[Publicado en medios
de Vocento el martes 13 de marzo de 2018]
Todo
hombre es machista hasta que se demuestre lo contrario. Y toda mujer también.
Eso decía mi abuela que no era ejemplo de feminismo y tragó patriarcado hasta
en la sopa. Pero algunos hombres, quizá menos misóginos que otros, incurren de
vez en cuando en inefables micromachismos, palabro de moda durante la semana
revolucionaria. Para un hombre es siempre difícil hablar de mujeres, ya sea por
la condescendencia, el deseo implícito o el menosprecio larvado.
El primer
efecto de las manifestaciones del 8M fue avergonzar a los falócratas de la
tribu. Esa vergüenza masculina no nace solo del daño que los hombres le han
infligido a las mujeres desde las cavernas, sino con el hecho de que hayan
tenido que echarse a la calle y montar un espectáculo multitudinario para gritarle
al mundo que están hartas, que no aguantan más, que no han hecho nada para
merecer la desdeñosa superioridad con que se las sigue maltratando. Y tienen
razón. Nuestro tiempo acabó. Es el año “Wonder Woman”. Nada más demagógico, en
este sentido, que el sectarismo machista de ciertos portavoces rancios acusando
a las líderes feministas de élite minoritaria. La brecha femenina de clase no constituye
una brecha política. Y nada más lógico, en este contexto, que mujeres fuertes acudan
en socorro de sus hermanas golpeadas por la violencia e iniquidad de la vida
social.
La
libertad sexual la tienen asegurada, aunque no deberían descuidarse. De nada vale
una práctica liberada de tabúes si no va acompañada de una afirmación ética de
fuerza individual. En cambio, la igualdad salarial suscita aún polémicas espurias.
Las grandes conquistas femeninas del último siglo son la legalización del
aborto y el divorcio. Con estos cimientos las mujeres pueden construirse un
devenir exento de obligaciones que las esclavicen a hombres indeseables e hijos
no deseados. Quizá suene radical, pero si una mujer aspira a tener una vida
propia no debería claudicar con facilidad ante imperativos biológicos. Conozco a
numerosas mujeres que se sienten felices y satisfechas sin haber padecido el paritorio
ni soportado la sabiduría falaz de las comadronas.
Los
hombres, además, somos idiotas de nacimiento. Y nos quejamos de vicio. Sin la
libertad de las mujeres, la nuestra es un pálido simulacro. Así que luchar por
las mujeres es una forma también de propiciar una vida mejor para todos. El
feminismo debería servir para mucho más que para culpabilizar a los hombres o
fomentar el odio y el resentimiento en las mujeres. Necesitamos con urgencia un
nuevo contrato sexual, un nuevo modelo de relación fundado en la libertad y la
igualdad total. El infierno de las mujeres, surgido del desprecio propagado por
la cultura religiosa, solo tendrá fin cuando las diferencias entre sexos se
resuelvan, como exigía Michel Onfray, en igualitarismo libertino. Gozar juntos
del puro placer de existir.
Si el daño de los hombres a las mujeres viene desde las cavernas... si los hombres somos idiotas por nacimiento. Si el machismo será algo que, como hombres, deberemos limpiar con encomiable esfuerzo, esa marca de nuestra naturaleza. Y aun asi, de mujeres nacimos y mujeres nos criaron, ¿Qué nos dice eso de las mujeres?. Sera por que nos lanzan al mundo en llanto y sangre. Sera porque nos echan del utero a una realidad mas trágica y nos niegan la teta cuando mas la necesitamos. Si la historia de la eternidad fuese un solo hombre y una sola mujer esa mujer estaría agonizando. Y si la falocracia resulta ser el negocio que sostiene la economía mundial, la inequidad salarial y el feminismo deberían resolverlo los economistas, igual que el narcotráfico. Y en Hollywood Wonder Woman pide igualdad de sueldo... ganar como los hombres, que significa ganar mas. Nunca un "que ganen ellos como nosotras!" y dejar de seguir contribuyendo al capitalismo salvaje que fomenta desigualdad social, que lleva a la violencia, a la falta de educación, al machismo al fin y al cabo. Pero no son culpables las mujeres. Mientras exista el genero existirá una brecha. Crecen las igualdades del mismo modo que los femicidios y los hombres seguimos aquí, creyendo que no somos idiotas, jugando a ser un poco mas comprensibles. Tal vez un juego imposible.
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