Cuando
ciertas palabras entran en el diccionario, el lenguaje se tambalea. Las
palabras flaquean, los significados fallan. Así pasa con la posverdad. Da igual
quién la creó o con qué fin. Lo importante es su utilidad en la era de la
corrección política donde cada cosa tiene un nombre distinto del que le
corresponde.
En un mundo
que ha abandonado la verdad como marco, con partidos políticos elaborando clichés
evasivos que sus representantes deben repetir, como androides, cada vez que son
preguntados sobre asuntos comprometidos, con discursos que prometen lo
imposible y nombran con eufemismos las realidades más crudas, no pasaría mucho
tiempo sin que todo se volviera falso.
Algunos ingenuos
creen que la posverdad se inventó para denigrar al enemigo y no a ellos. Conviene
tener cuidado. Una palabra de doble filo como esa, cuando se vuelve arma
arrojadiza, pasa a servir a cualquier causa y quienes la usan con frecuencia pueden
verse atrapados en el bucle del sinsentido. Hace falta ser muy sutil para esquivar
sus trampas retóricas. Posverdad es el mantra de periodistas y políticos para
enmascarar la verdad: no existe un lugar preservado donde no impere su lógica
falsaria.
El reino
de la posverdad se extiende sobre un mundo de signos hostil al pensamiento. La impostura
se construye con parches de siglas y retales de neolengua tecnócrata. La
amnistía fiscal se llama “regularización” y “reprobación” el varapalo
parlamentario al ministro resabiado que la maquinó. El carnaval LGTBI desfila por
Madrid con plena bendición institucional días después de que la monarquía
condecore a un siervo franquista como servidor democrático y el filósofo Žižek
abarrote el CBA como una estrella mediática propagando un retorno desesperado al
socialismo burocrático. La previsión del PIB se eleva sin control mientras las
notas de la PEvAU caen en picado en un país donde “moderado” es el elogio de
moda, nadie puede ser nada mejor, y “radical” el nuevo denuesto decidido por consenso,
nadie puede ser nada peor.
El
capital sexual de la economía española, me dice un amigo tras realizar una
encuesta entre mujeres, se sustenta en el ministro de Guindos. Tal es su
atractivo que ha precipitado el adelanto de las rebajas veraniegas. Quién sabe
si para satisfacer una demanda secreta o una oferta inconsciente. Gestación
subrogada, la llaman los finos estrategas de Ciudadanos, vientre de alquiler,
los detractores de una izquierda anticuada, y embarazo compartido, los folletos
publicitarios de algunas clínicas prohibitivas.
Y así la
realidad, cada vez más compleja, acaba configurándose con arreglo a las
palabras dominantes y lo que no se nombra, o se nombra con subterfugios,
desaparece de la vista y de todas las pantallas que la mantienen activa. De
Siria y de Venezuela, por eso, mejor no hablar, faltan las imágenes y sobran
las palabras. Y una palabra sobre todas, ética.
¡Hola a todos!
ResponderEliminarTodo ello es fruto (inevitable) de la posdemocracia. Esto es, de la democracia como mantra. Como espectáculo televisivo (o más propiamente radiofónico). Como... -sí, así es- ¡Manitú!. Pablo Iglesias cantando a dúo "Cuervo Ingenuo" junto a Javier Krahe.
¡Qué paciencia tienes conmigo, Ferré! Ja, ja, ja... ;-)