págs. 383]
Vivimos tiempos difíciles. Tiempos en los que
parece más fácil pensar que actuar, aceptar la realidad tal como se presenta
que intentar cambiarla desde una posición crítica. Pensar nunca ha sido una
tarea fácil pero la tradición de la izquierda que nace del pensamiento marxista
hizo de la obligación de analizar la realidad un imperativo de transformación
radical. Ninguno de los productos de esa transformación resultó convincente,
sin embargo, siendo el fracaso estrepitoso de todas las revoluciones comunistas
una excusa perfecta para la perpetuación de un sistema de gestión de la
realidad tan eficaz como el capitalista.
Este ambicioso ensayo de Alba Rico parte del
reconocimiento realista de todos los obstáculos que se interponen al
pensamiento y a la acción en un tiempo dominado por el conformismo conservador
en todos los ámbitos de la vida. Alba Rico aspira a transfigurar la intelección
del mundo en una fiesta para los sentidos y la inteligencia donde no cabrían ni
el pesimismo a ultranza ni el optimismo ingenuo. No es un pensamiento, por
tanto, que se funde en candores sentimentales ni en los valores rancios de un
humanismo trasnochado.
El discurso de Alba Rico pivota sobre tres
convicciones: una, la izquierda debe abandonar la idea de revolución ya que el
agente revolucionario de la historia es el capitalismo, que convierte la cultura,
la tradición y la memoria de los hombres y las mujeres en una tabla rasa sobre
la que cimentar su ideario puramente económico; dos, el cuerpo nos hace fieramente
humanos y ese cuerpo se constituye del entrecruzamiento de la carne con el
lenguaje, la historia y la tecnología, tres dudosos aliados que nos fortalecen
y debilitan por igual y a los que hay que mantener vigilados; y tres: preservar
el cuerpo mediante un combate encarnizado con todo aquello que pretende
librarnos de él y de su relación múltiple con el mundo es el combate político fundamental
al que se enfrenta hoy la especie humana.
Este nuevo humanismo radical de Alba Rico parte
de algunas presuposiciones que pueden parecernos simples en un primer abordaje,
pero a medida que avanza su desarrollo descubrimos no ya la solidez de sus
argumentos sino la necesidad de movilizarlos para pensar con justeza este
período crítico de la historia. Como en un cuento de hadas, a los que es tan
aficionado el autor como expresión del acervo popular, el cuerpo debe
defenderse de todas las asechanzas que proceden de una ideología ultraliberal y
tecnócrata que desea, sobre todo, erradicarlo de la experiencia real y dejarlo
atrás como un residuo malsano o un lastre inútil, una vez que el horizonte de
la fuga tecnológica se ponga al alcance del cerebro de los humanos.
De todos modos, Alba Rico no puede evitar
incurrir en mixtificaciones intelectuales, como su crítica algo precipitada al
poshumanismo nietzscheano del filósofo Nick Land, mucho más incisivo y menos
cómplice del capitalismo de lo que piensan algunos detractores, o su creencia visceral
en que la familia nuclear, la maternidad compartida, la feminización universal o
la lectura doméstica son poderosos instrumentos de resistencia a la fuerza
devastadora del capitalismo y su mitología publicitaria.
El conservadurismo antropológico defendido a conciencia por
Alba Rico, una idea tradicional de lo humano configurada a partir del cuerpo
antiguo en que vivimos y somos, es menos congruente de lo que él sostiene con
la revolución económica e institucional que también postula. Y esa es la más apasionante
dificultad que nuestro tiempo opone al pensamiento si este no es capaz de dar
el salto más allá de lo humano.
"No se puede ser verdaderamente humanista sin ser asumidamente snob"
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