jueves, 28 de mayo de 2015

CONTRA NATURA



[Georges Bataille, Historia del erotismo, Errata Naturae, trad.: Javier Palacio Tauste, 2015, págs. 205]

            Para los que empezamos a leer a Georges Bataille en los años ochenta, su lectura no planteaba los mismos desafíos que a lectores de generaciones anteriores. Bataille nos llegaba depurado de las mixtificaciones militantes en que los años sesenta y setenta lo habían involucrado. Desde su movilización espuria en pro de una sexualidad desinhibida y naturalista a la reprobación de cristiano larvado o las exégesis románticas que lo transfiguraban en sacerdote blasfemo de una nueva religión pagana fundada en el culto místico a la carne mortal y la desmesura orgiástica.
Al Bataille teórico y ensayista conviene leerlo desprovisto de cualquier mitificación ideológica y de cualquier proyección íntima de una culpa fantasmática. Otra cosa quizá es el Bataille novelista o poeta, más sometido a discusión y mucho más vulnerable a los caprichos de la subjetividad.
Bataille es uno de los pensadores occidentales más serios pese a que su pensamiento se consagra a las dimensiones menos respetables e idealizadas de la vida y la cultura humanas. Es un pensador subversivo aún hoy, en una era confusa donde el porno convive con el puritanismo, que acierta a extraernos del dominio aséptico donde la filosofía tradicional vivía recluida, desde Platón a Heidegger y Sartre, para transformar el acto de pensar y el discurso verbal que lo acompaña en instrumento de revelación de la parte maldita y las verdades oscuras que configuran la “totalidad del ser” en que se integra la humanidad.
El “ser” en el pensamiento impuro de Bataille no es una emanación de la idea, ni un estado de cosas marcado solo por el signo de la violencia y la muerte, sino algo más esencial: “la sexualidad y la muerte no son más que los momentos agudos de una fiesta que la naturaleza celebra con la multitud inagotable de los seres, pues una y otra tienen el sentido del despilfarro ilimitado al que procede la naturaleza en contra del deseo de durar que es lo propio de cada ser”.
Todo gesto en la historia humana, desde los remotos orígenes de la especie hasta su existencia bajo la modernidad burocrática y tecnológica del capitalismo, está impregnado de un deseo radical de apartamiento de la naturaleza (“el origen del hombre se encuentra en su horror ante lo que considera una naturaleza inmunda”). De ese modo, se instaura un doble régimen donde el trabajo y los tabúes (enterramientos, incesto, virginidad, pudor) funcionan como medios de mantener a la celosa madrastra lejos de sus criaturas más delicadas, y, al mismo tiempo, se reglamenta la necesidad paradójica de establecer ritos, celebraciones y prácticas periódicas que supongan un regreso limitado al estado natural, una brecha de comunicación temporal con la animalidad reprimida, una conjuración festiva de lo que nos repugna y excita en el animal que también somos.
Un sistema de pensamiento total que establece el matrimonio como transgresión mínima del orden naturalizado de la familia y el parentesco y la prostitución y la orgía como transgresión definitiva de unos modos de vida que no pueden amortajarse en el trabajo sin pagar un precio demasiado elevado ni disipar sus energías en una fiesta perpetua sin arruinarse para siempre. De esta duplicidad profunda de la condición humana surgen el lujo, como dispendio ornamental, el erotismo, como artimaña para torear a la naturaleza sin sucumbir a su poder mortal, y el arte, manifestación suprema de la licencia del juego opuesta a la economía productiva.
Esta Historia del erotismo, inédita hasta ahora en español, podría ser considerada un sugerente anticipo de El erotismo, la obra magna donde Bataille abordaría ya sin trabas ni balbuceos todas estas cuestiones fundamentales.

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