Esto no
es una entrevista.
Esto es un lavado de estómago. Esta chica, Ana March, es un portento
periodístico. Me ha hipnotizado con su inteligencia y ha hecho hablar a mi yo
nuclear, como lo llamaría Antonio Damasio. Tiene mucho mérito. Las
preguntas son mejores que las respuestas…
La de Juan Francisco Ferré es
una de las voces más lúcidas y despiadadas de la literatura española actual.
Sarcástico, impertinente, brillante, arremete sin ambages contra el servilismo
imperante y la mediocridad, usando con destreza la espada del verbo en la
rebelión vehemente que es su prosa. Sus libros, en contra de la consideración
pasiva del mundo, desgarran la realidad, saltan la valla de los
convencionalismos y se fugan hacia un espacio libre de determinismos.
Hablamos con él sobre su última
novela ‘Karnaval’ (Anagrama, 2012), sobre simulacros e imposturas, el concepto de
realidad y el realismo en la literatura, la manipulación interesada de la
cultura y la concatenación de despropósitos mediáticos a los que asistimos…, y
lo observamos quitar de raíz, mediante el lúcido ejercicio de la crítica, el
tiránico formalismo de la ambivalente tendencia moral imperante en nuestra
sociedad capitalista:
Ana
March: En tu ensayo ‘Mímesis y Simulacro’ haces una revisión cronológica de la
realidad en el discurso narrativo, exploras las pautas mediante las cuales el
medio lingüístico ha ido conquistando y representando la realidad, en
definitiva, abarcas el realismo en la literatura haciendo especial hincapié en la
impostura y la simulación como medios inevitables a través de los cuales creamos los criterios de reconocimiento de
toda esa ingente e informe cantidad de hechos plurales a los que denominamos
realidad. Subrayas, asumiendo lo expuesto por Erich Auerbach, la mímesis del
realismo, necesaria para crear una representación verbal fiel al decurso
sensorial de lo real, pero agregas el simulacro como concepto indisoluble a la
hora de abarcar hoy esas pautas de recreación. “El simulacro, escribes, se ha
convertido en una categoría más de la realidad, y ésta, a su vez, en una
ficción ubicua y monstruosa compuesta, en primacía, de simulaciones
tecnológicas y entornos de realidad alternativa.” Hoy un realismo “de alta definición” sería para ti
aquel que tome plena conciencia de lo artificial en todos los ámbitos de la
realidad. Partiendo de esta premisa, ¿crees que nuestra época está condenada a
la insinceridad, a un sucedáneo de fe como único recurso de significación? ¿Es para
ti la razón solo una “colección de embustes”?
JFF: Fue
Tolstoi hace más de un siglo quien definió así la razón. Y yo he usado esa idea
extraída de Ana Karenina en mi novela
Karnaval a fin de conferirle un sesgo
paródico e irónico. Por otra parte, no creo que la impostura o la
inautenticidad sean más propias de nuestro tiempo que de otros anteriores. Más
bien veo que nuestra época ha desnudado los últimos velos que nos impedían
comprender hasta qué punto los fundamentos de la cultura y del orden social
carecen de bases sólidas o de valores permanentes. Todo está edificado sobre el
vacío, por así decir, y eso nos hace libres de construir la realidad según
nuestro deseo. La libertad está inscrita en el origen de todo, aunque al mismo
tiempo, por razones muy perversas, la realidad acaba imponiendo, como
principio, su versión más miserable y sórdida. El reino de la posibilidad es
mediatizado por diversos poderes interesados en reducirnos a la servidumbre y
una interpretación mezquina de la vida que algunos llaman principio de realidad
y yo llamo, sencillamente, mediocridad.
A. M.: Dice
Michael Onfray: “Conformarse con la duda es detenerse a mitad de camino.” Sin
embargo, el mundo parece haberse convertido en un desguace. Ante la inutilidad
de movernos por certezas en un mundo probabilístico, la negación se ha vuelto
nuestra única arma. En la literatura, ¿es el desapego del escepticismo, la no
adhesión, el único recurso válido del discurso narrativo para trascender los
antiguos presupuestos de la novela? ¿Qué es para ti ser hoy un escritor
realista?
JFF: Ser un
escritor realista es empezar por cuestionar las representaciones realistas
sostenidas por otros que se afirman tales. La versión oficial de la realidad
que más conviene para perpetuar un orden de cosas a todas luces inicuo y
opresivo. No es a través de la evasión a mundos imaginarios o mágicos como se
combate la realidad sino afrontando el catálogo de tópicos y estereotipos,
fabricado o no por los medios, con que la realidad se nos presenta a diario
como algo inevitable y necesario. No se ha entendido el poder de la ficción
para desmantelar esta versión de la realidad. Como especie, necesitamos la
ficción por dos razones: una, porque no tenemos un acceso real al saber, al
conocimiento, aquí la filosofía ha mentido siempre, y dos, porque la ficción es
el único instrumento que nos permite hacernos una idea gráfica de lo que es el
mundo neutralizando la influencia de otros modelos de ficción (mitológicos,
religiosos, morales, políticos, etc.) que dominan nuestra visión del mismo.
Como he dicho en más de una ocasión, la literatura no puede limitarse a ser
solo literatura. Si la literatura no va más allá de sí misma, si no excede sus
medios y sus fines, no merece el tiempo que le dedicamos. La literatura
participa, en cierto modo, de una búsqueda espiritual y aspira a una forma
genuina de conocimiento que no deben nada ni a la filosofía ni a las religiones
oficiales ni a las creencias folclóricas, pero no por eso es menos efectiva
para el individuo que entra en el juego. Al contrario, el trato profundo con la
literatura lo separa del rebaño, de lo gregario y masificado, y le enseña a
decir “yo” sin complejos. La mayor servidumbre se funda en el miedo a la
soledad del individuo frente al grupo domesticado. Como dijo alguien, la idea
de libertad subjetiva, de insumisión y disidencia, se transmite con dificultad,
pero la servidumbre voluntaria se transmite con mucha facilidad…
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qué pasada de entrevista, a la altura de la que larry mccaffery le hizo a dfw. algo así.
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