¿Tiene sentido escribir relatos en nuestro
tiempo? Y, sobre todo, ¿para qué leerlos? Estas preguntas inútiles solo indican
una verdad relativa. Una verdad que deja de serlo en cuanto aparece un autor como
George Saunders y sus cuatro libros de relatos, preparados para demoler cualquier
prejuicio sobre la validez contemporánea del género breve: Guerracivilandia en ruinas (1996), Pastoralia (2000), In a Persuasión
Nation (2006, inédito en español) y este deslumbrante Diez de diciembre (Ediciones Alfabia, trad.: Ben Clark), candidato al
premio literario norteamericano más importante en 2013.
Más allá de que Saunders pueda ser considerado
autor de algunos de los textos más originales de la literatura reciente, me
gustaría subrayar el insólito grado de consenso admirativo que su talento ha generado
entre colegas de estéticas bastante disímiles, desde David Foster Wallace,
Jonathan Franzen o Zadie Smith hasta Tobías Wolff, Lorrie Moore o Junot Díaz.
Este último, en particular, acuñó el concepto que mejor permite entender lo que
significa el “experimento Saunders” como experiencia de lectura durante la cual
uno entra en contacto directo con “los absurdos y deshumanizados parámetros de
nuestra cultura actual capitalista” y, al mismo tiempo, con una mirada
compasiva hacia las aberraciones morales o mentales padecidas por los humanos
en una América (presente o futura) dominada por el cálculo egoísta, la simulación sistémica, el aislamiento autista y la
supervivencia a cualquier precio.
El nuevo realismo de Saunders recicla los
detritos de una realidad devastada y los transforma en fragmentos dotados de un
estrambótico sentido existencial y una reinterpretación patológica de la vida humana
y sus mutaciones bajo circunstancias hostiles. Saunders es ese escritor inteligente
que ha sabido fundir en su escritura el sórdido conocimiento de la minucia
cotidiana y la sensibilidad social de Carver con la aguda sabiduría lingüística,
cultural y tecnológica de Barthelme o Pynchon. No importa, por tanto, si las
historias extrapolan motivos de la ciencia ficción, la crónica costumbrista, la
fantasía individual o el relato psicológico. El gran triunfo literario de este
libro es, en suma, el de la dicción sobre la ficción, es decir, el triunfo narrativo
de la voz (o las voces) sobre las historias, los personajes y las situaciones.
En cada una de las diez piezas del volumen, el estilo expresivo y la
perspectiva personificada son los vectores primordiales del descubrimiento de lo
real en toda su abrumadora complejidad. No todos los relatos tienen el mismo
nivel, pero cinco de ellos son antológicos.
El quinteto magistral lo conforman: “Vuelta de
honor”, virtuoso trenzado del trío de narradores implicado en el intento fallido
de secuestro y violación de una menor; “Escapar de La Cabeza de Araña”, una críptica
alegoría sobre el arte narrativo de Saunders, donde un asesino recluido en un
laboratorio experimental cuenta sus experiencias inducidas con diversos
fármacos emocionales antes de suicidarse para salvar a otra reclusa y asumir
post-mortem una perspectiva de observador distante de la patética vida de los
otros; “Los diarios de las Chicas Sémplica”, los alucinantes desvelos de un
padre de clase media suburbana por hacer felices a los miembros de su familia por
cualquier vía, incluida la adquisición de chicas tercermundistas para decorar
su mediocre jardín; “A casa”, el depresivo regreso de un condecorado veterano
de guerra a un hogar desmantelado donde su esposa está casada con otro y su madre sobrevive
al límite del desahucio y la miseria; y, finalmente, “Diez de diciembre”, escalofriante
diálogo entre las conciencias alteradas de un adulto enfermo de cáncer que
planea suicidarse y un niño de mente excéntrica.
Como predijo Pynchon: Saunders sabe contarnos
“las historias que necesitamos para entender el tiempo en que vivimos”.
Bueno, bueno, otra reseña que hace que ponga en la mira de mi misil teledirigido a este señor. ''fundir en su escritura el sórdido conocimiento de la minucia cotidiana y la sensibilidad social de Carver con la aguda sabiduría lingüística, cultural y tecnológica de Barthelme o Pynchon.'' Sólo esto ya despierta de una buena cachetada mi curiosidad. Gracias Juan!
ResponderEliminarGeorge Saunders rules.
ResponderEliminarQué lástima que "Guerracivilandia en ruinas" esté descatalogado. Por desgracia, sólo la hipostética adaptación de Ben Stiller lograría su reedición. Y el coste sería una versión descafeinada en celuiloide.
ResponderEliminarUn autor brillante y original aunque irregular, como corresponde a quien arriesga sin límite.
ResponderEliminarPastoralia me arrebató pero In Persuasion Nation me pareció fallido, con Civil War Land In Bad Decline como término medio.
Aún no he leído el último.