Érase una vez un viejo país ineficiente que dormía la siesta perpetua, víctima de una extraña maldición secular, como la princesa del cuento de hadas. Erase una izquierda revolucionaria que aspiraba a despertarlo de su sopor centenario tras la muerte de su tiránico padre. Érase un malvado servicio de inteligencia militar empeñado en evitar esta acción salvadora por todos los medios. Érase, pues, la obra maestra de la confusión: el caos, la matanza y, finalmente, el éxito del poder a cualquier precio. Así podría resumirse la diabólica trama de esta espléndida novela de Javier Calvo (El jardín colgante, Seix-Barral, 2012) sobre la farsa política de la Transición, los astutos resortes del poder en un tiempo de mutación del régimen estatal y los perversos juegos de rol entre servidores y enemigos del orden establecido, agentes secretos y presuntos terroristas. En esto último, la reversibilidad y manipulación asociadas a cualquier combate político, esta compleja novela parecería asimilar las paradojas metafísicas de Chesterton en El hombre que fue jueves, donde todos los anarquistas son al final agentes encubiertos del orden universal, o su traducción crítica a la realidad de la sociedad del espectáculo por Guy Debord: “la mayor ambición de lo espectacular integrado sigue siendo que los agentes secretos se hagan revolucionarios y que los revolucionarios se hagan agentes secretos”.
El jardín colgante interviene en un momento oportuno de la historia en varios debates a la vez, no tanto para dirimirlos o zanjarlos como para introducir una nota irónica, como solo la ficción narrativa puede hacerlo, en una polémica demasiado viciada por los intereses partidistas, las visiones sectarias y las versiones mediáticas. Me refiero, en primer lugar, al debate sobre el fin de la cultura del consenso sobre la Transición, tan candente en numerosos foros reales y también cibernéticos. Y, en segundo lugar, a la discusión, convergente pero más minoritaria, sobre el círculo vicioso español, ese bucle histórico por el cual, según se dice en la novela, al suprimir el pasado se ha eliminado el futuro, generando una réplica artificial de España. La “Nueva España” transgénica, desconectada de “esa dichosa Historia que nos pesaba como una losa”, como proclama al final uno de los maquiavélicos maquinadores del CESID. Un país concebido por sus conspirativos autores como un “jardín colgante”, usando la hermosa metáfora del título. Un simulacro de nación, envasado al vacío pero no preservado de la corrupción y la podredumbre, como vemos a diario, un país virtual producto de una fabulosa simulación diseñada desde el poder vigente entonces y mantenida durante décadas por sus sucesores en el cargo. De este modo, cobra todo su sentido que la enredada trama concluya en 1978, el año constitucional por excelencia, el año donde la “Nueva España” recibiría el acta de fundación simbólica.
En definitiva, Calvo se atreve a conducir al límite de sus recursos el poder de la ficción, sumergiendo la historia nacional en una red vertiginosa de ficciones inverosímiles y parodias fantásticas, con el fin de revelar la parte de mistificación cultural e ilusionismo ideológico que gravitó sobre ese proyecto político de anulación del futuro y perpetuación de un presente totalmente controlado y previsible. La incisiva visión que El jardín colgante arroja sobre nuestra historia reciente y nuestro presente estancado es devastadora tanto para el papel que la izquierda y la derecha oficiales se arrogaron en el proceso democratizador como para las versiones de España sostenidas aún hoy por el mundo institucional y mediático. En este sentido, sospecho que el ilustre jurado del Premio Biblioteca Breve no era plenamente consciente de que estaba entregando su máximo reconocimiento a una novela tan inteligente como peligrosa. Un artefacto literariamente explosivo.
ResponderEliminarResulta curioso la cantidad de novelas que han emergido recientemente sobre el tema de la transición: Reig, Cercas por partida doble y Calvo. Todas ellas gravitan en torno a eso que el rey del pollo frito dio en llamar "al limite vivo y salvaje". Formalmente parecen simples variantes del aquellas novelas policiales que tanto dieron que hablar en la transición. Novelas sobre policías y ladrones, sobre barrios chinos y no tan chinos, sobre verdaderas o falsas transgresiones, sobre radicalismo y militancias políticas, sobre la verdad de la calle y la del poder. El caso de Cercas es especialmente elocuente. Reacio a transformar el 23 F en novela pura, vuelve al tema desde otro ángulo: el de la delincuencia, la heroína, o la mitificación de los bandidos de la transición: el "torete" y el "vaquilla" Nuestros "Jesse James" and Billy the "Kid. Cercas se mantiene fiel a la única y verdadera ley del Western según John Ford: “When the legend becomes facts print the legend".
La verdad factual o la mítica, lo que fue o pudo haber sido, la realidad o su ficción espectacular. La mentira del poder o la verdad ficcionalizada como excepción al poder. El fin de la cultura transicional y el comienzo de "sol iluminando España" como en sus tiempos el Alcázar iluminaba a confundidos falangistas en las horas bajas de régimen, o como en los tiempos del rey prudente el sol nunca se ponía sobre los extensos territorios del imperio.
En tiempos confusos donde los modos de enunciar las tradicionales verdades universales de toda política "plena de sentido y significado" han dejado de gravitar sobre marcos referenciales estables, toca volver al lugar del crimen: allí donde la promesa de constitución política del cuerpo de la nación en un todo unitario y orgánico solamente visible a orillas del manzanares se hizo carne: el km O.
En este retorno al discurso de la transición, hay algo de high 61 revisited. El disco donde el giro rock en la trayectoria de Dylan se confirmaba con esta irónica referencia al lugar donde todo empezó: su salida de la universidad y su llegada a New York como nueva promesa del folk. El discurso sobre lo que la transicion pudo haber sido y no fue curiosamente emerge cuando sus “tormentas imaginarias” y "sus qué fue del siglo XX" se han fosilizado en memorias "plenas de sentido y significado”. La transición ya es archivo, ya es historia, ya es relato consensuado. Ahora le toca representar los lugares comunes de toda historia Politica constituyente de imaginarios colectivos made in Spain.
Toca desmitificarla, y separar lo propio de lo ajeno, lo externo de lo interno, su horizonte mítico de su convencional realidad, las oscuras leyes que gobiernan el movimiento de sociedades, del caótico movimiento de cuerpos sin dirección o sentido, la violencia del poder de la pureza virginal sin pecado concebida del lenguaje; la policía, de los ladrones, a Ramoncin, de Bod Bylan, a John Ford de Howard Hawks, al torete de Jesse James.
Honestamente, creo que es sobre esta pulsión neurótica hacia la "aclaración de los hechos verdaderamente transgresores" que se ha apoderado de los recientes estudios culturales made in Spain , sobre la que la novela de Calvo perversamente transita. Una novela política-partisana, que toma partido en este juego de polis y ladros por el lado oscuro de la fuerza, por el poder del lenguaje para confundir, enredar las simbólicas líneas que separan el poder de lenguaje para hablar en el nombre de modos de vida concretos, de la violencia del poder para corromper modos de vida plenos de sentido y significado. Quizás sea una verdad menor, pero siempre es sano que alguien venga al recordarnos que la literatura no es un juego de policías y ladrones.