Mi columna de ayer en medios de Vocento
El dinero
impone su ley sobre un mundo donde las necesidades y deseos de la gente valen
cada vez menos.
El dinero
no engaña a nadie. No es su estilo. Lo tienes o no lo tienes. Así de simple. El
uno por ciento de la población mundial lo tiene. El noventa y nueve por ciento
restante no. Vivas donde vivas, te
cuenten lo que te cuenten. Lo tienes o no lo tienes. Es la ley del dinero. La
más importante. El dinero no cae de los árboles, como repiten algunos ingenuos,
pero existe en abundancia en lugares insospechados. Los comerciantes y los banqueros
lo saben. Los agentes de bolsa también. Los ministros de economía disimulan. El
problema es cómo ponerlo en movimiento al servicio de nuestros intereses.
La crisis nos ha dejado tocados y el sistema no se hunde. Los economistas no tienen respuesta. La agencia tributaria tampoco. Están desbordados. El oro, las monedas, los billetes, valen cada día menos. Todo lo que se imprime en papel se deprecia con el tiempo. El dinero, sin embargo, cotiza siempre al alza en las bolsas financieras. Hoy en día es el único valor rentable. El dinero digital inunda los mercados sin que percibamos las consecuencias. Cuanto más invisible es el dinero más se parece a lo que es en realidad el dinero. Riqueza abstracta. Pura circulación del intercambio. Valor y poder en estado puro. Si no tienes dinero, ni vales ni puedes. No hay nada que hacer contra esto. El dinero se adueña de todo sin escrúpulos y todo funciona al ritmo frenético del dinero. Lo sabe el FMI y lo sabe el Banco Mundial. Lo ignoran los políticos cuya misión consiste en convencer a los electores de que sus votos valen de verdad para cambiar las cosas. Sin preocuparse de donde salga la financiación.
Tienen
razón los que dicen que la lógica del dinero se está naturalizando en la
sociedad. Cuando se exigen recortes y austeridad, cuando todo se somete al
criterio del dinero, algún nombre rebuscado habrá que darle al fenómeno para no
pasar por cínicos. Mal se puede sacrificar quien no tiene liquidez ni crédito. La
demencia del dinero no tiene límites. Por qué imponérselos, dicen los expertos.
Las guerras del dinero ocurren bajo la epidermis de la globalización. Los
chinos pretenden comprar África y acabarán haciéndolo en cuanto nos descuidemos.
Los americanos no pueden comprar nada sin hipotecarse aún más. El
multimillonario Donald Trump engaña sobre esto a sus votantes y lo eligen
presidente. Europa naufraga. Sus presupuestos no cuadran. Los británicos
desatan amarras creyendo que podrán salvarse solos. Los españoles no pueden
pagarse ni la camisa que llevan puesta. De los países en bancarrota mejor ni
hablar. Todos vivimos por encima de nuestras posibilidades. Estamos atrapados. No
salen las cuentas. El capitalismo era esto. Dinero, dinero, dinero. Ahora lo
sabemos con total certeza. Lo demás son cuentos chinos.
Y qué hacer ? Cómo orientarse ante semejante bordel ?
ResponderEliminarSin venir a cuento, hacía tiempo que me venía apeteciendo proponerte una entrada que lleve por tema “libros para la felicidad del mundo”.
Ya, suena de pena, pero lo dejo ahí. En la mía, por ejemplo, andaría Potocki en un posible top 5.
Sin más, un saludo