Ese mismo
lector podría preguntarse, en este sentido, si toda esta aventura intelectual no
comenzó con Flaubert y los copistas Bouvard y Pécuchet, esa cómica pareja de
investigadores aficionados que afrontaron hasta el agotamiento cognitivo el
vacío espiritual y la estupidez positivista de su tiempo. Se podría preguntar,
así mismo, si el capítulo 17 del Ulises
de Joyce, donde Stephen Dedalus y Leopold Bloom interrogan la trastienda de sus
ínfimas vidas y la totalidad de la cultura occidental, no sería un precursor
privilegiado. O también ese fragmento de los seminales Ejercicios de estilo de Raymond Queneau donde la anécdota detonante
es referida, imitando a Joyce, a través de un interrogatorio policial, como reharía
Danilo Kiš, marcando un hito, en su memorable novela El reloj de arena.
Cualquier
lector avezado, conociendo a Wittgenstein, podría interrogarse, al pensar en el
perverso dispositivo de este libro, sobre los límites del lenguaje y los
límites del mundo fijados por ese lenguaje. Podría preguntarse, en efecto, si esta
serie de preguntas sin respuesta describe a su manera oblicua un mundo tangible,
si este interrogatorio incisivo no configuraría el mapa lingüístico de un
territorio tan real como mental, un mundo de cartografía incierta, dubitativa,
pero también sarcástica y burlona. Este libro presentaría, en suma, la
originalidad de postularse como el monólogo conflictivo de un sujeto trivial enfrentado,
desde la ignorancia y la inmadurez de nuestra condición más profunda, al espejo
de la cultura, del lenguaje, de la información, y afirmando, contra todo ese
bagaje paralizante, el poder de la literatura para cuestionar, ahora sí, los
límites del conocimiento, la lógica y el sentido de las cosas, la sustancia de
nuestras ideas e informaciones, el supuesto saber y el supuesto poder de la
ciencia sobre la vida y el sentido último de la vida.
Se
preguntará el lector, finalmente, si una obra como esta, aunque apele al humor,
al sinsentido, a la ironía y al ingenio, no constituiría una sección significativa
de una enciclopedia posible de los lugares comunes y los estereotipos actuales,
un diccionario de la banalidad, la estupidez y la mentalidad común del siglo
XXI, un perfil del contenido nimio y la inteligencia limitada de nuestros
cerebros en el tiempo mismo en que los cerebros electrónicos y la inteligencia
artificial estarían a punto de encargarse de dirigir nuestras vidas. Cabría preguntarse,
por tanto, si este catálogo inagotable de preguntas no compondría el retrato más
fiel de la experiencia humana en la era de la cibernética y las ciencias
cognitivas y, si es así, si alguna computadora existente podría no ya
enunciarlo sino comprenderlo siquiera.
Pregúntese
el lector, antes de leerlo, sobre la técnica contagiosa y la peligrosidad de
este libro. Pregúntese si tras su lectura le dará por cuestionarlo e
interrogarlo todo, envolviendo su vida en una incómoda nube de preguntas y más
preguntas.
Muy interesante!! Gracias por compartirlo!!
ResponderEliminarÉxitos con el blog!
Saludos!
Fernando.
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