lunes, 19 de septiembre de 2022

EL VIENTRE DE LEVIATÁN


 [Ian McEwan, El espacio de la imaginación, Anagrama, trad.: Damià Alou, 2022, págs. 64] 

       El vientre de la ballena es la zona de confort del escritor que no quiere problemas. Es el lugar en que se refugia el escritor que no pretende comprometerse con los problemas políticos de su tiempo. McEwan es un escritor que apuesta por el compromiso inteligente. Por esto su reflexión comienza con el encuentro en París entre Henry Miller y George Orwell, el autor de “Trópico de Cáncer” frente al futuro autor de “1984”, en el mismo momento en que Orwell va camino de España para combatir en la Guerra civil del lado republicano.

Miller no cree que sea necesario comprometerse en una guerra entre dos bandos que, en su opinión, representan la decadencia occidental. Miller es más radical que Orwell y piensa que la democracia no debe defenderse ya que es toda la civilización moderna la que está a punto de ser destruida por la historia. Miller es un rebelde libertario y un enemigo de cualquier ideología partidista mientras que Orwell es un humanista y un comunista que aún debe lavar sus culpas por haber servido al imperio británico en Birmania como policía. Miller cree en las verdades del sexo y en la vida desnuda, sin aditamentos proporcionados por la burocracia estatal, y Orwell es un observador honesto y crítico que, tras la desastrosa experiencia española, se convertirá en un antiestalinista convencido.

Y, sin embargo, Orwell escribe un ensayo titulado “En el vientre de la ballena”, que da origen al comentario de McEwan, donde defiende la actitud de Miller y la comprende, estableciendo la existencia de dos tipos de escritores, mutuamente necesarios. Los escritores que escriben en el vientre de la ballena, tratando temas íntimos, como el amor, la infancia, la familia o la naturaleza. Y los escritores que escriben fuera del vientre de la ballena, los que ponen la escritura al servicio de causas más o menos justas.

Pero McEwan no se contenta con examinar este tema trascendental de la historia del siglo XX sin tener en cuenta sus consecuencias para la literatura actual: “los escritores tienen muchos motivos para salir de la ballena, y persiste la misma pregunta: cómo lograrlo con éxito”. La situación es especialmente difícil en una época en que el escritor, le guste o no, vive en el Leviatán del sistema editorial, mediático y sociopolítico que constituye la sociedad posmoderna. Y salir de la verdadera ballena en la que vive el escritor es mucho más complicado de lo que parece a simple vista, cuando es parte esencial de un sistema que incluye la opinión dominante y el posicionamiento ético o político de los escritores como parte de su hegemonía cultural. Los lectores mismos, que serían los destinatarios del gesto del escritor, están persuadidos de antemano de cuál es la posición correcta a adoptar por el escritor que quiere ganarse su aplauso.

Por otra parte, como recuerda McEwan, está, en primer lugar, el problema de la libertad de expresión, un lujo occidental que apenas si se ha extendido por otras culturas y países, también amenazado aquí por las luchas partidistas y los intereses creados de los propios escritores, las instituciones literarias y el público potencial. Y, en segundo lugar, la cuestión artística, como diría Henry James, citado por McEwan como referente ineludible. Uno no puede crear un personaje novelesco logrado, atendiendo a todas las dimensiones de la experiencia humana, y luego ponerlo al servicio de una causa concreta, compartida por el escritor, sin convertirlo en una marioneta inanimada, un muñeco ideológico que arruinaría con su simpleza la autoridad literaria del autor y de su obra. 

 


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