[Eric
Jarosinski, Nein. Un manifiesto,
Anagrama, trad.: Juan de Sola, 2016, págs. 142]
“Seamos sinceros: Todo es política. El resto es estética.
Que también es política”.
-E. Jarosinski-
Cada día millones de personas en
todo el mundo se encomiendan al caprichoso dios de los ciento cuarenta
caracteres para exprimir su ingenio, expresar su amor o su felicidad, buscar
amigos, reconocimiento, fama o simplemente un destello de existencia en un mar
de indiferencia, como escribiría un tuitero melancólico. El ejercicio de estilo
del tuit nuestro de cada día que practican a todas horas los fervientes de esta
lacónica red social nos ha enseñado muchas cosas que sabíamos, otras que percibíamos,
como tuiteros intuitivos, y otras aún que ni siquiera imaginábamos.
Una de ellas, quizá la más importante, es la prolongación de
la tradición aforística por medios digitales. El género del aforismo, un
matrimonio imperfecto de literatura y filosofía (es decir: de retórica y
pensamiento, agudeza y sutileza), se remonta hasta los griegos más antiguos,
desde luego, pero los grandes maestros, ciñéndonos a la modernidad, serían
Chamfort, Lichtenberg o Nietzsche y, en el siglo XX, las tres C mayúsculas:
Canetti, Cioran y Ceronetti.
Nadie hubiera esperado, sin embargo,
que el descubrimiento casual de Twitter despertara las cualidades del aforista
brillante en un norteamericano nacido en Wisconsin en 1971 y consagrado a los
más abstrusos conceptos de la filosofía alemana. Eric Jarosinski, enredado en
las estériles complicaciones del trabajo académico que debía granjearle un
puesto lucrativo en una universidad de élite, según cuenta la leyenda urbana
generada por él mismo, creó un perfil apócrifo llamado Nein para propagar una visión nihilista y cínica del mundo y la
inteligencia usando como imagen de marca una caricatura del pensador marxista Theodor
W. Adorno.
La irónica gestación de este espacio expresivo dedicado
a la “negación utópica”, así define Jarosinski su ideario tuitero, radica en
que mientras su ardua investigación versaba sobre la “transparencia” en la
literatura alemana su lenguaje se hacía cada vez menos transparente y la
desnudez del mito cultural germano quedaba otra vez expuesta: “Alemán: un
idioma inventado para la filosofía pero usado para fabricar automóviles” (y
para publicitarlos, añadiría uno, contagiado por la efervescencia de ingenio
que provoca la lectura de Nein).
Y entonces apareció Twitter para salvar el residuo
de inteligencia aún palpitante en su cerebro. Atrapado en esa red comunicativa y
sus mensajes autorreferenciales, Jarosinski nunca acabó su sesudo estudio ni
conquistó el prestigioso puesto universitario, pero sí se hizo famoso por el
modo en que, en una cultura unívoca del sí, de la positividad absoluta y la
afirmación permanente, revalorizó el poder corrosivo y la eficacia revulsiva del
“no” (“Sí. Existe una razón por la que las cosas son como son. Pero no. No es
precisamente buena”).
Uno puede leer como quiera (incluso como un
nuevo “Tratado del lobo estepario”) un libro fragmentario como este, compuesto
por tuits organizados con maliciosa intención en nueve bloques ideológicos y un
glosario incisivo más un epílogo explicativo, todo ello reunido bajo el eslogan
de Adorno, patriarca de la dialéctica negativa: “El placer de pensar no es muy
recomendable”.
Quizá no sea pensar el verbo que
corresponde con más exactitud a la tarea ejecutada por Jarosinski. Este parece realizar un
programa de profilaxis intelectual del medio elegido para expandirse viralmente
mediante un cuestionamiento asistemático, pero insidioso, de los ideologemas comunes
que se expresan a diario en la “Twistosfera”, o de los obscenos clichés del no
pensamiento contemporáneo.
El nihilismo autocrítico y el ingenio contagioso
de sus postulados no se hacen ilusiones sobre el mundo, o sobre la posibilidad de
cambiarlo, sino todo lo contrario (“Nihilismo: la noción idealista de que nada
puede cambiar el mundo”). De ese modo, el pensamiento “nihilarante” de
Jarosinski neutraliza cualquier tentación de darle un sentido positivo a su
discurso intempestivo, como muestra esta sarcástica definición de “autoayuda”, tan adecuada a su vez al yo y a las circunstancias del régimen neoliberal:
“Sé dueño de tu alienación. Mercantiliza tu asco. Deconstruye tu desesperación.
Come. Niega. Ama”.
Lo malo es que esta dignificación del aforismo tuitero es una excepción. ¡Ay! si Gómez de la Serna levantase la cabeza.
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