Como programa de placer estético no puedo imaginar, en este momento, nada más excitante que la perspectiva de leer la última novela de Thomas Pynchon (Inherent Vice) antes o después de haber visto en una sala de cine bien equipada la última creación de Quentin Tarantino (Inglourious Basterds, que para colmo está arrasando en taquilla en contra de las predicciones de muchos idiotas). En comparación, el resto de la oferta así llamada cultural, a estas alturas, no puede sino parecerme anodina. Sea como sea, esta es una prueba más de la posición de superioridad de la cultura norteamericana en el hipermercado globalizado. (Lo siento por todos aquellos que se hagan ilusiones defendiendo lo contrario, en vez de tomar nota y cambiar de actitud, fomentar otras ideas y propuestas más exigentes, menos provincianas. Una cultura amenazada como nunca antes por la esterilidad y la insignificancia no debería complacerse tanto de sus (triviales) logros.)
La ilustración de Mondino (NY Times Magazine) lo dice todo: el mundo violento y homófobo de Reservoir Dogs (el bestial QT) abducido/seducido por el ambiguo y fascinante mundo (a todo color satinado) de Helmut Newton (la bella modelo y actriz Diane Kruger).
Otro ejemplo audiovisual: el Director´s Cut del vídeo-clip Womanizer de Britney Spears (It´s Britney Bitch!), una sincopada comedia musical, deliciosa y pícara, sobre la culpabilidad masculina y la complicidad femenina que expresa más, con toda su levedad estética, que cualquier zafia comedieta juvenil o teleserie a la española. (¿Entonces por qué el Ministerio de Igualdad no se decide a adoptarla de una vez como propaganda más eficaz de su "causa"?)
Una excepción europea (odiada por muchos por razones espurias): Anticristo de Lars Von Trier. Un cóctel cinematográfico original: Cromosoma 3 (Cronenberg) + El resplandor (Kubrick) + Persona y La hora del lobo (Bergman) + The Village (Shyamalan), entre otras. Un remix irresistible, poderoso y provocativo como pocos, un artefacto tan complejo y visualmente fascinante como lo fueron en su día El elemento del crimen y Europa. Anticristo posee, por voluntad artística de su creador, los atributos a los que debería aspirar cualquier creación cultural contemporánea si no quiere dar la razón, una vez más, a todos los que la desprecian por intrascendente, decorativa, banal o menor.
Como canta Placebo: Protect me from what I want.
El viernes pasado, día de estreno, me lancé a ver Anticristo con grandes expectativas. No quedé defraudada, aunque sí herida de muerte... me contagio cuando reina el caos. No me desmayé ni abandoné la sala aunque, eso sí, tuve que taparme los ojos momentáneamente para ahorrarme algún sufrimiento. Tras la inundación emocional (no todo el mundo la experimenta), el organismo tarda unos veinte minutos en recuperar su homeostasis. Se me amontonaba la tarea, y tampoco es plan. Protect me from what I want.
ResponderEliminarBesos.
Lo que más me molesta de la recepción de la película no son las toneladas de moralina y estupidez que la cinefilia militante está derrochando para neutralizar el impacto de la película de Lars Von Trier. Ni tampoco que a un director con la magnífica carrera de Trier se le linche porque se atreve a ventilar en público sus fantasmas traumáticos (y los de toda una cultura, la del patriarcado occidental). No, ni siquiera es eso. Lo que más me jode es que la mayoría de los cinéfilos que están escupiendo su bilis blandengue sobre la película (actitud grosera que valdría para un espectador de a pie, no para un avezado consumidor de artefactos fílmicos) es que no son capaces de cuadrar el círculo cinematográfico de Trier a partir de su maestro espiritual y artístico: Carl Theodor Dreyer, ¿o es que la (socarrona) pista de Tarkovski al final ha terminado desorientándoles el juicio? Me refiero al Dreyer de Páginas del Libro de Satán, al Dreyer de La viuda Parson (también conocida como La mujer bruja), al Dreyer de Vampyr, al Dreyer de Juan de Arco y Dies Irae, a todos estos Dreyer. Para llegar a Ordet y, sobre todo, a Gertrud, Dreyer tuvo que pasar por esa catarsis convulsa. Y no se olvide Medea, que es lo que la mujer de la película encarna en parte, realizada por Trier a partir de un guión de Dreyer. Al final hay una sensibilidad nórdica que resulta intolerable para la ideología del buen rollete y la corrección que está esterilizando a Europa y a España, en particular. Otra disidente intempestiva de este despotismo diplomado: Elfriede Jelinek, cuya novela Lust, la más moderna versión de Medea concebible, conecta por muchos lados con el experimento extremo de Trier.
ResponderEliminarVergüenza debería darles a tantos cinéfilos de parroquia la reacción de beatas escandalizadas que están mostrando ante esta película (en efecto, Raquel) tan revulsiva y visceral como estremecedoramente bella y dolorosa. ¿Sabría alguno de estos candorosos fariseos de sacristía interpretar siquiera la secuencia final, con ese contingente de mujeres sin rostro ascendiendo la ladera boscosa por la que desciende el hombre de la película? ¿Habría que preguntarle a Camille Paglia? ¿A Slavoj Zizek? ¿O mejor a Julia Kristeva?...
Al final, a lo que más se parecen todos los denigradores de la película es a una legión de monaguillos mediocres flagelando a Trier por tener más talento del permisible en una sociedad desarrollada. No hay más que ver cómo cualquier medianía que pasa por su estación merece todos los laureles y celebraciones. Ejemplo reciente de este despropósito sintomático: una nadería portuguesa titulada Aquel querido mes de agosto, que ya ha suscitado toda la pasión cinéfila que no se merece su paupérrimo discurso artístico...
Mira que me gustas cuando te pones así. En efecto, no sabrían (no saben) interpretar la secuencia final... ¿otra vez el miedo "invalidante"? ¿algo peor, estrechez? Quizá ignoran los monaguillos que matar al mensajero no es medida profiláctica, sino negación de la enfermedad ya contraída.
ResponderEliminarPero no se preocupen ustedes por el contagio si ya están pasional y apasionadamente muertos; nada tienen que temer, salvo volver a la vida. A esta impura, obscena vida.
Gracias, Raquel. Como decía Malkovich-Valmont: "It´s beyond my control"...
ResponderEliminarDan ganas, para acabar de una vez con los ataques a la película y afirmar su condición trágica, en el sentido nietzscheano del término, de citar a Deleuze esclareciendo, precisamente, la compleja relación de Nietzsche con lo femenino y aplicarle estas palabras a Von Trier:
"No hay ninguna misoginia nietzscheana: Ariana es el primer secreto de Nietzsche, el primer poder femenino, el Anima, la inseparable novia de la afirmación dionisíaca! Pero el poder femenino es diverso, negativo y moralizador, madre terrible, madre del bien y del mal, que desprecia y niega la vida. «No existe otra manera de devolver el honor a la filosofía. Hay que empezar por ahorcar a los moralistas. Mientras hablen de la felicidad y de la virtud, sólo convertirán a la filosofía a las mujeres viejas. Miradlos a la cara, a todos estos sabios ilustres, desde milenios: todos viejas mujeres, o mujeres maduras, madres para hablar como Fausto. ¡Las madres, las madres! ¡Terrible palabra!»".
Contigo (y con Raquel) en muchas de las palabras que decís.
ResponderEliminarEste viernes acudí al cine con la sana intención de ver la última película de Lars Von Trier (siendo consciente de las críticas que había suscitado... y que tanto pueden influir en la recepción de cualquier espectador). Intuyo que las reacciones negativas que ha provocado la película se deben a la dificultad (o incapacidad) de muchos crítico (y otros espectadores) s a enfrentarse con experiencias cinematográficas que removiendo nuestras emociones llegan tener consecuencias físicas (en nuestro pulso sanguíneo, en la respiración, con temblores o pálpitos en el estómago, etc.). Considero que una película como "Anticristo" termina por convertirse en una experiencia corporal, orgánica (sí, aunque pueda sonar extraño afirmarlo). Como dice Raquel, pasa un rato hasta que el cuerpo se recupera y vuelve a la normalidad (aunque las imágenes y la atmósfera de la película flotaran, por ejemplo en mi caso, hasta bien entrada la noche... - fui al primer pase).
Por otra parte, gran parte de la audiencia busca un espectáculo cinematográfico que continúe la estela de idiotización audiovisual que es habitual en las pantallas. Por esa razón se ataca a Von Trier. Porque no hace el juego convencional de pactar un "estado de tranquilidad" con el espectador que se acerca a sus películas.
"Anticristo" es una película bella aunque duela. El problema es que el espectador (el individuo en general) huye del dolor. Es preferible la anestesia (tan extendida entre nuestra sociedad). Por eso todo el mundo está atento en sus pantallas, en sus ipods y radios a enterarse de lo que pasa en los partidos de fútbol de pretemporada.
Seguro que más de un crítico también.
¡Ay!, Ferré, ¡las madres, las madres!, asunto espinoso donde los haya... En mi opinión, las madres dan la vida para después, por lo general, no dejar a sus vástagos vivirla en paz. No imagino madres más debilitantes, salvo honrosas excepciones, que las de nuestra tradición judeocristiana (lo afirma quien está habituada al linchamiento moralizante por el mero hecho de cuestionar la presunta santidad de todo lo materno, tan arraigada en el imaginario colectivo, si es que hay tal).
ResponderEliminarQuizá empecemos a entendernos cuando el imaginativo imaginario deje de confundir misoginia y legítima defensa, maternidad y santidad. Es un reverendo peñazo andar aclarando a estas alturas que "lo femenino" es tan creador como destructor y que mujer no equivale a madre, ni madre a santa, ni autoprotección (incluso destructiva) a odio de género. Ahora me van a caer encima montones de fanáticos/as, diciendo que soy una vergüenza para el feminismo y todo ese rollo. No importa, estoy acostumbrada a la furia maternal.
Bien dicho, Periferia, suscribo también tus palabras. Es cada vez más necesario generar espacios de resistencia a la opinión aborregada y el juicio gregario como a la doctrina (casi nunca infalible) de las minorías especializadas que creen dominar, desde su aislamiento esterilizante, la ciencia del bien y del mal estético o intelectual...
ResponderEliminarAy, Raquel, como bien dices, cuánta hipocresía filial. Como me dijo hace tiempo un ateo ilustrado, gran admirador de Bernini, mientras visitábamos las bóvedas del Vaticano, parados los dos frente a la célebre Pietá de Michelangelo: cuánta verdad en esta imagen, goce supremo de la madre acunando el cadáver del hijo devuelto a su seno...
ResponderEliminarAmor Matris, el más perverso de todos.
El ateo ilustrado tenía más razón que un santo, ¡huy!, jeje...
ResponderEliminarHace poco más de un año estuve frente a la Pietá. Quien instaló la mampara protectora no estuvo muy ducho al situar las juntas del cristal, pero menos es nada. Sentí una rencorosa antipatía al visitar la basílica, por no hablar de los "escoltas" empujando y vociferando a todo aquel que se deteniene un milisegundo a contemplar la bóveda de la Capilla Sixtina; Sentimientos encontrados: me ponen los hombres ásperos de grandes proporciones, pero no cuando me impiden disfrutar de Michelangelo (bien a gusto les habría proporcionado en otro contexto los azotes que tanto necesitan y piden a gritos). No es bueno marcharse de la Sixtina con tanta tensión anímica ;-)
Besos.
En vez de "Amor Matris", Raquel, debí decir: "Amor Matrix, Amor Dominatrix".
ResponderEliminarMucho más saludable el segundo, ji, ji, y más sincero. ¿Voluntarios de más de 1'80? No te ocultes, JF, que sé que das la talla ;-)
ResponderEliminarMuy grande lo de Placebo: es una película hermosa la de Von Trier, la mejor de todas las que he visto.
ResponderEliminarMe alegra tu opinión sobre Anticristo, amigo Alvy. Vamos a tener que fundar entre todos un club de defensores de la película, dado el nivel de denigración y hostilidad que está padeciendo, como su director desde hace años entre la así llamada crítica cinematográfica de este país. ¿Impostor? ¿Farsante?, como dicen por ahí. Se me ocurren bastantes nombres adorados en esas redacciones y cenáculos a los que corresponderían más esos descalificativos que a Von Trier. ¿O es que Van Sant y Pedro Costa, Eastwood, Hou Hsiao Hsien o Garrel, a su manera, no son unos impostores y unos farsantes de tomo y lomo? Que conste que para mí el término no es necesariamente peyorativo, sino que suele indicar el grado de novedad estética que aporta el artista despreciado por eso mismo, por no plegarse al reglamento disciplinario de la profesión. No conviene olvidar que tildados de impostores y farsantes, por según qué facciones en liza, han sido algunos de los grandes artistas del siglo XX: Picasso, Duchamp, Godard, Eisenstein, Pollock, Warhol, etc. Y no hay mayor insulto en ello...
ResponderEliminarNo soy especialmente desconfiada, pero me cuesta creer que la estatura media de los lectores sea tan baja. Una lástima que los caballeros no quieran probar la disciplina inglesa...¿quizá ya la han probado y no quedaron satisfechos? Acudieron, sin duda, al lugar equivocado, y seguro que además les cobraron una pasta. No es de recibo que les cobren por cobrar, ¿no creen? Estas cosas hay que hacerlas por placer y amor al arte, hombre.
ResponderEliminarReconozco que la oferta no da muchas garantías de confidencialidad, pero abandonen esos miedos sociales que sólo pueden llevar su sexualidad al dique seco. Si son un poco sentimentales, no teman, que pueden llorar y suplicar a gusto y tanto como quieran. Miren que casi no duele y, para colmo, no encontrarán a nadie tan altruista y aplicada en el sórdido circuito mercantil.
NOTA: no practico el atornillado sangriento de ruedas de molino a las piernas ni cualquier otro método que requiera asistencia médica.