viernes, 31 de julio de 2020

LA REALIDAD ES DEMASIADO REAL



[Graham Harman, Realismo raro. Lovecraft y la filosofía, Holobionte ediciones, trad.: Antonio Jiménez Morato y Federico Fernández Giordano, , 2020, págs. 320]

El realismo no significa que seamos capaces de afirmar proposiciones ciertas sobre el mundo real; al contrario, significa que la realidad es demasiado real para ser traducida sin menoscabo en una frase cualquiera, en una percepción, en una acción, o lo que fuere.

 -Graham Harman-


Los buenos lectores de Lovecraft hemos pensado siempre que su literatura era como la famosa parábola sufí de los ciegos y el elefante, con la diferencia notoria de que el cuerpo que palparían los invidentes no sería un elefante, sino un monstruo imaginario, y tampoco sus viscosos miembros se reconocerían como un organismo. Esto lo piensa también Graham Harman, defensor del “realismo especulativo”, la corriente filosófica más innovadora de lo que va de siglo: “La grandeza de Lovecraft está relacionada con ámbitos que rebasan la esfera literaria, ya que roza algunos de los más cruciales asuntos filosóficos de nuestro tiempo”.
Harman ha dilucidado la realidad del mundo como algo demasiado real e impenetrable como para explicarla con exiguas categorías humanas. Los humanos, al enfrentarnos a la anamorfosis de la realidad, no podemos decir que lo hagamos a otra cosa que no sea, en definitiva, lo que puebla nuestra mente y condiciona nuestra experiencia, mucho más que lo que se presenta ante nuestros sentidos. La idea fundamental del realismo especulativo es, pues, que la filosofía busca descifrar la estructura del mundo, por eso es realista, pero como la realidad es extraña o rara, la filosofía ha de serlo en consonancia: “la única misión de la filosofía es el realismo raro”.
Este es un libro extraordinario, único en su género, donde la filosofía de Harman se mira en el espejo textual de Lovecraft al mismo tiempo que examina la singular obra de este como paradigma de esa visión especulativa del mundo: “No existe otro escritor tan desconcertado por la brecha existente entre los objetos y el poder del lenguaje para describirlos, o entre los objetos y sus cualidades”. Lovecraft es un materialista moderno y, por tanto, habla de fenómenos y acontecimientos, monstruos y aberraciones, que solo llegan a existir cuando él los nombra y describe de manera tan imaginativa como retórica. Harman se apoya en Husserl y Heidegger para sus reflexiones, pero de este último retiene, en especial, el gesto por el que consideró la poesía romántica de Hölderlin como ilustración de su filosofía. Harman pretende hacer lo mismo con Lovecraft: erigirlo en modelo de una representación de la realidad acorde con sus planteamientos filosóficos. Es más llamativo, sin embargo, que Harman apele a las tesis de Marshall McLuhan para reforzar su teoría de que en Lovecraft el medio es el mensaje. O, por decirlo de otro modo, que el contenido de horror de las ficciones de Lovecraft es indesligable del medio expresivo utilizado por el fabulador de Providence.
Harman realiza su examen de la obra de Lovecraft en tres partes. Una primera en la que plantea cuestiones generales sobre su propio método y su pretensión de establecer una relación conceptual entre literatura y filosofía. Una segunda parte está consagrada al análisis de cien pasajes extraídos de ocho ficciones representativas del canon de Lovecraft, con Cthulhu y los Primigenios como deidades supremas de su mitología cósmica. Y la tercera, donde asienta las conclusiones de la minuciosa tarea de relectura emprendida como acta fundacional de la estética del realismo raro, nada alejada de las percepciones del cubismo. Esa variante del realismo especulativo por la cual el lenguaje humano afronta literalmente la imposibilidad de dar cuenta exacta de la realidad del mundo. A partir de ahí, sus muecas y retorcimientos verbales solo atestiguan la lucha del escritor con el impedimento ontológico que se impone a su deseo de realidad.
Estas especulaciones valdrían también para autores como Kafka y Borges. Ya que representan, en el fondo, el desafío esencial y la situación de resistencia a que se enfrenta todo escritor creativo. Esta es, para Harman, la función filosófica de la literatura. Restituir el mundo a su extrañeza primigenia. Devolvernos el sentido extraño de las cosas, los objetos y los seres. Restaurar, en suma, la rareza originaria de la realidad. En esto, Lovecraft (“uno de los grandes escritores de ficción del siglo”, según Harman) es el maestro indiscutible.

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