El espectro de la bipolaridad recorre el mundo y amenaza con
desestabilizarlo.
Todo el
mundo es bipolar hasta que se demuestre lo contrario. Es el mal de moda. Cualquiera
dice o piensa una cosa y hace la opuesta. En cuestión de deseos ni hablemos. Los psicólogos no salen de su asombro ni del despacho para
entender de qué va esta epidemia que amenaza la salud mental de las democracias
occidentales.
Un
remedio contra la duplicidad moral de la vida bipolar podría ser montarse en una
camioneta de diseño e ir predicando obviedades “urbi et orbi” sobre los genitales
infantiles. El peligro llega cuando, de tanto repetir el eslogan banal mirando
los insinuantes iconos del niño y la niña, se termina dudando del ser o no ser diverso
de los sexos. Así comenzaron muchos pederastas, con o sin sotana encubridora.
Visto lo
visto, es más recomendable coquetear con la ambigüedad sexual, como esa “reinona”
disfrazada de Virgen María que ascendió al cielo mediático de los fans en el
carnaval canario, máxima celebración del sentimiento bipolar. Una terapia transgresora
que no le vendría mal a Rajoy y a Iglesias tampoco. Que aprendan si no del cura
gallego que se travistió de Hugh Hefner para disfrutar de los beneficios
carnales que el Papa de Playboy dispensa a sus fieles en la santa sede californiana.
Hace unas
semanas la pantomima de los Oscar acabó en enredo bochornoso. Aquella noche se reunieron
diversas psicopatologías en el escenario, pero al final venció la esquizofrenia.
El inconsciente político traicionó a Hollywood: querían laurear a “La La Land”
pero debían premiar a “Moonlight”. Desde el oscarizado pucherazo contra Trump
se agotan las obras freudianas en las librerías de un país aquejado del síndrome
de personalidad múltiple.
En la UE
la bipolaridad ideológica se traduce en voluntad de fractura económica
aprovechando que el disco duro centroeuropeo no muestra inmunidad al virus del fascismo.
En Francia todavía padecen esta inquietante confusión cartesiana y las
elecciones presidenciales amenazan con dinamitar la cordura de los analistas.
En el
carnaval peninsular reina la bipolaridad estratégica. El PP expresa deseos de regeneración
para seducir a sus socios, pero la inercia histórica lo arrastra al mismo
sumidero de corrupción que a los demócratas catalanes. Los gestores socialistas
se lavan las manos a diario, previniendo rupturas, mientras el mito de la transparencia
total del líder de Ciudadanos lo desnuda íntegro hablando de regular la prostitución.
La tensión separatista refuerza al PP en las comunidades autónomas fidelizadas y
los gestos polémicos populares favorecen la visión grotesca que propagan los
radicales. En Euskadi, los patriotas bilduarras ven a sus vecinos españoles con
hiperrealismo digital pero no se ven ellos en 3D, atrincherados tras la fachada
espectacular del Guggenheim y el Kursaal para no parecer trogloditas. Y el juez
Calatayud, haciéndose el sueco, pretende frenar la pandemia restaurando la mili
obligatoria.
Bipolares
todas y todos, sentencia ecuánime Carmena.
Y usted que es andaluz, ¿por qué no habla de la gran mafia del PSOE en Andalucia, donde los socialistas llevan saqueando al pueblo andaluz desde hace 34 años? Según la UE Andalucia es la región europea más corrupta de todas. Por no hablar del desastre de la Sanidad y la Educacion publica con miles de profesores interinos expulsados por los recortes de la Unta mafiosa.
ResponderEliminarAmigo anónimo, no se preocupe, no pertenezco al gremio de los escritores andaluces comprados, como los llamaba mi difunto amigo Rafael Chirbes, esos son otros cuyos nombres y apellidos usted debería conocer tan bien como yo. Por otra parte, por si busca ilustración sobre mi sentido de la ironía, aquí tiene un artículo publicado hace unas semanas para celebrar el día de Andalucía:
ResponderEliminarhttp://juanfranciscoferre.blogspot.com.es/2017/03/ocho-apellidos-andaluces.html
Y, por cierto, quizá mi libertad de tono y de actitud hacia la cosa nostra andaluza, que detesto tanto como usted, se deba a que en mis orígenes hay muy poco de andaluz, aparte del nacimiento y una parte de mi educación sentimental...
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