Es
extraño el mundo digital. Carecemos de categorías adecuadas para comprender qué
sucede en un mundo que se ramifica en niveles divergentes. La complejidad del
entramado nos condena a actuar como observadores distantes en procesos que nos
afectan de lleno. Es una suerte, en este sentido, que el dominio de los
videojuegos aporte luz a este juego confuso que es hoy la geopolítica y nos recuerde
la influencia del juego virtual en el escenario real. A fin de cuentas, los
videojuegos son el modelo formal de la vida contemporánea. Aprender a jugar,
para un jugador inexperto, es aprender a vivir en un mundo diseñado como un espacio
de juego que está en todas partes y en ninguna.
Es lógico,
por tanto, que sea un joven jugón militar quien esté detrás de la filtración de
los dudosos documentos del Pentágono que revelan que los americanos son los
únicos occidentales que saben a lo que juegan. A hacerse más fuertes, o a
evitar todo lo que los debilita, da lo mismo en el mercado global. Los
europeos, como escribiría Henry James, han quedado retratados como lo que son,
vasallos de la hegemonía yanqui en declive en un mapa polarizado. Los videojuegos
suelen ser implacables con este tipo de avatares subalternos que ni saben a lo
que juegan.
Los chinos,
en cambio, están ganando la partida. Nadie quiere ser su enemigo, excepto los
americanos, por razones obvias, y son actores protagonistas del juego
multinacional. Conocen de memoria el libro milenario de las mutaciones de la
realidad, sin mutar ellos mismos, y lo manipulan a su antojo con astucia y
previsión. No juegan, como sus adversarios, con ventajas históricas ni trampas
estratégicas. Taimados y calculadores, han esperado con paciencia su
oportunidad y cada jugada que acometen sobre el tablero del nuevo orden mundial
es acertada.
En el caso del soldadito traidor, sea este o no su papel final en la trama, se aplica literalmente la ley de los grandes datos. Si no te han vendido la información, eres tú quien ha sido vendido. Y ahí nos reconocemos todos. Nada es gratis. Con esta brecha informativa, leemos la guerra de Ucrania de otro modo. Los rusos aguardan su momento y la resistencia ucraniana tiene los días contados. Si yo fuera Zelenski aprovecharía para ponerme al día en videojuegos. En estos videojuegos visionarios está escrito también el destino europeo. La clase dominante de nuestro tiempo es la que posee y controla la información, como dice McKenzie Wark, y no la que sigue jugando a necios juegos de guerra.