Si te has despertado la mañana
después desnuda en una cama que no es la tuya y lo único que recuerdas es estar
en dudosa compañía bebiendo de un barril de cerveza y escuchando canciones de
Taylor Swift, y no sabes ni cómo nombrar lo que te sucedió, debes leer
enseguida este libro. Y no solo para entender que esta experiencia de extrema
confusión es muy frecuente entre mujeres jóvenes, sino para comprender lo que
significa vivir, desear y gozar en la era del consentimiento. El consentimiento
es un concepto ético que se ha impuesto como normativa reguladora de las
relaciones sexuales con el fin de proteger a las mujeres contra la tendencia al
abuso y la violación de muchos hombres.
Como Angel es una provocadora feminista disfrazada
de académica reflexiva, comienza su valiente libro evocando la anécdota del
actor porno James Deen y una de sus fans, la chica X, que se prestó al juego de
grabar un vídeo erótico con su actor favorito y, durante la experiencia,
escenificó al completo las fases por las que pasa una mujer en el trance de
satisfacer su deseo. La chica experimenta todos los estados de reticencia,
indecisión y duda, por miedo a la denigración colectiva, y también la vivencia
del placer intenso y la plenitud carnal de ver realizado su deseo por encima de
sus expectativas. Angel centra el foco del análisis en esta pieza audiovisual
para enunciar las principales tesis sobre las cuatro categorías que sostienen
su ensayo: el consentimiento, el deseo, la excitación y la vulnerabilidad.
En una ética sexual que no pretenda mantener a
raya la incertidumbre del sexo, como dice Angel, consentir no es la clave, ni
lo es desear abiertamente, ni excitarse sin fin, mucho menos sentirse
vulnerable: “una ética del sexo digna de ese nombre tiene que admitir la
vaguedad, la opacidad y el desconocimiento”. Para Angel, que no ve tan
distintos a los hombres de las mujeres en lo que se refiere a esto, aunque sí
sus problemáticas particulares, no es malo no saber lo que se desea, ni estar
excitada, como tampoco lo es no saber con exactitud qué se quiere o preferir
dejarse llevar. Lo único que Angel tiene claro es que las mujeres deben
aprender a combinar esas cuatro categorías de modo que pierdan el miedo a sus
deseos, o a las experiencias a que estos las puedan arrastrar, al mismo tiempo
que sepan distinguir en la realidad lo que les conviene o no con independencia
de lo que piense el entorno (“Resolver lo que queremos es una tarea para toda
una vida, y hay que hacerlo una y otra y otra vez. Puede que la gracia esté en
no conseguirlo nunca”).
Es irónico que Angel recurra, en el documentado
capítulo sobre la excitación, a los experimentos de laboratorio al estilo de
los desarrollados por el dúo dinámico de Masters y Johnson, o las incisivas
entrevistas de Kinsey, y a la estadística científica de cifras y gráficas, para
afirmar con una objetividad pasmosa que el divorcio entre excitación genital y
aprobación subjetiva es una evidencia flagrante de que las mujeres, en primer
lugar, son más fogosas y receptivas que los hombres y se excitan casi con
cualquier insinuación sexual; y poseen, en segundo lugar, un control mental muy
superior al otro sexo con objeto de reorientar eficazmente sus desmedidos
apetitos: “la premisa que ronda tras la investigación y las discusiones al
respecto es que tenemos que conocer la verdad sobre el deseo sexual femenino
para enjuiciar la tensa dinámica entre hombres y mujeres; la dinámica que hemos
visto desarrollarse en los últimos años con tanta incomprensión mutua, tanta
rabia y resentimiento”.
Michel Foucault, una de las influencias más
notorias del libro, decía que la cultura moderna occidental no ha sabido crear
un arte erótica (ars erotica), al revés
de las culturas orientales (China, India, Japón, las sociedades musulmanas),
pero sí una ciencia sexual (scientia sexualis).
Revisando la bibliografía ingente de este libro de Katherine Angel y muchas de
las ideas expuestas en él, podría decirse que la singularidad occidental
consiste en haber construido, desde el siglo XX hasta hoy, un Eros enteramente
nuevo, traspasado por el conocimiento y la lucidez.
Parece interesante estas reflexiones de la autora. Y más, como bien dices en la entrada, en este momento en que tanto se habla de consentimiento para evitar violaciones que desgraciadamente se producen. Creo que la lectura tiene un inmenso interés.
ResponderEliminarGracias por dar a conocer este libro.
Un abrazo
Muchas gracias a ti, Juan Carlos, por tu pertinente comentario. Me alegra que el libro te interese. En este contexto, su lectura es más que recomendable, por muchas razones, no todas evidentes. Un abrazo.
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