miércoles, 16 de octubre de 2013

EL PENSADOR IMPENSABLE


 El esloveno Slavoj Žižek es el gran provocador escénico del pensamiento contemporáneo. Sus numerosos libros son materia de culto entre los seguidores más crédulos del discurrir de la filosofía contemporánea y también, esto es lo más sorprendente, entre los incrédulos que hace tiempo dieron por hecha la muerte de la filosofía, o su sustitución por formas de discurso más acomodaticias. Sin embargo, Žižek dista de ser un pensador al uso y la variante de discurso que ha elegido como su marca de fábrica se parecería más al monólogo del presentador de un circo de múltiples pistas en cada una de las cuales, con derroche de paradojas sofisticadas, anécdotas, digresiones y chistes picantes, se fueran solventando de modo acrobático los problemas más acuciantes a los que se enfrenta el resquicio de inteligencia que nos queda a los contemporáneos.
Hace poco un importante crítico de cine norteamericano nombraba a Žižek “el maestro incuestionable de los estudios internacionales de cine”. Y es que el cine es uno de los instrumentos preferidos por Žižek para plantear sus dilemas filosóficos o psicoanalíticos. No hay postulado de Žižek que no comience, termine, se apoye o fundamente en películas de cualquier periodo de la historia. Uno de sus primeros libros se titulaba, con gran sentido del humor, Todo lo que usted quería saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock. Precisamente Lacan y Hitchcock, además de Hegel, son las figuras centrales de su panteón intelectual, tan indesligables de los giros radicales emprendidos por el pensamiento de Žižek que todos sus argumentos parecerían reducirse a un esquemático “Lacan o Hegel lo dijeron antes, pero Hitchcock lo mostró mejor”.
Este libro (Órganos sin cuerpo. Sobre Deleuze y consecuencias, Pre-Textos, trad.: Antonio Gimeno Cuspinera, 2006, pág. 245) está dedicado nominalmente a ajustarle las cuentas al filósofo Gilles Deleuze, pero solo la mitad aproximada de sus páginas se ocupa en realidad de formular una revisión crítica de sus conceptos más conocidos (o, más bien, “de dar por detrás a Deleuze”, esto es, de “la sodomización hegeliana de Deleuze”, como Žižek denomina, no sin ironía también respecto de Foucault, a su método: la concepción más o menos inmaculada de un monstruo filosófico generado por el escandaloso acoplamiento del nietzscheano antiedípico y el maestro histórico de la dialéctica escenificado bajo la mirada obsesiva y penetrante de un lacaniano, testigo perverso de estas nupcias contra natura) con objeto de mostrar que el pensamiento de Deleuze, contradiciendo las evidencias, es de indiscutible estirpe hegeliana.
Sin embargo, el resto del libro se ocupa o preocupa, con asombrosa potencia analítica y considerable despliegue de efectos especiales y pirotecnia conceptual, de las consecuencias de la biogenética para nuestra concepción de la subjetividad y la identidad humanas; de la imposibilidad de incorporar las teorías científicas a la vida cotidiana y la redefinición científica de lo humano en curso; del lenguaje político y la dialéctica peculiar de políticos como George Bush (el capítulo más cómico y a la vez certero del conjunto); de la Revolución rusa y sus celebraciones y represiones; del capitalismo de consumo considerado como un carnaval permanente; de la pornografía como utopía de una desorganización libidinal del cuerpo; de la realidad virtual y la realidad de lo virtual; del cine como arte fundado en la combinación técnica de lo objetivo y lo subjetivo y su capacidad para dar cuenta de las fantasías y traumas de lo real; del hiato ontológico insuperable entre los sexos: del régimen ficcional de la verdad, el funcionamiento del cerebro, la producción de la conciencia y la trascendencia del arte en debate con el “cognitivismo” dominante; de la necesidad de llevar hasta el límite la lógica de la ciencia con el fin de generar una “nueva figura de la libertad”; de la guerra de Irak, sus secuelas y aporías; etc.
Žižek suele alardear en entrevistas de que él se rebaja a hablar de películas no sólo porque le gustan sino porque piensa así atraer mayor atención sobre su discurso. Lo curioso es el efecto contradictorio del procedimiento. De hecho, se podría afirmar que Žižek, como si el efecto hubiera subvertido sus relaciones con la causa (una de las ideas más apasionantes del libro), usa la filosofía como pretexto para librarse sin trabas a esta orgía analítica de referencias cinematográficas. En todo caso, este lector en particular se resigna a veces a párrafos abstrusos sobre cuestiones filosóficas algo redundantes con el único propósito de poder gozar del impagable estímulo procurado por la discusión fílmica que suele acompañarlas. Así de perseverante (o de “perversa”) puede llegar a ser la conciencia humana.
Irónicamente, sería en el dominio de la “perversión”, esto es, en la desviación de la tendencia supuestamente natural o necesaria, donde se muestra, como afirma Žižek en contra de los cognitivistas más ortodoxos, lo esencial de lo que nos hace “humanos”. En definitiva, ¿no es nuestro “deseo fundamental”, al revés del personaje de Hitchcock, el de “no saber demasiado”?
 
Posdata: Una aplicación práctica de cómo funciona el pensamiento de Žižek en el dominio de la vida cotidiana. Pongamos que te has propuesto bajarte una película de Internet, uno de los últimos éxitos de Hollywood. Pasas una noche entera importando la película a tu ordenador desde una determinada página web. Cuando abres el archivo, o cuando reproduces el disco en que lo has guardado, lo que aparece en la pantalla no es la película esperada sino un bodrio porno. Tú le echarás la culpa a la piratería, a la tecnología, a la decadencia moral propiciada por la tarifa plana e incluso a Internet. Pero si lo piensas bien lo que ha sucedido, según Žižek, es lo siguiente: tu consciente quiso hacerse ilegalmente con una película convencional, pero fue tu inconsciente quien realmente hizo el trabajo que te proponías. O, por decirlo en términos de economía contemporánea, tu consciente subcontrató a tu inconsciente para hacer el trabajo sucio y no mancharse las manos. Así funciona el poder hoy…

5 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo que es un personaje escenico, lo demuestras con sus obras que algunas son geniales...

    Me parece muy interesante el blog.

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  2. Zizek es un rocker! Me pasa algo muy parecido cuando lo leo, uno se aguanta la jerga lacaniana en pos de sus discurso cinematográfico! En cuanto a lo que dices acerca de nuestro 'deseo fundamental', te dejo esta cita de uno de sus libros: Un cierto rey magnífico y poderoso, le preguntó una vez a un poeta, ¿qué puedo darte, de cuánto poseo?' El poeta le respondió sabiamente: cualquier cosa señor...excepto su secreto.'' Sí, definitivamente, hay algo horroroso en el saber!

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  3. Sí, la cita procede, si no recuerdo mal, de Mr. Arkadin, y es una idea diabólica de Orson Welles que Zizek hace suya con la alegría con que comenta películas que ni si quiera ha visto, otra peculiaridad lacaniana de su estilo y pensamiento. El estudio precinde de su objeto...
    Sí, en su último libro, como en otras partes, dedica sabrosas páginas al destino latinoamericano, pero es kla comatosa Europa, como es lógico, quien consume sus energías más críticas...

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  4. A mi este tipo me parece un impostor, un viejo loco ultranarcisista que quiere resucitar a la momia de Lenin para hacer la revolucion nacionalsocialista o nacionalsindicalista. Un astuto payaso.

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  5. Mr. Anonymous, no digo que sí ni digo que no, por replicarle con cierta ironía, solo digo que hasta los payasos, si fuera este uno de ellos, en su entidad cariocaturesca, dicen mucho más sobre nuestro tiempo que muchos tenidos por gurus. Eso sí, con el poder en las manos, dudo mucho que cualquier payaso lo hiciera peor que los gobernantes actuales, esos sí, unos "payasos" que siguen usurpando el lugar que correspondería a otros...En cualquier caso, en medio de toda su metódica locura, Zizek enseña a no tenerle más miedo al futuro que al presente, buena lección en estos tiempos o destiempos...

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