
[Graham Harman, Realismo raro. Lovecraft y la filosofía,
Holobionte ediciones, trad.: Antonio Jiménez Morato y Federico Fernández
Giordano, , 2020, págs. 320]
El realismo no significa que seamos capaces de afirmar
proposiciones ciertas sobre el mundo real; al contrario, significa que la
realidad es demasiado real para ser
traducida sin menoscabo en una frase cualquiera, en una percepción, en una acción,
o lo que fuere.
-Graham Harman-
Los buenos lectores de Lovecraft hemos pensado
siempre que su literatura era como la famosa parábola sufí de los ciegos y el
elefante, con la diferencia notoria de que el cuerpo que palparían los
invidentes no sería un elefante, sino un monstruo imaginario, y tampoco sus
viscosos miembros se reconocerían como un organismo. Esto lo piensa también
Graham Harman, defensor del “realismo especulativo”, la corriente filosófica
más innovadora de lo que va de siglo: “La grandeza de Lovecraft está
relacionada con ámbitos que rebasan la esfera literaria, ya que roza algunos de
los más cruciales asuntos filosóficos de nuestro tiempo”.
Harman ha dilucidado la realidad del mundo como
algo demasiado real e impenetrable como para explicarla con exiguas categorías
humanas. Los humanos, al enfrentarnos a la anamorfosis de la realidad, no
podemos decir que lo hagamos a otra cosa que no sea, en definitiva, lo que
puebla nuestra mente y condiciona nuestra experiencia, mucho más que lo que se
presenta ante nuestros sentidos. La idea fundamental del realismo especulativo
es, pues, que la filosofía busca descifrar la estructura del mundo, por eso es
realista, pero como la realidad es extraña o rara, la filosofía ha de serlo en
consonancia: “la única misión de la filosofía es el realismo raro”.
Este es un libro extraordinario, único en su género,
donde la filosofía de Harman se mira en el espejo textual de Lovecraft al mismo
tiempo que examina la singular obra de este como paradigma de esa visión
especulativa del mundo: “No existe otro escritor tan desconcertado por la
brecha existente entre los objetos y el poder del lenguaje para describirlos, o
entre los objetos y sus cualidades”. Lovecraft es un materialista moderno y,
por tanto, habla de fenómenos y acontecimientos, monstruos y aberraciones, que
solo llegan a existir cuando él los nombra y describe de manera tan imaginativa
como retórica. Harman se apoya en Husserl y Heidegger para sus reflexiones,
pero de este último retiene, en especial, el gesto por el que consideró la poesía
romántica de Hölderlin como ilustración de su filosofía. Harman pretende hacer
lo mismo con Lovecraft: erigirlo en modelo de una representación de la realidad
acorde con sus planteamientos filosóficos. Es más llamativo, sin embargo, que
Harman apele a las tesis de Marshall McLuhan para reforzar su teoría de que en
Lovecraft el medio es el mensaje. O, por decirlo de otro modo, que el contenido
de horror de las ficciones de Lovecraft es indesligable del medio expresivo
utilizado por el fabulador de Providence.
Harman realiza su examen de la obra de Lovecraft
en tres partes. Una primera en la que plantea cuestiones generales sobre su propio
método y su pretensión de establecer una relación conceptual entre literatura y
filosofía. Una segunda parte está consagrada al análisis de cien pasajes
extraídos de ocho ficciones representativas del canon de Lovecraft, con Cthulhu
y los Primigenios como deidades supremas de su mitología cósmica. Y la tercera,
donde asienta las conclusiones de la minuciosa tarea de relectura emprendida como
acta fundacional de la estética del realismo raro, nada alejada de las
percepciones del cubismo. Esa variante del realismo especulativo por la cual el
lenguaje humano afronta literalmente la imposibilidad de dar cuenta exacta de
la realidad del mundo. A partir de ahí, sus muecas y retorcimientos verbales
solo atestiguan la lucha del escritor con el impedimento ontológico que se impone
a su deseo de realidad.
Estas especulaciones valdrían también para
autores como Kafka y Borges. Ya que representan, en el fondo, el desafío esencial
y la situación de resistencia a que se enfrenta todo escritor creativo. Esta
es, para Harman, la función filosófica de la literatura. Restituir el mundo a
su extrañeza primigenia. Devolvernos el sentido extraño de las cosas, los
objetos y los seres. Restaurar, en suma, la rareza originaria de la realidad. En
esto, Lovecraft (“uno de los grandes escritores de ficción del siglo”, según
Harman) es el maestro indiscutible.
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