Rafael Miranda Bello, del diario mexicano Excélsior, me pregunta por mi novela corta favorita (La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares) y me somete a este cuestionario para justificar mi elección.
1.
¿Recuerdas cuándo y cómo fue tu primera lectura de esta novela, hubo alguna
circunstancia memorable en ese acercamiento inicial, o quizás más bien ocurrió
algo interesante en una posible relectura?
Leída
con veinte años, La invención de Morel me deslumbró por su historia. Después la
releí para comprender aún mejor los misterios de El año pasado en Marienbad, la
película que Robbe-Grillet y Resnais tramaron a partir de la increíble
fabulación de Bioy para hacer una reflexión sobre el tiempo y la máquina del
tiempo que es el cine. Muchos años después, leída y releída incontables veces,
con y sin la ayuda excepcional del filme de Resnais, la considero una de las
ficciones más audaces de la lengua española del siglo XX y una de las más
inteligentes, cualidad no siempre presente en la narrativa escrita en la lengua
de Cervantes.
2.
Como escritor, ¿qué te interesa de la obra de este autor en general, y de esta
novela en específico?
Bioy
me parece un fabulador asombroso, pero en esta novela se supera a sí mismo y a
toda la cultura y la tradición literaria de las que proviene. En sintonía con
las mutaciones tecnológicas y mediáticas del siglo XX, Bioy urde una trama
fundada en las metamorfosis que el cine y la imagen tecnológica iban a producir
en nuestra visión y comprensión de la realidad y de los mecanismos mentales con
que nos relacionamos con ella. Y, por si fuera poco, lo transforma todo en una
historia fantástica sobre un amor imposible.
Por
otra parte, el modo en que recicla el relato de fantasmas recurriendo a la
ciencia ficción me parece un modelo narrativo muy provechoso en el presente.
Por decirlo de otro modo: Bioy utiliza los hallazgos de la novelística de H. G.
Wells (especialmente, La máquina del tiempo y La isla del Dr. Moreau) para
desplazar los perversos efectos de Otra vuelta de tuerca de Henry James hacia
un contexto ya mediatizado por la presencia de un mecanismo de resonancias
metafóricas que convierte en simulacros o en hologramas, más que en fantasmas
propiamente dichos, los cuerpos filmados de los personajes. No creo, no
obstante, que Bioy Casares fuera totalmente consciente de que el resultado de
esa hibridación genérica de su escritura novelesca lo acercaba más a Cervantes
que a la tradición anglosajona de la fabulación científica.
3.
¿Te identificas o tienes predilección por alguno de los personajes de la
novela?
No,
precisamente, ningún personaje en particular, o como mucho el inventor Morel,
un perverso enamorado de una mujer a la que desea inmortalizar, así como su
historia de amor con ella. Pero lo que realmente me fascina de la novela es la
invención del mecanismo que proyecta a los personajes en el espacio de la isla,
como espejo de la propia narración, cada vez que la subida de la marea la pone
en funcionamiento para un espectador que es el narrador y protagonista.
4.
¿Hay algún pasaje o fragmento que te parezca más significativo, y por qué?
Recuerdo
la singular calidad de la escritura de Bioy Casares, adquiriendo un estilo cristalino
que confiere a sus imágenes algo próximo a lo que el filósofo Deleuze elogiaba
en los cristales del cine de la película de Resnais. Una capacidad para atrapar
las circunvoluciones del tiempo en dos dimensiones produciendo imágenes muy
poderosas.
5.
¿Dirías que es posible encontrar alguna convergencia o contraste entre tu
propia obra narrativa y esta novela?
Sin
duda. Sin esta novela de Bioy sería impensable concebir una relación posible
con la cultura de la imagen y la tecnología visual que se ha adueñado del
imaginario del último siglo, ha permitido abrir la realidad a mutaciones
imprevistas, incluyendo nuestra participación en ella, y que yo he tratado de
plasmar en todas mis novelas. Pero muy en especial en las tres últimas:
Providence, Karnaval y El Rey del Juego, donde he tomado buena cuenta de las
lecciones de esta novela de Bioy para incorporar las ficciones mediáticas del
cine, la televisión, internet y los videojuegos en dispositivos de ficción
altamente literarios.
6.
¿Crees que esta obra ha influido o permeado, de algún modo, en la obra de los
escritores de tu generación, y en qué forma?
Imagino
que sí, sobre todo en los nacidos a partir de los sesenta y setenta, pero no
puedo asegurarlo con obras concretas. Creo que es una cuestión de
sensibilidad a los cambios tecnológicos
y al modo en que estos afectan a nuestras concepciones de la ficción narrativa
lo que permitiría identificar a los autores y las obras, a uno y otro lado del
Atlántico, influenciados por La invención de Morel.
7.
Como lector, ¿por qué recomendarías acercarse a esta novela?
Ya
he dado muchas razones, pero una que las resuma todas sería esta: en La
invención de Morel cabe encontrar el poder de la ficción literaria en estado
puro enfrentado a las secuelas de la irrupción de medios de masas como el cine
(y hoy, como te decía, la televisión, los videojuegos o internet) que han
desafiado su poder de creación y seducción.
8.
¿Qué características o rasgos subrayarías de una novela corta sobresaliente, y
qué opinión tienes del panorama actual del género?
Contra
lo que pueda parecer, vivimos un gran momento de creación, siempre y cuando
sepamos clasificar y seleccionar entre la oferta multitudinaria que hace
peligrar el juicio crítico, siempre cualitativo y nunca cuantitativo. Una
novela, me da igual su extensión, debe suponer una experiencia que ponga en
cuestión todo lo que el lector daba por conocido o reconocido y, al mismo
tiempo, suministrarle una gratificación estética e intelectual incomparable. Si
no es así, como prefiguró Bioy en su novela, si la literatura no está a la
altura del mundo contemporáneo, mejor consumir sin parar películas, vídeos
musicales y teleseries o dedicarse a jugar como loco a videojuegos.
9.
Por último, ¿cuáles son tus novelas cortas favoritas, o que en cierto sentido
consideres importantes?
Por
citar algunas novelas influyentes, más o menos cortas, que no aparecen
seleccionadas por otros autores: El día de la langosta, de Nathanael West, En
las montañas de la locura, de H. P. Lovecraft, Santuario, de William Faulkner,
La metamorfosis de Kafka, Las tribulaciones del joven Törless, de Robert Musil,
Estrella distante, de Bolaño, El perseguidor, de Julio Cortázar, Cosmópolis, de
Don DeLillo, Azotando a la doncella, Robert Coover, Plan de evasión, de Bioy
Casares, El Horla, de Guy de Maupassant, La obra maestra desconocida, Serafita,
Sarrazine y La muchacha de los ojos dorados, H. de Balzac, La filosofía en el
tocador, Sade, El más hermoso amor de Don Juan, Barbey D´Aurevilly,
Contranatura, Huysmans, Un corazón sencillo, Flaubert, Cómo me hice monja y El
congreso de literatura de César Aira, Otra vuelta de tuerca y Los papeles de
Aspern de Henry James, Don Sandalio, el jugador de ajedrez de Unamuno, Aura y
Cumpleaños de Carlos Fuentes, El Aleph de Borges, Reflejos
en un ojo dorado de Carson McCullers, Leviatán y Espejos negros, Arno Schmidt…
Hola a todos!
ResponderEliminarNo me gustan, por lo general, las novelas cortas. Pero si tuviese, a bote pronto, que elegir alguna, y descarto las que ya han sido relacionadas por ti, un poco más arriba, citaría, por lo menos hoy, 18 de mayo de 2.017, estas dos: "El Secreto" de Thomas Mann (un antecedente de "La Secta del Fénix", de Borges. Borges era, como todo el mundo sabe, y el admitía de buen grado, un copión. Un glorioso copión) y el "Diablo en el Cuerpo" de Raymond Radiguet (antecedente de un montón de novelas negras west coast).
Deberíamos, tú y yo, intentar algo al alimón, disparatado y un poco casposo, tipo Bustos Domecq. Via e-mail. El descojono lo tenemos garantizado. Ja ja ja!
Un abrazo, Ferré. Has conseguido que me vuelva a releer la Invención de Morel. A ver si esta vez consigo pillarle el punto. Porque indudablemente, Bioy, lo tenía. Te cuento...
Tonio Kroger y La muerte en Venecia serían mis favoritas de Mann.
ResponderEliminarY en cuanto a su propuesta, proponga proponga y los dioses dispondrán...
La invención tiene un punto neurálgico incuestionable!...
Abrazos!