martes, 22 de julio de 2014

EL JARDÍN DEL DESEO

 [Jonathan Lethem, Los Jardines de la Disidencia, Random House, trad.: Cruz Rodríguez Juiz, 2014, págs. 413]

La ideología, aunque todavía no conocía la palabra: El velo de ficción sostenida que dirigía el mundo, lo que la gente necesitaba creer.

-J. Lethem-

Contra lo que creen algunos críticos despistados y muchos lectores ingenuos, la novela es el género político por excelencia desde sus orígenes, cuando la “sátira menipea” era considerada una forma crítica de “periodismo político” revestida de rasgos cómicos o caricaturescos.
Si Jonathan Lethem es uno de los mejores novelistas norteamericanos no es solo por la brillantez de su estilo o la amplitud de su imaginación narrativa. Lethem es ese gran novelista que ha sabido sortear como pocos el gran escollo del escritor actual. Cómo escapar a los rigores ascéticos de la experimentación o a la tentación facilona del subgénero sin caer en el formateado convencional del mainstream.
Esta ambiciosa novela de Lethem comienza con el melodrama familiar y generacional de una madre comunista de la vieja escuela (Rose Zimmer) y una hija libertaria y contracultural (Miriam). Una madre carismática y represora (de la cepa estalinista o soviética), casada con un alemán comunista y teniendo como amante a un policía afroamericano, y una hija pacifista, casada con un músico folk irlandés y viviendo en una comuna hippy. Ambas mujeres, retratadas con un realismo cotidiano que recusa cualquier idealización, abarcan la bicefalia intelectual de la izquierda y sus muertes respectivas, una en la decrepitud, la otra prematura, asesinada en Nicaragua por la guerrilla antisandinista, clausuran una época revolucionaria y abren otra, el regresivo período “neocon” de Reagan. Lethem recurre a Doris Lessing para mostrar que no hay nada idílico en la vida familiar de una luchadora anticapitalista: “el problema de las ideologías utópicas es que se enfrentan a la tiranía de la familia burguesa y contra eso no hay nada que hacer”.
Los Jardines de la Disidencia es una gran novela política diseñada para tiempos de desorientación ideológica y claudicación cultural. Lethem ha escrito una novela alegórica que recapitula con agudeza y lucidez la historia política americana del siglo veinte desde el ángulo de la izquierda combativa. Una izquierda radical que ha encarnado en las grandes narrativas de ese país la figura antipática del malo absoluto, el Gran Otro sistémico, antes de que el terrorista islamista le hurtara el protagonismo en las mitologías nacionales. Es muy inteligente, en este sentido, el escenario novelesco ideado por Lethem al comenzar su relato en una reunión doméstica comunista en el Nueva York (Queens) de los años cincuenta, en plena Guerra Fría, y culminarlo en Maine, en las instalaciones de un aeropuerto contemporáneo, bastión kafkiano del estado policial en que se ha transformado la América del nuevo siglo, donde el hijo huérfano de Miriam (Sergius Gogan) es detenido en un control de seguridad por su complicidad sexual con una alegre integrante del movimiento Ocupa Wall Street.


Es, sin embargo, a través del fascinante personaje Cicero Lookins, profesor universitario afroamericano, obeso y homosexual educado por Rose e influido por Miriam, como Lethem logra expresar una verdad fundamental sobre la disidencia ideológica que muchos olvidan. Que la teoría, en el fondo, ya sea la de Deleuze o Lacan, Barthes o Derrida, Butler o Foucault, es siempre teoría sexual: “el intento de lanzar la red del lenguaje sobre la otra vida espléndida, la vida de cuerpos lidiando con sus deseos inconmensurables”. Es su aspecto liberador, más allá de lo abstruso de algunos conceptos.
El pesimismo de Lethem lo comparte cualquier lector que repare en que una época que reniega de la teoría y el pensamiento, dando por resueltos problemas que no ha comprendido siquiera, es reaccionaria. Necesitamos volver a creer en que las ideas disidentes pueden transformar la tierra en un jardín, por más que las fallidas utopías del pasado nos hayan vuelto a todos unos escépticos y unos cínicos. Necesitamos seguir creyendo en la posibilidad de una vida mejor para todos y en el camino de la disidencia que conduce al jardín del deseo. Esta estupenda novela de Lethem tiene el mérito de recordarnos estas cuestiones políticas esenciales potenciando la belleza estilística del discurso y la fuerza inventiva de la narración.

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