[Alissa
Nutting, Las lecciones peligrosas,
Anagrama, trad.: Cecilia Ceriani, 2015, págs. 322]
En homenaje a Molly Bloom que, como sabe todo el que ha leído su famoso monólogo, deseaba hacerle
algo parecido al ingenuo Stephen Dedalus. Y a Nora Barnacle, modelo de Molly, que descubrió a Joyce el goce de la feminidad…
Todo el que ha trabajado alguna vez
en un centro educativo conoce la energía sexual que anima con su ardor la vida
diaria de los estudiantes y todos los esfuerzos requeridos para mantenerla
dentro de los cauces así llamados normales. La vibración libidinal de los
adolescentes es el tema tabú de esta novela deslumbrante y perturbadora. Una
ficción de maneras tan transgresoras que, de haberla escrito un hombre en
primera persona del singular y no una mujer, quizá no se hubiera podido publicar.
Y no aludo con ello, en absoluto, a su veracidad
biográfica sino al hecho de que la dicción narrativa es tan desinhibida y
seductora que no se toleraría, en esta época de represiones disfrazadas de
falso respeto, la edición de una novela donde se cuenta con pelos y señales la
obsesión erótica, con todas las consecuencias, de una peculiar profesora de
instituto por un alumno de catorce años.
Vivimos en la era más promiscua de
la historia moderna, un tiempo tumultuoso en que todo el mundo participa, como
nunca antes, en un festín social de intercambio basado en la entrega desaforada
del cuerpo, los más sofisticados placeres sensuales y la exhibición obscena de la
carne, y padecemos, sin embargo, una cultura represiva, infantilizada, hipócrita,
donde se pone mordaza a las representaciones mayoritarias, o se relega las
obras provocativas al infierno de los submundos artísticos.
Esta es una historia perversa y desenfadada a la
vez. Una historia indecente narrada sin tapujos por una lengua femenina, vibrante
y libérrima, que hace cómplice de sus deseos y escenarios al lector
desprejuiciado. Ante ficciones impuras como esta es necesario dejarse de rodeos
morales y retratarse abiertamente. Las
lecciones peligrosas me ha forzado, mientras la leía, a experimentar la
narración desde un sugestivo doble punto de vista. Para una lectora la
experiencia quizá pueda ser bastante más turbadora e inquietante, se identifique
o no con la expresión desiderativa de la narradora.
En cambio, para el lector que entre en el juego estratégico
diseñado por Nutting, con tanta inteligencia como picardía, el equívoco libertino
radica en permitirle asistir a la representación desde la perspectiva manipuladora
de Celeste Price, la profesora fatal, excitarse con su ardor amoroso, compartiendo
placeres aunque no comparta su voluptuosa fascinación por el objeto dominante de
su deseo, mientras se proyecta en el alumno Jack Patrick para vivir la fantasía
masculina preferida cuando se tiene esa edad inexperta, antes de los quince, y
todo el cuerpo empieza a revolucionarse y hablar a gritos a los sentidos y a
los órganos más sensibles a las incitaciones exteriores.
Nutting ha escrito una novela jugosa donde se
reconoce el adolescente que todo adulto preserva bien escondido en su interior.
Como reconoce la voz narrativa: “¿No era eso exactamente lo que deseaba todo
adolescente heterosexual?”. El fantaseo masturbatorio del inmaduro de que una
mujer joven y deseable se abra camino desnuda hasta la atmosfera irrespirable
de su dormitorio con la intención de enseñarle esas lecciones imprescindibles
que harán de él en el futuro un sujeto activo de su deseo y no un pobre
desgraciado.
¿Y el deseo de ella, cómo interpretarlo? El
escenario es provocativo y polémico: atractiva profesora veinteañera, casada
con un policía vulgar, seduce a un alumno tímido y soñador para realizar el designio
de su vida, atrapar con el sexo la esencia indefinible de un adolescente antes
de que la mutación somática en curso lo transforme en un adulto musculado y
convencional.
En Lolita,
la novela del entomólogo aficionado y cazador de mariposas raras Vladimir Nabokov,
el espécimen del deseo prohibido merecía un nombre poético: nínfula. En la era del porno expandido, el
tiempo de esta audaz novela de Nutting, sobra la poesía.
La he buscado en Google y...
ResponderEliminar"La Nutting tiene pinta de comerse hasta la goma del calzoncillo". (Entercomillo aunque luego, si se arma, no vaya a servir de nada).
¿Lo ven? Esto, decir esto, es lo que en según que ambientes, que interlocutores/as, que objetivos -si, rotúndamente... también que objetivos- se consideraría un incuestionable tabú. Transgresión "dude" pura y dura. Machismo de la peor estofa. Cuando el ánimo del proclamador -que no decir ya de su proceder diario con las chicas en el que es una especie de Bernard-Henry Levy mezclado con Hugh Jackman- no está por la labor de causar ningún tipo de beligerancia contra el bello sexo; je, je.... Lo que sucede simplemente es que...
"La Nutting tiene pinta de comerse hasta la goma del calzoncillo". ¿O no, amigo Ferré? ;-) Bluff, agent provacateour.