[Fredric Jameson, Los antiguos y los posmodernos. Sobre la
historicidad de las formas, Akal, trad.: Alcira Bixio, 2019, págs. 328]
Asistimos, en este fundamental libro de Fredric Jameson,
a un prodigioso despliegue de inteligencia analítica aplicado a un campo tan
vasto y complejo como la cultura contemporánea. Los contenidos expuestos son
tan heterogéneos que muchos puristas rechazarían la extrañeza de su rico ensamblaje
teórico. El arte barroco de Rubens y Caravaggio como primera forma de
modernidad y de representación moderna del cuerpo, la sonoridad oceánica de las
sinfonías de Mahler, la modernidad tardía del cine de Sokurov, Angelopoulos y
Kieslowski, la conciencia nacional y la narrativa colectiva en las películas de
Robert Altman, la literatura sobre la República Democrática Alemana y la
efervescencia soviética de los años sesenta, así como el mapa de conflicto social
diseñado por una teleserie como The Wire, la trascendencia del Neuromante de William Gibson en la definición de una estética ciberpunk de la globalización y la
era de la información, o la influencia determinante de los programas de escritura creativa en la concepción de una historia de la
literatura norteamericana del siglo XX, desde John Barth a Raymond Carver.
El éxito como pensador de Jameson se debe a una
inteligente jugada en el tablero intelectual de su tiempo.
Jameson es ese pensador que examinó a fondo, sin prejuicios, las verdades y
mentiras de lo posmoderno y acabó aprendiendo a pensar como un posmoderno,
convencido de que era la mejor manera de comprender lo que estaba pasando en la
cultura, al principio, y luego fuera de ella, ya que la esfera cultural lo
envolvía todo y, al mismo tiempo, era determinada por factores como la economía
de mercado o el simulacro mediático. Así Jameson llegó a ser, como vuelve a demostrar
aquí, el pensador posmoderno más wagneriano, es decir, el pensador ambicioso que
sabe atender a los detalles microscópicos de la realidad sin perder nunca de
vista el designio de la totalidad, usando un método fundado en la dialéctica
del minimalismo y el maximalismo que funciona en todos los ámbitos de la
cultura con similar fuerza. Aplicando su método alegórico de análisis a objetos
singulares y conduciéndolo hasta límites insospechados, Jameson se transforma
en el intérprete supremo de la cultura contemporánea, conocedor de sus más oscuros
secretos (económicos, sociales y políticos) y visibles grandezas (creativas de novedad estética). El rey de la exégesis insuperable.
De hecho, las grandiosas óperas de Wagner ocupan
a Jameson en dos de los más brillantes ensayos de los trece que componen el
libro. Pero Jameson, como posmoderno crítico, no se limita a reivindicar la ingeniosa dramaturgia de Wagner, o la originalidad plástica de las puestas en
escena del Anillo y Tannhäuser por Kasper Holten. Wagner sirve a Jameson,
además, para establecer una diferencia esencial entre emociones y afectos que
es ahora más pertinente que nunca. El afecto es un estado del cuerpo, y no se
puede fingir, mientras la emoción es un estado de conciencia, y admite ser
fingida. Hay algo incontrolable en los afectos, como en el cuerpo, y hay mucho
de representación en las emociones, como en la conciencia. Las emociones y los
sentimientos fundan culturas e instituciones culturales mientras los afectos
las amenazan y perturban.
Al final, comprendemos la clave irónica del
título, más allá de la obviedad histórica de que los modernos son los nuevos
antiguos respecto de los posmodernos. Esta clave sesgada establece una conexión
cultural de doble sentido, relativizando la supuesta vejez de los antiguos
modernos y la flamante novedad de los posmodernos. Y logra expresar así una
continuidad entre creación e interpretación, fecundándose mutuamente a fin de
vencer al gran enemigo de las obras artísticas, que es el tiempo: en su
variante banal, como moda pasajera, o en su versión destructiva, como obsolescencia
y decrepitud estética. Los antiguos renacen en el tiempo posmoderno recargados
de valor simbólico y lecciones vitales y los posmodernos permiten este vibrante
renacimiento arrojando sobre el pasado una lucidez insólita y regenerativa.
De
ese modo, la posmodernidad, donde la exégesis se vuelve creativa y la creación incorpora
su propia interpretación alegórica, es considerada como culminación de la
historia de la cultura y el arte y apertura hacia nuevas formas de relación y
pensamiento entre los múltiples órdenes de la experiencia y el discurso.
Muy buena reseña, certera y apasionada. Mi sensación es que aunque se traduce todo lo de Jameson, su impacto teórico es mucho menor que el de otros muchos teóricos, filósofos y pensadores. ¿Será porque Fred es imprevisible y cada texto un reto? Solo por la calidad de su escritura, que es enorme, merece un lugar prioritario. ¿Quien es capaz de mezclar Wagner con The Wire (aunque sea una colección de ensayos) y salir victorioso?
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