[Publicado hoy en medios de Vocento]
Todos
somos el Joker. Todos somos payasos desgraciados. El Joker es nuestro otro yo.
Lo que seríamos si no fuésemos lo que somos. De ahí la fuerza empática de su
discurso. La adhesión obtusa que suscita en los espectadores. A su lado, Batman
es un farsante. El Joker es el perfil oscuro de la identidad. El paria
universal. El hombre del subsuelo. Un comediante nato que vive instalado en la
tragedia. Un cómico sin empleo, hogar, familia, amor o propiedades. Todos somos
el Joker y nos empeñamos en negarlo, creyéndonos superhéroes. No queremos
reconocer su cara deforme cuando nos miramos en el espejo con miedo a escuchar
las siniestras carcajadas de fondo. La risa enlatada que desnuda las imposturas
que nos sostienen a diario. Las falsedades con que el mundo se mantiene en vilo
como una pelota de ping-pong sobre un chorro de agua. Lo hemos reconocido
enseguida. En cuanto ha empezado a reírse hemos sabido que era él. No podía ser
otro. Nuestro doble grotesco. Nuestra pesadilla esquizofrénica.
El Joker
es también un insurgente genuino. La película contiene un mensaje político enviado
por un psicópata desde el manicomio. Es una fantasía diseñada para consumo de
todos los que sueñan con rebelarse contra lo que los aplasta. La iniquidad del
orden establecido, la norma asfixiante, la vida opresiva. El Joker encarna esa
nostalgia revolucionaria. El deseo colectivo de que las cosas cambien. Como es
imposible, solo queda la risa loca, la comicidad, el humor. La amarga necesidad
de hacer reír al otro. El Joker es el alma negra del comediante sin escenario
donde representar un papel digno de sus aspiraciones. La carcajada cómplice que
sale de la pantalla es la del demente que se burla de nuestras esperanzas e
ilusiones. Esa risa patológica revela la verdad de nuestro fracaso.
El Joker
ha inventado la risa que podemos aplicar a cualquier situación desagradable para
escapar de ella. Es la risa ambigua de nuestro tiempo. Es la risa vergonzosa de
los que no pueden hacer más de lo que hacen para sobrevivir a la desgracia. Es
la risa del que se burla de ti desde el fondo de tus entrañas. Es una risa
terrorífica. Y es también un arma visceral para amedrentar a los que quieren
pisotearnos. Mucho cuidado. El Joker ha patentado un modo masoquista de
subversión muy peligroso y eficaz. Esa risa descarnada se alimenta de las vejaciones
y ultrajes recibidos. Es la risa de los desposeídos y los excluidos. Es la carcajada
del bufón escarnecido. La risa sarcástica del desollado vivo. Cada vez que
escuches esa risa todopoderosa piensa que se acabó la impunidad en el abuso y
la humillación. Se acabó eso de aguantar y tragar. Triste consuelo. A partir de
ahora, piénsatelo dos veces antes de maltratar a alguien. Estás avisado. Te lo
dice el Joker.
Es una gran pelicula que propone estos puntos de vista para pensar. No es poco eh...
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