En la excelente revista Excodra me hacen esta larga entrevista-diálogo sobre lo real. Esto es solo el principio (la ilustración es de Marilyn Minter) del fin...
1- ¿Qué es para ti lo real, la realidad?
Lo real no es la realidad, aunque a veces pueda usar ambos términos como sinónimos. Eso para empezar esta conversación sobre un tema tan resbaladizo. Parodiando un poco los designios y el lenguaje de la teoría de juegos, te diré que veo la realidad como un campo de experimentación, un campo de maniobras, un campo de fútbol, un tablero de ajedrez, de parchís, de oca o de Go, cualquier cosa reglamentada en apariencia y, al mismo tiempo, incontrolable por definición. La descripción más gráfica de la realidad para mí procede de las dos Alicia de Lewis Carroll, donde se distorsiona la lógica y se contraviene el sentido común para alcanzar ese punto ciego que es lo real, donde no alcanzan nuestras categorías convencionales, ese vórtice donde sucumben todas nuestras tentativas de explicarlo. Y, en especial, el capítulo dedicado al “Croquet de la Reina”. Alicia termina considerando que este juego es muy difícil, casi imposible, por dos razones. La primera es el terreno de juego, compuesto de grandes surcos y promontorios, y los utensilios del juego: las bolas son erizos y los mazos flamencos y, por si fuera poco, los soldados de la reina, que se desplazan todo el tiempo sobre el terreno, cambiando de posición, deben colocarse boca abajo y servir como aros por los que hacer pasar las bolas. El segundo problema son las reglas, o, más bien, la ausencia “real” de tales: todos los jugadores juegan a la vez, sin respetar su turno, luchando unos con otros y peleando por hacerse con los erizos. Esto representa a la perfección mi idea de la realidad y su relación, problemática, con lo real. O, como diría el novelista húngaro László Krasznahorkai: “la realidad examinada hasta el punto de la locura”. La conclusión literaria a extraer de esta visión de lo real es que todo está permitido en la narrativa. Todas las licencias y las libertades, con la forma y con el contenido. Como no podemos conocer la realidad en su totalidad, la especulación y la ficción son nuestros únicos instrumentos para entender la parte del mundo que nos ha tocado en suerte.
Para Zizek, la realidad es una construcción y lo real es lo que persiste tras esa pantalla y puede deshacer el espejismo en cualquier momento. Para mí, además, lo real es un mito, un residuo mítico o un simulacro consistente que nuestra mente proyecta en un espacio más bien virtual con objeto de hacerse la ilusión de que existe algo más que las apariencias, de que hay una verdad y una solidez tras la cortina de humo con la que encubrimos, porque nos escandaliza y aterra, la insustancialidad e intrascendencia de lo que llamamos realidad. La realidad es una pantalla construida para hacernos creer que detrás hay algo. Una apariencia que finge encubrir una esencia, si lo prefieres. Y esa es la ilusión que hay que desmontar. No hay más que apariencia, o ficción, o simulación, y sólo podemos señalar esto a través de apariencias, simulaciones y ficciones (esto es, artificios) que se remiten entre ellas sin cesar, como un circuito infinito de interpretaciones que acaban solapándose y creando niveles distintos, entremezclados, confusos. Me gusta mucho, entre las nuevas escuelas filosóficas, el realismo especulativo. Graham Harman, el más interesante de sus representantes, habla de una realidad ajena a nuestras percepciones humanas no porque sea metafísica o sobrenatural, sino porque existe con independencia de nuestras categorías antropomórficas, nunca podemos comprenderla. Eso permite que los objetos tengan una vida propia sin necesidad de definirse sólo por lo que nosotros proyectamos en ellos o atenerse al uso que les damos. La realidad es extraña por definición, por lo que el realismo debe ser extraño también, especulativo, imaginativo, para rellenar ese vacío cognitivo que corresponde a lo real. Harman lo explica muy bien comentando la importancia fenomenológica y ontológica de la literatura de Lovecraft: “Against the model of philosophy as a rubber stamp for common sense and archival sobriety, I would propose that philosophy’s sole mission is weird realism. Philosophy must be realist because its mandate is to unlock the structure of the world itself; it must be weird because reality is weird”.
En este sentido, si te fijas, todo el cine de David Lynch es de lo más realista, ya que describe el acontecimiento terrorífico por excelencia: la infiltración fantástica del elemento perturbador que es lo real en el hogar acomodado de la realidad convencional. Ni más ni menos, a pesar de sus diferencias estéticas, que ocurre en la reciente franquicia cinematográfica titulada Paranormal Activity. En cambio, los realismos etiquetados como tales en literatura y en cine, en general, me parecen caricaturas patéticas, estampas ramplonas, cromos pedestres que solo retratan la pereza mental y la visión aceptable o domesticada de la realidad. Lo real, en su opacidad, no se puede representar sin tomar en consideración lo monstruoso, lo aberrante, lo demoníaco, lo grotesco, lo terrible, el mal y lo inhumano mismo. Ahí es donde lo vemos aparecer con toda su carga de peligro y terror. Es por esto que puede afirmarse que la realidad es una ficción, algo construido o prefabricado, producto de la intersección de los poderes, las normas y los cuerpos, desde luego, y la instancia de lo real, como un resto, un residuo incontrolable que lo desbarata y pone en cuestión. Lo impresentable de la representación, como decía Lyotard. Pero, cuidado, sin recaer en la ilusión ideológica. Lo real es un mito, insisto, otra ficción, una ilusión, no algo concreto, experimentable de modo directo, y como tal debe ser reconocido para que su efectividad combativa contra ciertas representaciones se vea potenciada al máximo.
2- ¿Se podría decir que sólo es real lo nombrado? Porque, la realidad es un concepto entre tantos, que están ahí, en nuestras memorias, porque han sido nombrados... ¿Hay una realidad fuera de lo que no se nombra? ¿Cómo la entenderíamos sin que forme parte del lenguaje, sería posible?
Para nosotros, no existe una realidad fuera del lenguaje que manejamos a diario. Ese lenguaje y esa realidad están ligados de manera tan inextricable que precisamos de los arrebatos místicos, de los deslizamientos lógicos o de las intuiciones irracionales para escapar de ese cara a cara tramposo. Esto ya lo sabía Wittgenstein al final del Tractatus y quizá por ello en sus Investigaciones filosóficas se empeñó en explorar hasta el agotamiento el análisis de los juegos del lenguaje, con el fin de sacarnos de ese atolladero lógico. En vano, como supo Lacan, todo lenguaje ya es en sí mismo metalenguaje, luego no hay escapatoria, si hasta el referente, aquello de lo que pretendemos hablar, es una construcción lingüística, una derivación del funcionamiento del lenguaje, una excusa para que éste siga funcionado sin plantearse nunca su problemática relación con lo real. Todo referente es espectral, fantasmático, y esto lo intuyó como nadie Henry James en ese relato atroz titulado “Otra vuelta de tuerca”. Hay una frase en Carroll, la Duquesa se la dice a Alicia tras la tentativa fallida de jugar al croquet de la reina, que encierra, en mi opinión, una teoría lingüística bastante pertinente para entender la verdad del lenguaje: “Ocúpate del sentido y los sonidos se ocuparán de sí mismos”. O el corolario moral de tal concepción del lenguaje: “Sé lo que querrías aparentar que eres”. En cierto modo, éste podría ser el eslogan del capitalismo performativo y la sociedad del espectáculo en que vivimos. Pero también presenta una ventaja si pensamos en lo que he dicho más arriba sobre la realidad como pantalla que enmascara un vacío o una ausencia. Ese manejo barroco de las apariencias, como sabía Gracián, es una forma de inteligencia e incluso de sabiduría superior a otras, por su propio reconocimiento de la falta de consistencia y trascendencia, de lo fallido y vacuo de fundar nuestras relaciones con la realidad a partir de la idea de sustancia y esencia. Mientras no asumamos los fantasmas y los espectros, generados por nuestra comprensión esencialista del mundo y la experiencia sensorial que se deriva de ella, seguirán hostigando el espacio que llamamos realidad como en “Casa tomada” de Cortázar, la respuesta a James de un discípulo con ambiciones de maestro, aunque quizá no haya forma de evitar esto, no sé. El esfuerzo cognitivo de tomar a los simulacros por tales quizá sea excesivo para las categorías mentales heredadas, quizá esa distorsión esté inscrita en el genoma de nuestro funcionamiento cerebral, constituya el error básico que nos hace humanos. El mismo Lucrecio, en su radiografía de la “naturaleza de las cosas”, se muestra indeciso, fascinado por las imágenes de las cosas y de los cuerpos a las que llama simulacros y, al mismo tiempo, postulando la necesidad de neutralizar el poder de los simulacros sobre nuestra percepción y sensibilidad a través de una idea vaga de trascendencia. Cuando la llave de la libertad a la que a lo mejor no estamos destinados como especie, quién sabe, residiría, por el contrario, en el reconocimiento de que solo hay simulacros, de que no hay otra cosa, nada más que simulacros, y la ilusión de lo contrario es eso, una ilusión, un efecto óptico, un espejismo o un trampantojo. La anamorfosis es el emblema barroco como posibilidad de ver, en toda su desnudez, la apariencia de las apariencias, esto es, el simulacro de la presencia. Como sucedía en parte en aquella secuencia de Blow-up, cuando en el confuso cuadro que observa el fotógrafo entre los puntos y las manchas parecería sobresalir una pierna que prefigura la del cadáver que luego descubrirá en el parque antes de desaparecer para siempre, como la conspiración que ha tenido o no lugar en la superficie de la realidad, absorbido en otro nivel, en otra superficie inaccesible por el momento. Esta anécdota filosófica, por cierto, procede de una maravillosa novela de Balzac, a quien se tiende a encasillar dentro de un realismo burgués que no dice todo lo que supone su novelística. Me refiero a La obra maestra desconocida, que Picasso, con mucha inteligencia, ilustró para que no cupieran dudas de por qué había llegado a definir una estética de las apariencias para el siglo XX pintando Les demoiselles d´Avignon...
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No se puede esperar si viene de ti unas reflexiones profundas, ricas llenas de meandros y calidoscópicas a través de la literatura.Excelente entrevista que no se agota en una sola lectura,amigo.
ResponderEliminarUn abrazo.